Sólo uno de cada cuatro de migrantes africanos vienen hacia Europa La migración desde África no es un problema de seguridad, sino de derechos humanos
África es el continente que acoge a más refugiados en todo el mundo (7,3 millones) y cuenta con 19,2 millones de personas desplazadas
“Esta es la parte sumergida del iceberg que tiene como punta visible la violencia, los conflictos armados, el hambre, las emergencias climáticas y la migración irregular”, asegura Eva Cruz, directora de Cooperación Internacional de Cáritas Española
| Cáritas
Con motivo de la celebración, hoy, del Día de África, Cáritas quiere poner el foco en las raíces de los graves problemas de movilidad humana a los que se enfrenta todo el continente y que sólo de manera muy reducida afectan a Europa, a pesar del alarmismo que producen en la opinión pública sucesos como los que tuvieron lugar la semana pasada en Ceuta y Melilla.
Para hacerse una idea cabal de la dimensión del fenómeno migratorio en África, basta señalar que la mayoría de los africanos que migran lo hacen entre los propios países del continente. Según los datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y la Unión Africana (UA), de 258 millones de migrantes que hay en el mundo entero, 36 millones (14%) nacieron en África. El 53% de la migración africana se produce dentro del continente, el 26% se dirige hacia Europa, el 11% hacia Asia, otro 8% hacia Norteamérica y el 1% a Oceanía.
Junto a ello, otra realidad poco conocida por la ciudadanía de los países del Norte es que África es el continente que acoge a más refugiados en todo el mundo (7,3 millones, el 25% de la cuota mundial), además de contar con 19,2 millones de personas desplazadas a finales de 2019.
No es una cuestión de seguridad, sino de derechos
Como señala Eva Cruz, directora de Cooperación Internacional de Cáritas Española, “es necesario entender en qué medida la realidad de la migración procedente del Sur no es tanto una cuestión que afecta a la seguridad como a los derechos humanos de personas muy vulnerables, si se tienen en cuenta las raíces de esos flujos migratorios y la conjugación de diferentes causas, como la desigualdad económica estructural y la injerencia de determinadas políticas internacionales en Estados con enorme debilidad en términos de gobernanza”.
“Esta es la parte sumergida del iceberg que tiene como punta visible la violencia, los conflictos armados, el hambre, las emergencias climáticas y la migración irregular”, añade. Por eso, “en Cáritas no vemos lo que vive África en este momento como una crisis en términos de seguridad, sino una grave crisis de derechos que se ven particularmente violentados cuando hay conflictos armados y que, a su vez, están alimentados por esa frustración y la falta de condiciones dignas”.
Inseguridad alimentaria, Covid y crecimiento demográfico
La situación de inseguridad alimentaria es uno de los retos más acuciantes a los que se enfrentan numerosos países del continente, donde, en 2020, más de 100 millones de africanos estaban en situación de crisis, emergencia o catástrofe alimentaria, lo que supone un aumento del 60 por ciento con respecto al año anterior. La situación sigue empeorando en lo que va de 2021.
Junto a las causas estructurales (cambio climático, crecimiento demográfico, acceso a agua potable, propiedad de la tierra, etc.), ahora hay que sumar el impacto de las medidas anti-Covid y de las crisis de consumo en Occidente derivadas de la pandemia.
Junto a ello, otra seria dificultad es el acceso universal a los servicios sociales de salud y educación, sobre todo en el ámbito rural y en los extrarradios de las grandes ciudades, donde se concentran verdaderas bolsas de pobreza. Aparte del importante gasto social que supone afrontar estos servicios para unos países con recursos muy limitados, está la presión ejercida por el crecimiento demográfico.
Cambio climático
África emite sólo un 4% de los gases de efecto invernadero, y sin embargo es el continente más vulnerable a los efectos nefastos del cambio climático. De ahí la importancia, para Cáritas, de introducir en el debate la noción de justicia climática, que implica reconocer que el cambio climático es consecuencia de nuestro modelo de desarrollo, y que, por tanto, tenemos una responsabilidad en la medida en que las consecuencias las sufren en su mayor parte aquellos que, como es el caso de África, no se han beneficiado del desarrollo económico que ha propiciado el calentamiento global.
En 2020 se publicó el informe sobre el estado del cambio climático en África en 2019. Según las proyecciones recogidas en el mismo, muchas regiones de África sufrirán durante las dos próximas décadas un calentamiento de más de 2 °C con respecto a la temperatura anual media a finales del siglo XX. Teniendo en cuenta que la agricultura es el principal medio de vida de las comunidades locales (el 70% de la población africana vive de la agricultura), esto tendrá un impacto directo sobre el derecho a la alimentación de millones de personas: el retroceso del rendimiento medio será de 13% en África Central y en África del Oeste, del 11% en África del Norte y del 8% en África del Este.
Este impacto ya lo estamos viendo en aquellos países donde Cáritas apoya proyectos de las Cáritas locales para combatir la desertización o las emergencias climáticas, como es el caso del Sahel, Mozambique, República Democrática del Congo o Burundi, y los devastadores efectos sobre unas poblaciones locales que, cada año, se ven empujadas a migrar definitivamente, aumentando así la presión demográfica sobre otras regiones del propio país o los Estados vecinos.
Como afirma Eva Cruz, “las personas tienen que huir de sus casas, abandonando sus vidas y rompiendo vínculos sociales. Y es imposible una sociedad civil dinámica cuando reina el miedo al mañana”.
La vulnerabilidad de las mujeres y los jóvenes
Los jóvenes y las mujeres son los protagonistas principales de la realidad de la movilidad humana que recorre todo el continente. Un 40% de la población africana es menor de 15 años y un 60% tiene menos de 25 años. La pirámide está completamente invertida con respecto a la de los países occidentales. Se calcula que la tasa de crecimiento de la población de aquí a 2030 será el 5% anual, lo cual hace prever que el número de pobres va a incrementarse de manera notable en los próximos años.
Esta población joven, como toda juventud, tiene la expectativa de llevar una buena vida, es decir, una vida donde sus derechos más básicos sean respetados. En el paradigma económico actual, estas oportunidades se consiguen a través del empleo, ya sea formal o informal; sin embargo, las economías africanas no crecen lo suficientemente rápido como para integrar a la gran cantidad de población que cada año nace en África, lo cual hace que la opción de migrar sea una opción que responde a la necesidad no sólo de sobrevivir, sino también de vivir.
Y aquí entra otra variable de desigualdad muy importante que son la inequidad entre sexos: las mujeres son las pobres entre los pobres en el continente, pero, al mismo tiempo son las que llevan sobre sus hombros el peso de la economía doméstica.
Europa no puede responder con un esquema basado en el reforzamiento de fronteras y la preservación de la seguridad a los desafíos de supervivencia vital ante los que se debaten estos jóvenes y mujeres vulnerables que deciden emigrar fuera del continente para ponerse a salvo o conseguir los recursos necesarios para sostener a sus familias en sus países de origen. Ni las personas --sobre todo si se trata de seres humanos vulnerables como menores no acompañados— pueden ser manejadas como armas arrojadizas entre los Estados para dirimir políticas de fronteras, seguridad o soberanía.
En el Día de África, Cáritas reafirma su misión al servicio de la justicia social y la construcción de modelos duraderos de desarrollo en los países de origen, al tiempo que mantiene su compromiso de acompañar y acoger a las personas que deciden migrar a lo largo de los países de tránsito y en su destino final para garantizar su seguridad personal, su dignidad y sus derechos.
Buenas prácticas
Ante el alarmismo provocado por las eventuales entradas masivas de migrantes en la frontera Sur, Cáritas quiere poner el foco en las buenas prácticas en las que viene participando junto a otras organizaciones para abordar el problema de las migraciones a través de respuestas basadas en la protección de los derechos humanos de las personas que migran.
Una de estas experiencias positivas es la que se desarrolla desde 2015 a través de la RAEMH (Red Europa-África para la Movilidad Humana), que parte, en su origen, de la reflexión conjunta entre Cáritas Rabat (Marruecos), Secours Catholique (Francia) y Cáritas Española para coordinar el trabajo entre los centros de migrantes.
A lo largo de estos 6 años, se han consolidado los itinerarios de acompañamiento a las mujeres migrantes y a los menores no acompañados a partir del intercambio de información y experiencias de acogida entre los miembros de la Red, que actualmente está integrada por 3 Cáritas europeas, 3 del Norte de África y 5 de África del Oeste