J. L. Hidalgo. Los Muertos 3. LUZ INCESANTE QUE DE ÉL BROTAS

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Descubrimos, a la derecha, la portada de la interesante “Biografía en imágenes”, de 81 páginas ilustradas, cuidada edicion en Torrelavega a cargo de Aurelio García Cantalapiedra,entrañable amigo de Hidalgo. Se conmemoraba, en 1997, el 50 aniversario del fallecimiento del poeta torrelaveguense. Se ha llevado, según parece, a esta primera página, bajo la leyenda “Autorretrato”, un cuadro que realizó en vida el propio homenajeado.

Ofrecemos en el post de hoy tres poemas de abierta religiosidad, "Amanecer", "Mano de Dios" y "Esta noche", aunque también es verdadera la afirmación de Leopoldo Rodríguez Alcalde de que “nuestro amigo carecía de fe religiosa; la sed de infinito que le atormentaba era su tortura, precisamente por faltarle el asidero que su espíritu, íntimamente religioso, necesitaba. De modo que estos emocionados poemas no se escribieron desde la fe religiosa de una teología determinada, sino desde la religiosidad naturalde quien desesperadamente buscaba respuesta a sus tremendas interrogaciones existenciales.

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La realización de “Los muertos” supuso para él una benéfica catarsis,poniendo orden de verso y corazón en la interior bodega de su alma a la deriva. Resume bien Juan Antonio González Fuentes el beneficio espiritual que reportó al poeta romántico, al pensador metafísico, la escritura del poemario: “hallar un cumplido final a su amplio catálogo de dudas sobre la vida, la muerte, la inmortalidad, el yo, el caos, el propio Dios... Por eso, el último libro de Hidalgo también puede y debe leerse como la crónica de un aprendizaje, como el inestimable y privilegiado relato de quien se sabe ya memoria de su propio tiempo, de su propia vida y de su muerte.”

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Y EN TODO VEO SU BELLEZA

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"Amanecer" es una canto a la Creación y a Dios presente y "visible" en el mundo ("se derrama su transparencia"). Desde el punto de vista físico, es también un canto a la luz, muy especialmente a la luz del sol, sin cuya energía toda vida desaparecería. Y al que es fuente de luz y de vida ("Luz incesante que de Él brotas").

Canto a la belleza del universo y al lugar que ocupa el poeta en el orden cósmico ("porque Él quiere que así sea"). Más allá de lo físico, late lo espiritual ("mi alma entera se desnuda / de la materia..."). Queda hoy satisfecha su sed de infinito, y morir ahora para unirse a Dios, como deseaban los místicos, podría tener sentido ("y no comprendo que no muera").

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AMANECER

Cuando los ojos de Dios se abren,
amaneciendo por la tierra,
y, sobre el mundo de los vivos,
se derrama su transparencia,

yo abro los míos para todo,
y en todo veo Su belleza
y comprendo que si he nacido
es porque Él quiere que así sea.

Mi alma entera se desnuda
de la materia en que está presa,
y una luz pura me traspasa
y como un agua azul me anega.

Agua de siglos, me has llegado
del fondo ciego de su alberca.
Luz incesante que de Él brotas,
para los hombres, agua eterna,

ya me he mojado y he bebido
hasta saciar mi sed inmensa,
y te miro, desde la orilla,
y no comprendo que no muera.


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COMO UNA LUNA ROJA QUE HASTA LA TIERRA BAJA

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Es Hidalgo, como Unamuno, un poeta intenso, dramático, de brillantes metáforas y humanísimas comparaciones. En "Mano de Dios" parece describir una experiencia nocturna de luz y sonido en el sagrado silencio de la noche. Hidalgo, en el fondo, como Tomás por Pascua, quería saber más, tocar más, meter la mano y el corazón en el costado luminoso de la verdad. La vivencia es sobrecogedora ("fulgor terrible", "toda tu luz cayendo"). Pero la mano amorosa del Señor, luna roja de pasión, desciende a la tierra y acaricia, paternal, la pálida frente del pensador poeta.

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MANO DE DIOS

La noche era tan larga que todos la olvidaron
y de pronto en el cielo brilló tu mano ardiendo
como una luna roja que hasta la tierra baja
y nos toca la frente hundida en el silencio.

Desde entonces te siento, Señor, ya tan lejano,
que no sé si es que existes o fuiste sólo un sueño;
porque quise saberte, Señor, quise tocarte,
al ver sobre mi vida toda tu luz cayendo.

Señor: ¿por qué encendiste con tu fulgor terrible
la pura noche negra que oculta mis secretos?
¿Por qué no me dejaste como la piedra, inerte,
eternamente blanco, eternamente muerto?


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NIÑA EL ALMA, ELEVÁNDOSE...

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En la poesía de "Los muertos", a la hora de buscar respuesta a la más dura de las preguntas: "Si el cuerpo se destruye al morir, ¿no sobrevivirá nada, nada, de nosotros?", casi todas las religiones naturales y religiones reveladas profesan que algo nuestro seguirá existiendo. Las tumbas son como cunas: al morir, nacemos. La fe de los cristianos sugiere que lo mejor de nosotros seguirá latiendo vivo para siempre: el alma y el espíritu.

ESTA NOCHE

Si en la noche de Dios yo me muriera
y el mundo de los vivos yo dejase,
qué triste sonaría entre los hombres
el ruido de mi alma al derrumbarse.

En la noche desnuda se alzarían
los pájaros divinos y en el aire
sus alas romperían el durísimo
silencio de los siglos que en él yace.

Sólo un viento furtivo cruzaría,
el aliento de un niño cuando nace.
Niña el alma elevándose, muriendo
al encontrarse viva sin su carne.

Y la noche, la noche, las estrellas
impasibles brotando eternidades,
y la mano de Dios inmensamente
abierta temblorosa y esperándome.


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JOSÉ LUIS HIDALGO

Poeta y pintor, autor de "LOS MUERTOS"

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1.Vencer a la muerte engendrando hijos

LOS HIJOS


2.Yo no sé dónde estás, pero te busco

SILENCIO
TE BUSCO


3.Luz incesante que de Él brotas

AMANECER
MANO DE DIOS
ESTA NOCHE


4.Yo quiero ser el árbol

VIVIR DOLOROSO
YO QUIERO SER EL ÁRBOL
AHORA QUE YA ESTOY SOLO


6.Miro mis manos, trastornado

HAS BAJADO
RESIGNACIÓN
MANOS QUE TE BUSCAN
LA BELLEZA



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