Misiones Salesianas y Jóvenes y Desarrollo presentan el documental “Palabek. Refugio de esperanza” Ubaldino Andrade: “La peor enfermedad de los campos de refugiados es el no saber qué hacer”
Palabek, en el Norte de Uganda, significa “guarda la espada y no pelees” y es uno de los 20 asentamientos que existen en la frontera de Uganda con Sudán del Sur
El misionero salesiano vive en carne propia las dificultades de una realidad tan violenta, en la que escasean el alimento, el agua y la seguridad
A la tía de Gladys la violaron entre 8 soldados y la joven no pudo ni hacer el equipaje antes de, simplemente, correr y salir de su país
A la tía de Gladys la violaron entre 8 soldados y la joven no pudo ni hacer el equipaje antes de, simplemente, correr y salir de su país
| Lucía López Alonso
Misiones Salesianas y Jóvenes y Desarrollo han presentado esta mañana el documental “Palabek. Refugio de esperanza”, realizado por Raúl de la Fuente. No es la primera vez que este director, que ha sido premiado en los Goya y cuenta con reconocimiento internacional, pone su creatividad al servicio de la lucha salesiana por los derechos humanos, rodando en sus proyectos sociales y visibilizando, así, una parte de la Iglesia que no tiene nada que ver con la cómoda, ñoña y desviada que tantas veces abusa de su poder.
El documental lleva el nombre del último asentamiento de refugiados procedentes de Sudán del Sur que se ha creado en Uganda, su país vecino, para acoger a quienes huyen de la guerra sudanesa. Comenzada apenas dos años después de la independencia del país en 2011, “la venden como una guerra étnica, pero en realidad es una guerra de poder”, ha declarado en la presentación Alberto López, de Misiones Salesianas. Palabek, en el Norte de Uganda, significa “guarda la espada y no pelees” -parece que su historia ya otras veces ha estado relacionada con el deseo de paz- y es uno de los 20 asentamientos que existen en la frontera de Uganda con Sudán del Sur. Lección de acogida para Occidente, “sólo el año pasado Uganda recibió el doble de personas de las que llegaron a toda Europa de manera irregular por mar”.
Con capacidad para 150.000 personas cuando fue abierto por ACNUR y la OPM de Uganda, “dos años después de su apertura alberga ya a más de 40.000”, explica Cristina Bermejo, portavoz de Jóvenes y Desarrollo. En la situación más dramática, se trata de personas que han huido con lo puesto, de repente, cuando las tropas rebeldes han llegado a sus poblados y han empezado a quemar casas y a matar. Pero también muchos sudaneses están buscando refugio contra el hambre, que siempre está implícita en los conflictos armados.
Lección de acogida para Occidente, “sólo el año pasado Uganda recibió el doble de personas de las que llegaron a toda Europa de manera irregular por mar”
El padre Uba no regresa a ningún lugar
El salesiano Ubaldino Andrade, nacido en Venezuela, posee una trayectoria vital absolutamente vinculada a las periferias. De una misión con las poblaciones indígenas de la Amazonía pasó a África, donde se desarrolló en un proyecto de atención a niños soldado, en Sierra Leona. Después dirigió un programa para niños de la calle en Ghana y finalmente fue enviado, en 2017, a la misión salesiana en el asentamiento de Palabek.
“Los primeros salesianos llegaron a Palabek por casualidad o curiosidad, para ver lo que ocurría, pero los propios refugiados les pidieron que se quedaran. Ahora somos seis salesianos en el asentamiento”, cuenta el padre Ubaldino, que ha viajado a Madrid para la presentación del documental. “Los salesianos somos la única institución que vive y duerme allí”. Tanto desde fuera como desde dentro de la pantalla, Ubaldino Andrade (al que en Palabek todos conocen como el padre “Uba”) habla con el rigor de quien efectivamente no visita el asentamiento de 9 a 17h, sino del que vive en carne propia las dificultades de una realidad tan violenta, en la que escasean el alimento, el agua y la seguridad. Porque en eso consiste ser misionero: “Los salesianos no regresamos a ningún lugar. Nuestra comunidad está entre ellos”.
Y así se le ve en las imágenes del documental: compartiendo con las familias refugiadas el baile, el arroz y la salsa de pescado. Recibiendo mucho de los que tienen tan poco. Y compartiendo también el incómodo camino hasta los puntos de distribución de agua y mantas o ese estado de provisionalidad que provoca vivir en un asentamiento de refugiados. Pero sobre todo esos 30 metros cuadrados de esperanza que diferencian Palabek (en un asentamiento hay libre movilidad y se entregan las herramientas para que las familias se construyan sus casitas) de un campo de refugiados. “La peor enfermedad de los campos de refugiados es el no saber qué hacer”, lamenta Andrade.
Gladys y Alice: las ganas de vivir
Las protagonistas de “Palabek. Refugio de esperanza” son dos jóvenes sudanesas que sí supieron qué hacer. Que no se dejaron paralizar por el miedo y encontraron fuerza para recomenzar. Alice perdió a su padre, a su hermano… y no se reencontró con su bebé y su madre, a los que también daba por perdidos, hasta bajarse del autobús que la trasladó al asentamiento de Palabek. A la tía de Gladys la violaron entre 8 soldados y la joven no pudo ni hacer el equipaje antes de, simplemente, correr. ¿Cómo seguir adelante después de tanta destrucción? Promoviendo “un espacio donde los jóvenes sepan que hay una persona”, dice el padre Uba. Humanizando ese lugar de profunda tristeza que es un asentamiento de refugiados.
Por eso los salesianos, en apenas seis meses, construyeron cuatro escuelas infantiles y la Escuela Técnica Don Bosco en Palabek, donde más de mil jóvenes como Gladys y Alice estudian costura, mecánica, agricultura o peluquería. Lo hacen por ellas, para su bienestar, pero también por sus hijos. “La paz de una familia comienza en la mente, en la educación”, dice una profesora, en el documental.
“Tengo claro que tengo que saber arreglar la moto por si se estropea cuando viajo”, confiesa Gladys, que es la única mujer en el taller de mecánica de la escuela salesiana. Sus ganas de vivir casi se materializan en los planos del documental en los que se la ve conduciendo su moto. Paralelamente, Alice mece las suyas mientras baila -con un vestido blanco en la oscuridad de la noche- una melodía que queda eclipsada por el sonido del estallido de las bombas… Sí, la guerra está ahí, en los recuerdos de los habitantes de Palabek, y lo ha destruido prácticamente todo. Pero personas como Alice y Gladys reconstruirán, algún día, la paz en Sudán del Sur.