Ramón Alario, Tere y Andrés o Julio José Pinillos reflexionan sobre el celibato y los 'viri probati' Curas casados, ante el Sínodo de la Amazonía: entre la esperanza y la decepción

El Papa, con un grupo de curas casados
El Papa, con un grupo de curas casados RD

"Nos sabe a poco. Nos suena a remedios caseros y puntuales", lamentan Tere y Andrés, del MOCEOP

“Esperanza de baja intensidad”. Así es como han recibido Andrés y Tere, del Movimiento por el Celibato Opcional (MOCEOP) el anuncio de que el Sínodo de la Amazonía incluirá, por primera vez en la historia contemporánea de la Iglesia, una petición explícita para el Papa: la ordenación sacerdotal de hombres casados. En principio, una solicitud muy específica para la Amazonía, pero que, de aprobarse, no tardaría en llegar a otros rincones de la Iglesia.

“Nos parece un paso adelante, algo positivo el solo hecho de plantearse. El espíritu de Francisco se nota”, sostiene este matrimonio, que desde hace décadas lucha por acabar con ese “muro infranqueable” que aún hoy supone el sacerdocio únicamente para hombres célibes.

“Hacer que la maquinaria pesada de la organización eclesial se mueva de su inmovilidad tradicional es esperanzador, aunque sea por razones de necesidad y subsistencia. Nos parece que es un principio de algo más, intentos de abrir caminos nuevos y necesarios”,apuntan Tere y Andrés, que sin embargo lamentan que la posible solución “nos suena a remedios caseros y puntuales”.

“Nos sabe a poco. Hay que ir más lejos”, añaden, para acabar con las “excepcionalidades”. Además, “nos chirría y nos parece discriminatorio plantear la ordenación de " viri probati" y no de "mulieres probatas", cuando en las comunidades cristianas, no solo "remotas" sino  en todas, las mujeres son las grandes colaboradoras”.

A su vez, desde MOCEOP se preguntan si es necesario “ordenar”, o sea, “conceder el orden sacerdotal” a personas concretas. “Nos parece mejor  que las comunidades elijan y designen a las personas idóneas para los distintos ministerios que precisen y que luego la autoridad eclesiástica ( obispos, Papa) los habilite para dicha misión. La ordenación lleva en sí un añadido de casta y poder que no hace falta en la comunidad de iguales. Refuerza el clericalismo, que el mismo Francisco denuncia”.

Tere y Andrés, del MOCEOP

“Como miembros de MOCEOP nos sentimos igualmente esperanzados, de que de algo habrá servido nuestra larga lucha, pero nos disgusta que lo de la obligatoriedad del celibato siga siendo un muro infranqueable. ¿De qué tendrá tanto miedo la jerarquía? ¿Sin curas célibes la Iglesia se derrumba?”,concluyen Andrés y Tere, que no obstante confían en que “el Espíritu sople más y se le escuche mejor”.

Julio Pinillos: La primacía de la comunidad

Por su parte, José Julio Pinillos, histórico cura obrero, casado y con hijos, que sigue ejerciendo como lo que siempre ha sido, un sacerdote de la Iglesia, sospecha que el Sínodo “va a recuperar la importancia de la comunidad, nacida y comprometida decididamente con su hábitat y su entorno”, desde “un Evangelio vivo, meditado y celebrado con calor; acostumbrada a decidir en grupo y junto a líderes naturales”.

Pinillos es bastante más optimista que sus compañeros, y augura una “nueva forma de ministros” en la Iglesia, organizados como “servidores de la comunidad” por su modo de ser y de servir; “que ganan su vida con su trabajo, con familia y hogar propios –si así lo ve la pareja-”; que “surgen de las propias comunidades, corresponsables toda ella y con capacidad de decisión en equipo”.

Pinillos
Pinillos

De cara a la Vieja Europa, reflexiona, “habrá que esperar; y, mientras tanto procurar que se vaya haciendo realidad un tipo de comunidad donde se logren diálogos y consensos”, y en la que “cada vez se sienta más que la Iglesia es toda ella ministerial-servicial y que ningún ministerio tiene que ir ligado al poder, lejos del clericalismo, en la línea que apunta el Vaticano II y el papa Francisco”.

Ramón Alario: Una solución a corto plazo y limitada

Finalmente, Ramón Alario, que fue cura durante 13 años, y ahora vive, como cura casado, “felizmente secularizado”, ha recibido el anuncio “con una mezcla de agrado y decepción”. Así, considera que, con el Instrumentum Laboris “se abre una puerta a la cerrazón que impera en torno al colectivo clerical (masculino y célibe), y eso siempre aportará un cierto avance”, pero “de nuevo se pierde una ocasión estupenda para abordar el tema de la escasez de servidores de la comunidad de creyentes en Jesús de Nazaret con toda la radicalidad que el problema merece”.

La posibilidad de abrir el sacerdocio a hombres casados en la Amazonía es “una solución a corto plazo y muy limitada: desde una iglesia que sigue pensándose y viviendo en torno a la jerarquía”, y continúa sin contar con la comunidad. Por varias razones:

“Se ignora toda la experiencia creyente acumulada por los movimientos de curas casados existentes por todo el mundo. Ni se nos ha consultado ni se ha tomado en cuenta nuestra aportación, que va mucho más al fondo cuestionando todo un estilo de vida y de ministerio más centrado en la vida que en el culto”

En segundo lugar, porque “no se rompe esa barrera generada en torno al cura, que le transforma en un ser aparte, selecto y dedicado por vida a las cosas del espíritu. Se mantiene en consecuencia ese estatus superior del cura, dotado de poder, que da lugar y fundamenta el clericalismo y que tanto mal hace a la comunidad eclesial (abusos, pederastia, manipulación…)”.

Dos clases de curas: 'los de verdad' y los de 'Segunda División'

Con mucha probabilidad, augura, “se abrirá en las comunidades una doble categoría de presbíteros: los de verdad, de toda la vida, los célibes, los preparados, frente a los elegidos para salir de una situación de emergencia, los casados, los de segunda división”. Y, mientras tanto, “la mujer de nuevo continuará con toda seguridad relegada a servicios ministeriales no ordenados, de tercera y cuarta categoría podríamos decir”.

Por ello, Ramón Alario lamenta que “se pierda una oportunidad de caminar, aunque sea muy lentamente, hacia unos presbíteros que compartan plenamente la vida de cualquier comunidad, servidores y servidoras  escogidas en ella misma y preparados para un ministerio sin necesidad de ser personas diferentes venidas de fuera y formadas para ser distintas y superiores”.

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