Orad constantemente 1
Todo es oración.
Todo lugar es sagrado, santificado por la presencia del Señor. Y allí, y en cualquier otro espacio porque somos Templo, podemos adorar, agradecer, suplicar, reír, llorar, levantar el corazón a Dios... “Estad siempre alegres–nos recuerda san Pablo–, orad constantemente” (1 Tes 5,16s). Porque “en Él vivimos, nos movemos y existimos...” (Hch 17,28). En la presente sección sugeriremos diversas formas de oración, y las encarnaremos en expresivos poemas que ejemplifiquen cada una de ellas.
ORACIÓN DE PETICIÓN. la más frecuente, la más popular (no la menos valiosa si se vive con auténtica piedad). Nos enseña Jesús: “Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá...” (Lc 11,9). “Cualquier cosa que pidáis en mi nombre, os la concederé” (Jn 14,14). Se necesita un doble convencimiento: de la propia fragilidad, y del amor y omnipotencia de Dios...
ORACIÓN DE ACCIÓN DE GRACIAS. Todo acontecimiento y toda necesidad podrían convertirse en oportunidad para dar gracias a Dios. Así lo pide san Pablo: “En todo dad gracias, pues eso es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros” (1 Te 5,18). Aunque, más allá de específicos sucesos, sería hermoso corresponder al don de la existencia, celebrando la vida en permanente eucaristía.
ORACIÓN DE ALABANZA. Se canta a Dios por Él mismo, se le da gloria no por lo que hace sino por lo que Él es. La naturaleza, la música, experimentadas desde el silencio, nos van llevando poco a poco, acaso, más allá de ellas... hacia la infinita belleza de Dios. “Aprended a estaros vacíos de todas las cosas interiores y exteriores, y veréis cómo resplandece Dios” (san Juan de la Cruz).
ORACIÓN DE ABANDONO. Comunica Jesús al Padre en el huerto de la agonía su deseo de que pase pronto “aquel cáliz”; pero acepta filialmente su voluntad: “No se haga lo que yo quiero, sino lo que quieras tú” (Mc 14,36). Cuando se inicia una relación de amor, son abundantes los diálogos. Son escasas, más tarde, son hondas, las palabras: sólo habla el corazón, en el silencio.
Quedan por mencionar muchas modalidades de oración como Queja y Protesta, Intercesión, Arrepentimiento, Compromiso... Recomendaré, para cerrar esta página, la ORACIÓN VOCAL como sugerente vía hacia la oración contemplativa. En el rezo del rosario, por ejemplo, suele incorporarse a la recitación vocal la meditación imaginativa de misterios de la vida de Jesús. Y no olvidemos el valor afectivo y espiritual de la repetición de jaculatorias y palabras de intenso simbolismo, que facilitan la contemplación devota y hasta podrían posibilitar alguna gracia mística.
MORTAL BELLEZA ETERNIDAD RECLAMA
Fascinado Dámaso Alonso de la belleza de una muchacha, suplica a Dios, para ella, que se detenga el tiempo y logre esquivar la corrupción de la muerte. Hermoso y desgarrador soneto, que denuncia, con elegancia, la injusta destrucción final del ser humano. Sugerencia: frente a “¡Dale la eternidad que le has negado!”, referido a la supervivencia del cuerpo, podríamos rogar a Dios, en primera persona, “¡Dame la eternidad que has prometido!”, referido a la propia resurrección, más allá de la muerte.
ORACIÓN POR LA BELLEZA DE UNA MUCHACHA
Tú le diste esa ardiente simetría
de los labios, con brasa de tu hondura,
y en dos enormes cauces de negrura,
simas de infinitud, luz de tu día;
esos bultos de nieve, que bullía
al soliviar del lino la tersura,
y, prodigios de exacta arquitectura,
dos columnas que cantan tu armonía.
Ay, tú, Señor, le diste esa ladera
que en un álabe dulce se derrama,
miel secreta en el humo entredorado.
¿A qué tu poderosa mano espera?
Mortal belleza eternidad reclama.
¡Dale la eternidad que le has negado!
SI HE DE MORIR QUIERO TENERTE DESPIERTO
Tremendo poema/queja, poema/grito, oración desesperada preguntando a Dios por la muerte. Blas de Otero, importante sonetista vasco, compone estos versos en su etapa existencial; y denuncia al Señor su enervante silencio... Sugerencia: abrir en canal, ante Dios, el alma atormentada es una fecunda experiencia de fe. Así se comportó, por ejemplo, Job. ¿No sería interesante exponer al Señor lo que llevas callando tanto tiempo? Te sentirás acompañado. Él lo sabe todo, pero adivina que necesitas decírselo...
HOMBRE
Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,
al borde del abismo, estoy clamando
a Dios. Y su silencio, retumbando,
ahoga mi voz en el vacío inerte.
Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte
despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo
oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando
solo. Arañando sombras para verte.
Alzo la mano, y tú me la cercenas.
Abro los ojos: me los sajas vivos.
Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.
Esto es ser hombre: horror a manos llenas.
Ser –y no ser– eternos, fugitivos.
¡Ángel con grandes alas de cadenas!
¡QUÉ GOZO ESTARSE SIEMPRE ENTRE TUS MANOS!
Iniciamos una trilogía de poemas de Abandono en las manos de Dios. La metáfora presente se inició en la Creación (Gen 2,7), cuando formó el Señor al primer hombre “con polvo del suelo e insufló en sus narices aliento de vida...” Se ofrece Valentín Arteaga al Escultor de la vida como barro dócil al vuelo de sus caricias. “Me vas naciendo...” ¡Qué gozo estarse siempre entre tus manos! Sugerencia: con los ojos cerrados, sentir por el cuerpo la mano de Dios modelándome, descubrir el color y calor de su aliento... Y, abiertos los ojos, ir leyendo y sintiendo, a pequeños sorbos, el texto del poema. Me modela Dios como a un bebé en el seno de la madre. Y nazco. Me vas, Señor, naciendo. ¡Me voy naciendo...!
ALFARERO
Tú me has hecho, Señor, Tú el alfarero
de mi greda salobre y mi sequía.
Siento el trabajo de tus dedos, siento
rodar el barro, y tu suspiro escucho
aquí mismo, en los ojos, en el alma,
dentro del corazón, en cada dedo
de los pies; me vas naciendo. Aún
Tú me modelas; nunca
dejes de estar haciéndome, alfarero
de mi altura de sueños, de los días
que vendrán volanderos a mi frente.
Artífice de ayer, de mis raíces,
con tu barro celeste de hace siglos,
creador de mi hoy, hazme mañana.
¡Qué gozo estarse siempre entre tus manos!
POESÍA PARA MEDITAR
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y15. ORAD CONSTANTEMENTE
1.Todo es oración
ORACIÓN POR LA BELLEZA DE UNA MUCHACHA,
de Dámaso Alonso
HOMBRE, de Blas de Otero
ALFARERO, de Valentín Arteaga
2. Toma, Señor
TOMA, SEÑOR, de Jesús Mauleón
DIOS Y EL MAR, de Carmen Conde
y3. Las cuatro fases de la oración
SALMO, de José María Souviron
TAN MADRE, de Jesús Mauleón
COMO LA HIEDRA, de Leopoldo Panero
EN EL NOMBRE DEL PADRE, de J. L. Prado Nogueira