(Vatican News).- Lleva trece años como nuncio apostólico en Damasco, pero el cardenal Mario Zenari sigue sin acostumbrarse al escenario de laceración y pobreza que ha desfigurado el rostro de Siria.
El purpurado se encuentra en Roma para asistir a la sesión plenaria de la Roaco, la Reunión de las Obras de ayuda a las Iglesias, donde recuerda que es un "veterano". El sábado 18 de junio por la mañana – relata a los medios de comunicación del Vaticano desde la Casa Santa Marta – se reunió con el Papa, “a quien encontré en buen estado”: Y le “llevé el saludo de los fieles y de los obispos, pero también el sufrimiento, el mucho sufrimiento de la población".
¿Qué situación viven los sirios?
Siria sigue siendo una de las crisis humanitarias más graves del mundo. Basta con decir que, además de las innumerables muertes que ha causado este conflicto, hay unos catorce millones de personas, de los veintitrés millones que había antes, que están fuera de sus casas, fuera de sus pueblos, fuera de sus ciudades. Por otro lado, unos siete millones son desplazados internos, que a veces viven bajo los árboles o en tiendas de campaña a la intemperie.
¿Hay alguna señal o esperanza de mejora?
No, por el momento no se ve la luz al final del túnel. No se ve ninguna reconstrucción, no hay arranque económico a la vista. Con la guerra en Ucrania, la cuestión del levantamiento de las sanciones se ha vuelto aún más problemática. Sobre todo, están las sanciones de la Unión Europea y las de Estados Unidos, que son aún más duras y castigan a quienes quieren ir a Siria a reconstruir, a reiniciar la economía.
Especialmente los jóvenes que se esfuerzan por emigrar y nos piden que los ayudemos a salir. Esto representa también un dolor particular para las Iglesias locales que han visto como más de la mitad de los cristianos se han ido, en algunos casos incluso dos tercios. También es perjudicial para la propia sociedad siria, porque, como siempre he dicho, los cristianos, con su espíritu abierto, universal y emprendedor, con su compromiso con la educación y la salud, son verdaderamente solidarios con todo el país. Tras dos mil años de historia, ahora están desapareciendo. Su ausencia o su partida forzada es una herida para todos.
Hace exactamente un año, Eminencia, usted denunció ante nuestros micrófonos que, una vez cesado el estruendo de las armas, estalló en Siria otra "bomba", la de la pobreza. ¿Ha empeorado la situación también en este aspecto?
Se ha agravado y está empeorando, como demuestran ciertas escenas en Damasco u otras ciudades en las que se ven colas de personas frente a las panaderías que venden a precios establecidos por el Estado. Ni siquiera se vieron durante la guerra. Significa que la gente no tiene dinero para comprar comida y va a estas panaderías donde compra pan por cien liras sirias en lugar de mil... Es realmente impresionante.
Luego no hay gasolina, es una lucha enorme poder conseguirla y pensar que Siria tiene varios pozos de petróleo que cubrían una buena parte de las necesidades nacionales. Y, además, no hay gasóleo: las personas no tenían combustible para encender sus estufas durante el invierno, que, como he dicho, fue muy duro.
Piensen que, durante la Cuaresma, tuve tres parroquias de Italia que me ofrecieron ayuda y se me ocurrió que en Siria hay comedores sociales que distribuyen comidas calientes a las familias. Estaba muy contento, les dije: recaudamos entre diez y veinte mil euros, podemos aumentar el número de personas y también el servicio, hacerlo cuatro veces por semana en lugar de tres. Me contestaron: en realidad tuvimos que reducir de tres a dos. ¿Y por qué? Porque no hay gas para cocinar. Comprendan que se trabaja en un campo de minas. Hay dinero, como en este caso, pero faltan los bienes para las necesidades básicas. Por eso digo que no hay salida.
El Papa, en numerosas intervenciones recientes, denunciando la tragedia en curso en Ucrania, ha instado a no olvidar las otras guerras existentes en el mundo. Y Siria es uno de los primeras...
Sí, Siria ha sido efectivamente olvidada. Ha desaparecido del radar de los medios de comunicación internacionales. No es sólo por el conflicto de Ucrania, incluso antes vino el Covid-19 y la crisis financiera de los bancos en el Líbano, que, por cierto, fue un golpe para Siria, ya que todos, incluso las Iglesias que reciben ayuda humanitaria, habían depositado dinero en los bancos libaneses.
Desde hace años es difícil transferir dinero y, sobre todo, recibirlo. Además, la ayuda de las agencias humanitarias cristianas está disminuyendo: siguen ocupándose de Oriente Medio, pero está claro que la urgencia ahora es Ucrania. Además, sólo queda un corredor humanitario de los cuatro que había hasta hace dos o tres años: dependen de resoluciones del Consejo de Seguridad que están sujetas a veto.
¿Nota cierta disparidad en la ayuda y la atención de la comunidad internacional? ¿Quizás, tras doce años de guerra en Siria, se ha impuesto lo que el Papa llamó "costumbre"?
Yo diría que sí, que hay una diferencia. Los países occidentales que pueden ayudar tienen una crisis en casa, por lo que su ayuda a Ucrania es probablemente más importante. Al igual que la atención política. Oriente Medio se encuentra en una zona de agitación que dura desde hace años... Siria, en particular, está realmente desgarrada. Cinco ejércitos de cinco poderosas naciones siguen enfrentados entre sí. Así que también es un lío político.
En algunas regiones decía que, incluso, se comenzó a utilizar una moneda diferente. ¿Cuán profundas son estas divisiones?
Sí, entre los cinco ejércitos que he mencionado, uno ha entrado sin ser llamado: es el ejército turco. Ha ocupado una franja en el norte de Siria, estacionándose en particular en una zona de la provincia noroccidental de Idlib. Algunas infraestructuras, como los operadores telefónicos, las proporciona Turquía, y desde hace tiempo también se utiliza la moneda turca. Luego está el noreste, que está bajo la influencia y administración de los kurdos, que tienen los pozos de petróleo. Y también hay una parte del ejército americano allí.
Israel también realiza regularmente ataques contra objetivos militares de Hezbolá o Irán. La semana pasada bombardearon por primera vez la pista del aeropuerto de Damasco. No olvidemos tampoco que algunas parcelas están ocupadas por bandas criminales o restos de Daesh.
Usted es nuncio en Damasco desde el 2008. Unos buenos trece años...
Sí, soy el más veterano de los representantes papales y el decano del cuerpo diplomático.
Ante todo lo que ha descrito, un panorama cuanto menos desalentador, ¿ha pensado en irse o pedir un traslado? ¿Qué es lo que todavía lo mantiene ligado?
Justo el sábado por la mañana estuve hablando de ello con el Santo Padre, que me animó mucho y me recordó que hace seis años hizo un "regalo" a Siria con un nuncio que es cardenal. La situación es ciertamente difícil, hay problemas políticos, diplomáticos y humanitarios, pero siento una responsabilidad. Debería haber sido emérito hace ya un año, pero precisamente por este regalo del Papa sigo adelante. Al menos mientras Dios quiera y me conceda la salud.