Reivindicaciones sociales en un Día de Europa marcado por la emergencia del Covid-19 Los jesuitas piden a la UE "no volver a la vieja normalidad" y los trabajadores cristianos reclaman "acción conjunta"
Los jesuitas piden a las instituciones europeas "que reconsideren el modelo actual de globalización para que encarne una solidaridad efectiva con los pobres"
"Estamos tan estrechamente vinculados entre nosotros a todos los niveles que, sin saberlo, tenemos el poder de hacernos tanto un inmenso bien como un inmenso daño"
El Movimiento de trabajadores cristianos destaca la centralidad del trabajo para el cuidado de la sociedad, exigiendo políticas para un empleo digno y, para quienes no lo puedan lograr, "rentas vitales suficientes"
El Movimiento de trabajadores cristianos destaca la centralidad del trabajo para el cuidado de la sociedad, exigiendo políticas para un empleo digno y, para quienes no lo puedan lograr, "rentas vitales suficientes"
| Redacción
En el día en que se conmemora la paz en Europa, la Conferencia jesuita de Provinciales Europeos ha llamado a la solidaridad con los más pobres publicando un comunicado dirigido a las instituciones europeas. Del mismo modo, el Movimiento de trabajadores cristianos de Europa ha hecho públicas sus demandas para enfrentar el desempleo en la crisis de la pandemia.
Mensaje de la Conferencia Jesuita de Provinciales Europeos a las instituciones de Europa
Este año, la gran proclamación de la Pascua resonó en las iglesias vacías. La celebración de la inseparable cercanía de Dios a la humanidad, lograda de una vez por todas en Jesucristo, fue transmitida a un pueblo incapaz de reunirse como un cuerpo, y menos aún de disfrutar del calor humano de un abrazo, todo porque un virus había hecho que la proximidad física fuera potencialmente letal.
Sin embargo, el poder de la cercanía de Dios con nosotros nos anima a mantener un espíritu de cercanía entre todos los seres humanos. De hecho, como cristianos, nos aferramos a él como nuestra más profunda convicción. La inquietante experiencia de la pandemia del coronavirus ha reforzado la conciencia de todos los pueblos de Europa de la existencia de un vínculo de interconexión que nos une a todos. No somos individuos aislados. Estamos tan estrechamente vinculados entre nosotros a todos los niveles que, sin saberlo, tenemos el poder de hacernos tanto un inmenso bien como un inmenso daño.
En esta conciencia de nuestra ineludible interconexión, la Iglesia ve el amanecer de un precioso don: la "solidaridad". La toma de conciencia da lugar a un cambio, lo que llamamos "conversión", tanto para los seres humanos como para los organismos políticos, que da fruto en relaciones marcadas por una auténtica solidaridad ética y social. Para los individuos, esta creciente conciencia debe surgir en una firme resolución de dedicar la propia vida y energía al servicio del bien común.
Ayudar a las personas a crecer en la virtud moral de la solidaridad forma parte de la vocación de la Iglesia. En muchos de nuestros países, esa determinación se ha visto claramente durante esta crisis en el compromiso incansable y valiente de los trabajadores de la salud, los funcionarios públicos y los líderes políticos. Para los organismos políticos, la conversión significa transformar las estructuras de pecado que dañan las relaciones entre los individuos y los pueblos en estructuras de solidaridad, mediante la legislación, la reglamentación y los sistemas jurídicos.
Europa es el fruto de esa conversión institucional y encarna en sí misma la solidaridad. Como dijo el Papa Francisco el Domingo de Pascua, es el proyecto de solidaridad de la posguerra lo que permitió a Europa resurgir y superar los conflictos del pasado. Es imprescindible, añadió, "que estas rivalidades no recobren fuerza, sino que todos se reconozcan como parte de una sola familia y se apoyen mutuamente".
Durante estas semanas: - hemos aprendido que no podemos vivir saludablemente en un planeta enfermo. Les pedimos que reconsideren el modelo actual de globalización para que encarne una solidaridad efectiva con los pobres, el medio ambiente natural y las generaciones futuras. La enseñanza del Papa Francisco ofrece una visión integral de la solidaridad multifacética que necesitamos.
Las secuelas de la pandemia no deben ver una disolución del compromiso de Europa en este sentido, sino una intensificación de sus esfuerzos. Hemos sido testigos de lo difícil que es la solidaridad paneuropea en la práctica, especialmente hoy en día. Al principio de la crisis, hubo una falta de solidaridad con Italia y España; el reflejo inicial fue "cada país mira por sí mismo". Pero sabemos que todos estamos en la misma situación: nos hundimos o nadamos juntos.
Afortunadamente, la UE ha encontrado su camino de vuelta a una solidaridad práctica que, a medio plazo, consiste en el reto de abordar las consecuencias económicas y sociales de la pandemia. Inevitablemente, esto implicará una cierta redistribución de la riqueza de los países más ricos a los más pobres. Les hacemos este llamamiento, 75 años después del final de la Segunda Guerra Mundial y 70 años después de la Declaración de Schuman, para que la UE supere la amenaza existencial que supone la actual falta de apetito por la solidaridad internacional.
Hemos estado y seguimos estando temerosos del progreso del virus en el sur del mundo y de los estragos que aún podría causar en los países que carecen de recursos para protegerse. La solidaridad europea prefigura la solidaridad mundial. Hacemos ahora un llamamiento a la cancelación de la deuda de los países más pobres, a una mayor ayuda humanitaria y a la cooperación para el desarrollo, con la reorientación de los gastos militares hacia los servicios sanitarios y sociales.
"Hacemos ahora un llamamiento a la cancelación de la deuda de los países más pobres, a una mayor ayuda humanitaria y a la cooperación para el desarrollo, con la reorientación de los gastos militares hacia los servicios sanitarios y sociales"
Hemos visto la indigencia de los refugiados y solicitantes de asilo, incluidos los confinados en campamentos en todo nuestro continente. La solidaridad europea también debe extenderse urgentemente a ellos. Como dijo recientemente el Cardenal Michael Czerny, "han llegado a Europa físicamente pero no humanamente". Europa no debe decepcionarlos. Como dice el Papa Francisco, "la Unión Europea se enfrenta actualmente a un desafío trascendental, del que dependerá no sólo su futuro sino el del mundo entero". Esta crisis es una oportunidad espiritual para la conversión. No podemos, ni como individuos ni como políticos, esperar volver a la "vieja normalidad". Debemos aprovechar el momento para trabajar por un cambio radical inspirado en nuestras convicciones más profundas. Nosotros, los abajo firmantes, Superiores Mayores de la Compañía de Jesús en Europa y Oriente Próximo, deseamos que los que trabajan en las instituciones europeas trabajen por la recuperación de Europa y del mundo entero de esta pandemia. Que Dios les conceda el éxito en la construcción de una nueva Europa de genuina calidez y solidaridad.
Movimiento de los trabajadores cristianos: reparto de riqueza frente al desempleo
Con motivo de la celebración del Día de Europa, el Movimiento de Trabajadores Cristianos de Europa (MTCE), al que pertenece la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) de España, han realizado la declaración pública Réquiem por una Europa que debe morir, oda a una Europa esperada. (se adjunta)
En opinión de esta coordinadora de asociaciones y movimientos de trabajadoras y trabajadores cristianos de Europa, las redes de solidaridad y apoyo mutuo, este renacer desde lo pequeño “con muchas gotas de amor, humildad y generosidad” y la centralidad del trabajo que está cuidando de la sociedad, es un espejo donde mirar desde “las instancias que nos gobiernan y también en las empresas donde trabajamos. Así, nos duele ver cómo en Europa y en las instituciones comunitarias los gobiernos de los Estados miembros reproducen en interés propio unas dinámicas que ya se dieron, sin ir más lejos, en la crisis financiera del 2008, y que deben superarse en este momento tan grave”.
La situación de alarma manifestada por la OIT con la pérdida de millones de puestos de trabajo y el aumento desorbitado del desempleo aterriza en una “situación de debilidad de los Estados de bienestar infradotados en su acción social y en los servicios públicos y un mercado laboral fuertemente precarizado”, debido a las políticas de austeridad articuladas en la crisis de 2008. Para los trabajadores cristianos de Europa “es momento de hacer política por el bien común y para ello, como indica el papa Francisco, conviene aplicar medidas que superen el paradigma tecnocrático dominante”. En este sentido, el MTCE considera que los Estados “deben garantizar la máxima ocupación en condiciones dignas y, para aquellos que no pueda conseguirse un empleo, proporcionar rentas vitales suficientes, como ya está pidiendo el Papa”. Deberá establecerse un plan para “reconstruir un tejido productivo e industrial de proximidad” y reclaman a las grandes empresas “un compromiso económico y ético y una distribución más equitativa del excedente que crean en esta reconstrucción”. Junto a ello, los trabajadores cristianos consideran que esta crisis de coronavirus enseña que la necesidad de “fortalecer los sistemas públicos de salud y de protección social”.
El MTCE tiene claro que, en función de cómo la Unión Europa afronte la reconstrucción económica y social, tendrá sentido el proyecto, “porque cumple una función o bien se vendrá abajo”. Van a ser necesarias políticas de financiación común, “preferentemente mutualizada, para sostener el gasto público” que se está generando para salvar vidas.
“Este es también el momento de la solidaridad, la cooperación mutua y la acción conjunta y consensuada”. En este cambio de época, es el momento de cambio personal y colectivo, de sentir el dolor ajeno como propio, de “alejar para siempre el populismo, el blindaje de las fronteras, la fabricación y tráfico de armas, la marginación del diferente y el rechazo del inmigrante. Es momento de dejar de ser acreedores de países pobres que han pagado sobradamente su deuda”. En palabra de Francisco a los trabajadores más humildes y desprotegidos, “ahora más que nunca, son las personas, las comunidades, los pueblos los que deben estar en el centro, unidos para curar, cuidar, compartir”.