Mártires por haber sido asesinados por los nazis el 19 de septiembre de 1943 en Boves, junto a la población, en el ejercicio de su ministerio sacerdotal, ayer fueron beatificados los sacerdotes Giuseppe Bernardi y Mario Ghibaudo de la Iglesia de Cuneo. El cardenal Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, en nombre del Papa Francisco, presidió el rito de beatificación en Madonna dei Boschi, un pueblo de Boves en Italia.
La masacre de Boves
Allí tuvo lugar lo que se conoce como la masacre de Boves, la primera llevada a cabo por los nazifascistas en Italia: los alemanes golpearon a la indefensa población civil, incendiando más de 350 casas y dejando decenas de víctimas. Entre ellas se encontraban el párroco, el padre Giuseppe, que tenía 46 años, y su joven adjunto, el padre Mario, de 23 años, que llevaba sólo tres meses como sacerdote allí. Hubo un enfrentamiento entre partisanos y nazis y dos alemanes fueron secuestrados. El padre Bernardi y un empresario participaron como mediadores para su liberación, pero a pesar del resultado positivo de las negociaciones, el comandante de las SS ordenó incendiar esa localidad.
El padre Giuseppe fue masacrado y quemado junto con otros conciudadanos, y el padre Mario fue asesinado mientras bendecía a un ciudadano herido por un soldado alemán. Los dos sacerdotes trataron de salvar a Boves y a sus habitantes a costa de sus propias vidas y se sabe que el padre Giuseppe invitó a unas muchachas a rezar con él ante el cadáver de un soldado alemán, un gesto que dio frutos de paz y reconciliación. Una muestra de uno de estos frutos fue la presencia, ayer domingo 16 de octubre, en el rito de beatificación de una delegación de Schondorf, la ciudad natal del comandante de las SS responsable del exterminio.
Giuseppe y Mario, como los brazos de Moisés
En su homilía, el prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos recordó la imagen de Moisés, descrita en la primera lectura de la liturgia del día, que venció a los amalecitas extendiendo sus manos, "un gesto de intercesión en favor de Israel que sufría en la lucha". El cardenal Semeraro explicó que el Catecismo de la Iglesia Católica define lo que hizo Moisés como "una profecía de la intercesión de Jesús en la cruz" y añadió que los padres Bernardi y Ghibaudo pueden ser comparados con "los dos brazos de Moisés, levantados para interceder en favor" de la Iglesia en Cuneo.
El amor de los dos sacerdotes por su rebaño
El prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos precisó entonces que la tarea propia de todo sacerdote es interceder, que la misión sacerdotal es esencialmente "una mediación de intercesión". Y citando el libro de Pietro Bovati La porta della Parola (La puerta de la Palabra) aclaró que para vivir la misericordia, "el sacerdote intercede, no porque sea santo, o porque sea más merecedor que otros, sino porque cree en el poder redentor de su Señor en favor de la multitud".
Y precisamente por amor al rebaño que se les había confiado murieron estos dos sacerdotes de la Iglesia en Cuneo, señaló el cardenal Semeraro, recordando que el padre Bernardi no huyó para defender a la población y que el padre Ghibaudo fue asesinado "mientras ejercía su ministerio sacerdotal administrando la absolución a un moribundo".
He aquí su intercesión, continuó el cardenal, bendecían y absolvían. "Nuestros dos beatos levantaron, como Moisés, sus manos hacia el cielo, intercediendo ante Dios". A través de ellos, se pone en primer plano la figura del ministerio sacerdotal como intercesión, dijo el prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, añadiendo que incluso el Papa Francisco, en la Misa Crismal de 2018, habló del sacerdote intercesor con respecto al presbítero que está cerca de Dios y del pueblo de Dios.
La intercesión, deber de todo cristiano
"La intercesión, sin embargo, es tarea de todo cristiano", continuó el cardenal Semeraro, señalando que la oración cristiana es siempre, y sobre todo, intercesión por todas las personas y que la oración del cristiano es siempre católica e inclusiva. Al final de su homilía, el purpurado subrayó que la intercesión "es la forma última de responsabilidad cristiana hacia el mundo".
"Cuando, de hecho, no podemos hacer nada más para ayudar al prójimo, nos queda la posibilidad de levantar los brazos a Dios e interceder –continuó– cuando no podemos hacer nada más por la paz, ni siquiera por la reconciliación, nos queda la posibilidad de levantar los brazos a Dios para interceder". La misión de practicar la oración de intercesión, de interceder por los demás, concluyó el cardenal Semeraro, corresponde a todo cristiano y a toda la Iglesia, y especialmente a quienes tienen un papel de responsabilidad, que deben mirar a los demás "con los ojos y el corazón de Dios, con su propia e invencible compasión y ternura".