Discernir, fomentar, servir el bien que hay
"Empezar por lo bueno que hay, fomentarlo, servirlo y tratar de construir de verdad. Aquí se encuentra gente con la que se puede construir": esto es, en síntesis, lo que persigue esta mujer, para quien la encíclica "Fratelli tutti" representa una inspiración continua, hasta el punto de releer el punto 77:
"Cada día se nos ofrece una nueva oportunidad, una etapa nueva. No tenemos que esperar todo de los que nos gobiernan, sería infantil. Gozamos de un espacio de corresponsabilidad capaz de iniciar y generar nuevos procesos y transformaciones. Seamos parte activa en la rehabilitación y el auxilio de las sociedades heridas. Hoy estamos ante la gran oportunidad de manifestar nuestra esencia fraterna, de ser otros buenos samaritanos que carguen sobre sí el dolor de los fracasos, en vez de acentuar odios y resentimientos. Como el viajero ocasional de nuestra historia, sólo falta el deseo gratuito, puro y simple de querer ser pueblo, de ser constantes e incansables en la labor de incluir, de integrar, de levantar al caído [...]".
-¿Cuál es la imagen que lleva dentro desde su primera llegada a este país y que representa el rasgo humano más destacado de este pueblo?
-El país ha cambiado mucho desde que llegué en 2002. Pero me gustaría decir que lo más bonito e interesante de este país, y que noté desde el principio, es la posibilidad de diálogo y cruce de culturas impresionante. Diferentes religiones y culturas, que son la verdadera riqueza que no debe darse por sentada y no debe perderse. Encontré mucha gente dispuesta a conocerme por lo que era -no hablaba ruso, católica- y a construir conmigo. Conviví cada día con musulmanes, ortodoxos, ateos, kazajos, coreanos... y también gracias a ellos profundicé en mi identidad.
Cuando llegué, era un lugar muy diferente a los que estaba acostumbrada a vivir -extensas estepas, pocas ciudades, huella de tipo soviético-, pero la gente estaba dispuesta a dialogar. Realmente se convirtieron en muchos hermanos y hermanas, tantos hijos. Realmente tanta gente diferente que vive junta, construyendo relaciones. Con la guerra tan cercana [en Ucrania, ed] y preocupantemente prolongada, con todo lo que pasó aquí con la crisis económica del pasado enero, que esta convivencia se mantenga es algo especial.
-La fraternidad es precisamente lo que se quiere relanzar con el Congreso de los líderes y de las tradiciones religiosas en el que participa el Papa Francisco. ¿Cuáles son las expectativas?
-La presencia del Papa es un gran regalo. Mis amigos kazajos y yo lo esperamos tanto. Como se espera a un maestro, a un padre, a un gran hombre al que se ha admirado en los últimos años, capaz de abrir nuevos caminos, de amar a la gente y muy deseoso de paz y esperanza, que es lo que la gente necesita tan extremadamente. Lo esperamos con gratitud y alegría. Tengo curiosidad por saber qué nos dirá, qué dirá también a los muchos que vendrán, desde Rusia y más allá. Creo que es una gran señal en este momento de la historia.
-Ha mencionado la crisis económica y social de la que fue testigo, ¿cómo es la situación actual?
-Fueron acontecimientos dramáticos, semanas en las que la gente estaba muy asustada. El mundo tiene la capacidad de olvidar las cosas rápidamente... pero ciertamente después de enero, la gente ha cambiado. Es aguda la falta de esperanza, la sensación de inseguridad, el miedo.
No entraré en el análisis histórico-político, pero quiero decir que ciertamente hay cuestiones serias y no resueltas aquí que deben ser abordadas. Todavía queda mucho por hacer en materia de educación, por ejemplo, en materia de salud, también son necesarios cambios reales en el ámbito de los derechos humanos.
Al recorrer las escuelas con nuestros niños, a menudo nos entristece ver la pobreza exagerada en las afueras de las ciudades, o los alumnos que asisten a tres turnos porque las escuelas no son suficientes, o el sistema sanitario y penitenciario que no se preocupa realmente por las personas…
Sin embargo, creo que hay que ver los problemas que existen y no detenerse demasiado en quejas estériles o en ideologías que al final acaban empeorando la situación en lugar de mejorarla. En este sentido, creo que debemos tener una postura diferente, y en esto la encíclica del Papa Fratelli tutti -que sentimos muy nuestra aquí- es de gran ayuda.
-¿Qué está construyendo con el proyecto Masp?
-Comenzó en 2002 y a lo largo de los años hemos intentado trabajar siempre partiendo de las necesidades que vemos al estar con la gente. Hoy en día trabajamos en actividades de educación social dirigidas a menores y jóvenes con dificultades materiales y sociales. Hacemos mucha orientación vocacional para adolescentes y jóvenes con discapacidad; realizamos actividades de ayuda psicofísica para menores de 0 a 12 años, y también ayudamos materialmente a 180 familias necesitadas gracias al apoyo a distancia de Avsi.
En los últimos cuatro años hemos abierto algo que me gusta mucho: es un pequeño negocio en el que diez chicas con discapacidades trabajan en la costura y en el trabajo con lana hervida. A lo largo de los años hemos cuidado mucho de estas chicas y hoy trabajan en el centro. También da mucha esperanza a los padres.
-¿Qué historias tienen sus niños?
-Tienen situaciones familiares graves, algunas también están relacionadas con problemas de adicción de los padres. Intentamos, en la medida de lo posible, mantenerlos dentro del contexto familiar en el que viven. Cuando no es posible, son separados de las familias, pero siempre intentamos seguirlos. Incluso cuando llegan a la mayoría de edad tratamos de no abandonarlos. Es esta cercanía la que sentimos que se nos exige. Para mostrarles que es posible vivir y que no están solos. Lo que me llama la atención aquí, como dije antes, es que a pesar de las diferencias tenemos el mismo corazón y la misma necesidad de ser queridos y amados.
-¿Hay alguna historia en particular que todavía le conmueva y sea emblemática de esta regeneración?
-Las personas con las que trabajo, mis colegas. Hay cinco o seis personas en particular que siento como hermanas. Una uigur, una rusa y una kazaja. Me parece que ante la vida tenemos una actitud muy similar en muchas cosas importantes. Perdí a mi padre durante la pandemia, hace dos años, todo estaba bloqueado y él estaba en Italia, yo estaba aquí. Ese día estaba en el trabajo distribuyendo paquetes de comida y mascarillas. Cuando, tras la llamada de mi hermana, le dije a mi amiga musulmana que mi padre había fallecido, me preguntó: ¿qué quieres hacer? Le contesté que quería rezar el rosario. Y rezó el rosario conmigo. Cosas así son las que realmente cambian el mundo.
"Cuando, tras la llamada de mi hermana, le dije a mi amiga musulmana que mi padre había fallecido, me preguntó: ¿qué quieres hacer? Le contesté que quería rezar el rosario. Y rezó el rosario conmigo. Cosas así son las que realmente cambian el mundo"
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