El presidente de la COMECE dice que lleva a los españoles "muy dentro de mi corazón" Cardenal Hollerich: "Entiendo perfectamente que España e Italia se indignen con la actitud de los políticos del Norte de Europa"

Cardenal Hollerich
Cardenal Hollerich

"Si los países del Norte no aceptan compartir, tanto ahora durante la crisis como, después, para relanzar las economías, es que no han entendido qué significa la Unión Europea"

"No. No tuve ni tengo miedo. De todas formas, hay que morir algún día. Que muera ahora o dentro de cinco, diez o quince años no tiene mayor importancia"

"Después de la muerte de Cristo en la cruz, nunca estamos solos en el momento de nuestra muerte. Jesús está a nuestro lado y nos coge de la mano"

"En estos momentos, Cristo llora por la muerte por coronavirus de cada persona. Es le reacción de Dios ante esta pandemia: llorar con los que sufren y con los que mueren"

"Si somos inteligentes, tenemos que concluir que debemos cambiar de vida"

"El consumismo desenfrenado en el que vivimos hay que frenarlo, no podemos seguir así"

Jean-Claude Hollerich (Luxemburgo, 1958), presidente de los episcopados europeos y arzobispo de Luxemburgo confiesa que no tiene miedo a la muerte, porque Dios está con nosotros y, "en estos momentos, Cristo llora por la muerte por coronavirus de cada persona". Cree, además, que la crisis de la pandemia tiene que "cambiar nuestras vidas" y dejar "el consumismo desenfrenado", al tiempo que se indigna con la actitud de los políticos del Norte de Europa, que "no están a la altura". "Entiendo perfectamente que España e Italia se indignen con la actitud de los políticos del Norte de Europa", dice el purpurado jesuita, que lleva "a los españoles en su corazón".

Monseñor, ¿cómo está viviendo el paso de la pandemia por su vida?

Estuve encerrado durante 14 días, porque un colaborador del arzobispado había dado positivo. Cumplida la cuarentena, el pasado domingo, por primera vez, pude ir de nuevo a la catedral a celebrar la eucaristía. Lógicamente, sin fieles, pero transmitida por streaming. Y me sentí muy contento por poder dirigirme de nuevo a la población católica de Luxemburgo.

Luego, en estos momentos, está haciendo una vida 'normal' en medio de estas circunstancias de confinamiento

Sí, una vida más o menos normal. Atiendo las numerosas llamadas telefónicas y algunas actividades pastorales. Por ejemplo, hoy iré al funeral de un sacerdote que murió, pero no de coronavirus. La verdad es que se trata de una vida marcada por la oración. Tengo mucho más tiempo para la oración y para la reflexión. Es un momento idóneo para acercarse más a Dios, un momento de conversión, un momento para una auténtica Cuaresma.

Catedral de Luxemburgo

¿Tuvo miedo en algún momento antes o después de su confinamiento?

No. No tuve ni tengo miedo. De todas formas, hay que morir algún día. Que muera ahora o dentro de cinco, diez o quince años no tiene mayor importancia. Además, como sacerdote, no tengo familia ni las preocupaciones de un padre, que debe tener miedo a la muerte, al pensar en los suyos. Por lo tanto, estoy absolutamente tranquilo y no tengo miedo.

Pero usted también tiene como pastor la preocupación de todos sus sacerdotes. En España, están muriendo muchos. ¿Y en su diócesis de Luxemburgo?

No, aquí no, porque, desde el principio, el Gobierno puso en marcha reglas muy estrictas. No tenemos eucaristías ni distribución de la comunión. Pero muchos sacerdotes se han vuelto extraordinariamente creativos y se hacen presentes en los nuevos medios y en las redes, para llegar a sus fieles. Y, además, las parroquias se ayudan entre sí, pero siempre respetando las consignas del Gobierno.

¿Qué siente, cuando ve las noticias procedentes de España o de Italia?

Cuando veo esas noticias sobre España o Italia, me duele el corazón. Por eso, me gustaría expresar todo mi solidaridad con España, un país que sufre, que sufre tanto por sus muchos fallecidos. Les puedo asegurar que rezo con toda mi alma por toda esa gente que está sola, que tiene miedo y que se está muriendo. Los llevo a todos muy dentro de mi corazón. A ellos ofrezco la mayoría del tiempo que dedico a la oración.

Traslado de un féretro de un fallecido con coronavirus
Traslado de un féretro de un fallecido con coronavirus Ep

Quizás lo más duro, en efecto, de esta pandemia es la gente que muere sola, sin sus seres queridos al lado, que no pueden ni hacer duelo con un funeral digno

Es un enorme sufrimiento. Primero, para las personas, sobre todo para las más mayores, que no entienden demasiado bien qué es lo que está pasando. Y en segundo lugar, un gran sufrimiento para las familias, por no poder acompañar a los suyos en la hora del adiós. Pero, al mismo tiempo, tienen que saber que no están solos. Que están en las manos de Dios. Porque, cuando morimos, nos refugiamos todavía más a las manos de Dios.

Por eso, éste es también un desafío para nuestra fe: entender que, después de la muerte de Cristo en la cruz, nunca estamos solos en el momento de nuestra muerte. Jesús está a nuestro lado y nos coge de la mano. Es algo en lo que creo profundamente y no quisiera que esto se entendiese como un consuelo fácil y ligero, sino como un consuelo que procede de lo más profundo de nuestra fe cristiana.

¿Entonces, Dios está ahí, en medio de esta pandemia?

Sí, Dios está a nuestro lado. De hecho, yo le siento muy cerca y me emocionó muchísimo el evangelio del domingo pasado, en el que Cristo llora la muerte de su amigo Lázaro. En estos momentos, Cristo llora por la muerte por coronavirus de cada persona. Es le reacción de Dios ante esta pandemia: llorar con los que sufren y con los que mueren. Dios envió a su Hijo para ser crucificado y para que nunca volviésemos a estar solos. Y así como Lázaro resistió, también a nosotros nos llama a la vida, ya sea aquí en la tierra o en el cielo. Dios nos llama a la Vida. Y vuelvo a repetir que esto no es un consuelo facilón. Creo que la crisis del coronavirus nos sitúa en el núcleo de nuestra fe.

DIos y el coronavirus
DIos y el coronavirus

¿Cómo puede demostrar la gente de Iglesia (obispos, clero y laicos) que está cercana al sufrimiento y al dolor de la sociedad?

Es algo muy difícil y complicado. No sé qué es lo que el clero está haciendo en España, pero, en general, el clero se encuentra con las manos atadas. No puede hacer todo lo que quisiera hacer. Por otra parte, creo que la vocación del sacerdote es una vocación de rezar por la gente. Les acabo de mandar a mis sacerdotes una carta con la imagen de Moisés, que no participa en la batalla de su pueblo, sino que sube al monte a rezar. Y reza durante tanto tiempo que necesita de dos personas para que le sostengan sus brazos abiertos durante la oración. Y su oración es eficaz. Lo que estamos viviendo no es una oportunidad para que los sacerdotes descansen y se relajen, sino para que recen sin descanso e intensamente por los suyos, por la gente que tienen encomendada, por la gente que muere en el hospital, por las familias, por los que no encuentran ya sentido a sus vidas, por los desesperados y por los jóvenes que no entienden este mundo tan baqueteado. El cura tiene que suplicar al Señor en nombre de todos.

¿Cómo es posible que algunos clérigos (incluidos ciertos altos cardenales) sigan diciendo que el coronavirus es un castigo de Dios?

Habría que preguntárselo a ellos. Ésa es una actitud que procede del Antiguo Testamento. Yo me siento del Nuevo Testamento. Yo creo que Dios mandó a su Hijo para curarnos del pecado. Mi imagen de Dios es la del Dios misericordioso, que tiene siempre los brazos abiertos, que sufre por nuestras penas. No creo en absoluto en un Dios vengativo. Y, en cualquier caso, hay tantos inocentes que mueren y tantos pecadores que se libran de la muerte...Además, lo que sí sabemos es que todos somos pecadores y que, sin embargo, Dios no nos rechaza, al contrario nos quiere. ¿Cómo se puede decir, pues, que el pecado del otro es mayor que el mío?

¿Esta pandemia pone a prueba nuestro nivel de conciencia?

Evidentemente, porque, si somos inteligentes, tenemos que concluir que debemos cambiar de vida. A veces vivimos nuestra fe cristiana desde las costumbres: vamos a misa, porque hay que ir a misa. Pero, ¿vivimos realmente en misa el misterio de la Pascua de Cristo, de su muerte y de su Resurrección? Creo que es una llamada a los cristianos a vivir más profundamente el núcleo de nuestra fe.

Consumo y coronavirus

¿Y a nivel social?

También hay muchas cosas que deben cambiar. Hemos sucumbido a una sociedad consumista e individualista. Miremos, en primer lugar, el individualismo. Estamos viendo que los individuos solos no son capaces de salir adelante en tiempos de crisis. Necesitamos estructuras de solidaridad. Y la primera es la familia. Por eso, espero que la familia saldrá reforzada y espero también que todos los políticos sabrán legislar en favor de la familia. A continuación, las relaciones de vecindad. Recuerdo que, en mi infancia, los vecinos éramos solidarios. Hoy, los vecinos casi no se relacionan. Es necesario, pues, volver a estructuras sociales solidarias, que nos ayuden en tiempos de crisis.

¿Y el consumismo?

El consumismo desenfrenado en el que vivimos hay que frenarlo, no podemos seguir así. Estamos comprobando que la felicidad no estriba en el consumo. Además, un mundo menos consumista, con menos lujo y despilfarro por nuestra parte, puede ayudar a nuestros hermanos en los países más pobres del mundo. Creo que también hace falta una economía más local, en la que lo global y lo local se junten. Hace falta, pues, una transformación y espero que esta crisis, que es una auténtica crisis, nos permita cambiar. Pero todos estos cambios no se realizarán sin un cambio en nuestro propio corazón y sin conversión personal. Si cada uno de nosotros se convierte y mucha gente hace lo mismo, creo que la política y la economía no tendrán más remedio que seguir este mismo camino.

¿Cree, pues, que saldremos de esta crisis distintos, más cívicos y solidarios o la lección se nos olvidará pronto?

La gente que sobreviva será mejor. Las crisis en sí misma es un mal y un mal terrible, porque hay gente que está muriendo y mucha gente que está sufriendo. Pero también sabemos que la vida renace de las cenizas. Y podemos y debemos sacar lecciones de esta tragedia, que quizás nos permitan entrever la catástrofe que podíamos vivir en un futuro cercano, especialmente la ocasionada por el cambio climático, que no estamos tomando en serio. Hay que cambiar de vida.

Oración en familia
Oración en familia

En el ámbito eclesial, ¿no tendremos que replantearnos la forma de administrar los sacramentos? Por ejemplo, ¿no cabría la confesión por videoconferencia?

La misa sin pueblo es algo que muchos liturgistas no ven con buenos ojos. Y sin embargo, ¡qué consuelo para la gente saber que, cuando suenan las campanas, se celebra la eucaristía y se pueden unir a ella en comunión espiritual! A veces, minusvaloramos la dimensión sacrificial de la misa en aras de la otra dimensión de la mesa compartida. Las dos son importantes. En cuanto a la confesión, se puede dar la absolución general, asi como la indulgencia plenaria. Creo que la absolución por videoconferencia no es posible. Hace falta una presencia. Pero se puede dar la absolución en el momento en que alguien es llevado al hospital o el sacerdote puede absolver, mientras recorre el pasillo de un hospital. No soy especialista en este tema, pero creo que confesar por skype abre la puerta a todos los abusos posibles. Lo que sí tenemos que tener claro es que Dios perdona siempre. Incluso si muero solo y digo 'perdóname, Señor', el Señor perdona.

¿La Iglesia católica va a salir perjudicada o reforzada de esta crisis?

Depende de los países. En Luxemburgo, por ejemplo, hay mucha gente que antes no se declaraba religiosa y que, sin embargo, da al 'me gusta' en los mensajes eclesiales de sacerdotes y obispos, sobre todo cuando mencionan a Nuestra Señora de Luxemburgo, patrona de los afligidos, quizás recordando la fe de su infancia, que habían perdido y que, en tiempos de crisis, regresa. Pero, al mismo tiempo, hay gente que se siente abandonada por la religión y por la Iglesia. Ya veremos. En cualquier caso, tenemos que estar muy atentos y vigilantes para estar lo más cerca posible de la gente, cuando las medidas sanitarias lo permitan.

¿El papel del Papa, desde Roma, ayuda en este sentido?

Muchísimo. El Papa es el párroco del mundo. La oración que celebró en la Plaza de San Pedro vacía fue un auténtico consuelo para todo el mundo. Francisco tiene un enorme corazón de pastor y, cuando miramos su rostro, vemos que sufre con los sufrimientos de la gente.

Papa solo en San Pedro
Papa solo en San Pedro

En España se dice que el Norte de Europa está siendo egoísta en esta crisis y no quiere ayudar al Sur. ¿Qué piensa usted?

Está habiendo mucha ayuda, lo que pasa es que creo que los políticos europeos no están a la altura. Entiendo perfectamente que España e Italia se indignen con la actitud de los políticos del Norte de Europa. Hace falta algo más que ayudas puntuales; se necesitan grandes iniciativas de solidaridad. Sabemos que todas las grandes epidemias que hubo en el mundo dejaron profundas huellas en la memoria colectiva cultural. Conservamos iglesias y capillas e imágenes que recuerdan las pestes pasadas en Europa. Estoy seguro de que la actual pandemia también dejará una huella profunda en la memoria colectiva. Y, si la Unión Europea no se muestra más solidaria, la gente la abandonará y, además, sentirá que la solidaridad europea es sólo una bella palabra, pero nada más. Por lo tanto, no se trata de hablar de los valores europeos, sino de vivirlos y, sobre todo, de vivir la solidaridad. Y eso incluye el compartir. Y si los países del Norte no aceptan compartir, tanto ahora durante la crisis como, después, para relanzar las economías, es que no han entendido qué significa la Unión Europea.

Antes de la crisis, estuvo usted visitando a los refugiados de Lesbos y denunció su penosa situación. Imagino que los sigue llevando en su corazón

Sí, ahora mismo Lesbos es una herida terrible para la Unión Europea y para toda la gente que cree en sus ideales y en sus valores. Son decenas de miles de personas que viven hacinadas en campos construidos para mucha menos gente, con condiciones higiénicas catastróficas. Pero si el coronavirus entra en esos campos, los refugiados caerán como moscas en Europa, en Europa. En esta Europa que habla sin parar de los derechos humanos. En Europa. Es una situación insostenible. Incluso el secretario general de la ONU hizo un llamamiento, para que se construyan rápidamente campos de refugiados en Grecia, para que la gente puede vivir de una forma digna, que les permita no caer en las garras de esta pandemia.

¿Seguirá rezando por España?

Por supuesto. Mi saludo más cordial a todos los españoles. Siento muchísimo y me duele en el alma la situación de España. Les llevo en mi corazón y les deseo que ganen cuanto antes la batalla contra la pandemia.

Coronavirus en Lesbos
Coronavirus en Lesbos

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