“El meollo, la clave, de la poesía de Garciasol, está en la ternura, pero en una ternura peculiar, muy acendrada y castellana, ternura de niño de Guadalajara, con su cohorte de recuerdos, de paisajes, de horas gratas, de amigos entrañables; ternura de hombre de Madrid, con sus horas de estudio y reflexión, de lucha por un ideal, de amor de cada día, con la sombra de Mariuca, la mujer amada, junto a él” (Juan Ruíz Peña).
Mariuca (María del Pilar Falcó, profesora, bibliotecaria y enamorada, medio siglo, del poeta de Humanes). Mariuca... Siempre Mariuca..., en la vida y la poesía de Ramón. Estoy manejando estos días cuatro poemarios de Garciasol: “Defensa del hombre” (1950) y “Tierras de España” (1955) que están presididos por su nombre: “A Mariuca”. No podía faltar en la importante antología “Segunda selección de mis poemas” (1980) la intensa dedicatoria “A Mariuca, la clave del arco”, que se repetirá, tres años después, en “Diario de un trabajador”.
Varios libros de versos nos hablaron detenidamente de su eterno romance, como “Del amor de cada día” (1956), “Del amor y del camino” (1970), “Mariuca” (1977)... Presentaremos a continuación tres importantes títulos muy representativos de su amor y su ternura hasta más allá de la muerte...
MUJER Y HOMBRE ÚNICOS, PRIMEROS...
Del libro “Del amor de cada día”(1956) escogemos ya los versos que dan título al poemario. Y a continuación podemos disfrutar “Canción de la compañera”, tema muy garciasolar, un tanto surrealista y juguetón.
La pareja enamorada, Ramón/Mariuca, no están dispuestos a repetir, en su entrega, los mil topicazos del amor, donde todo está ya dicho, todo hecho... Se sienten -eva y adán primeros- maravillosos, únicos, y se abandonan a la aventura de navegar por las mágicas aguas de la luz y del misterio. “Pero este beso tuyo y mío, / esta luz, esta flor, este rocío, / son nuestros nada más, mujer y hombre.”
DEL AMOR DE CADA DÍA
Es posible que se haya dicho todo
y que hayamos nacido tal vez tarde.
Mas esta gloria que en mis venas arde,
nadie -¡nadie!- la vive de este modo.
Todo es posible. Todo ha sido en nombre:
todo. Pero este beso tuyo y mío,
esta luz, esta flor, este rocío,
son nuestros nada más, mujer y hombre.
Mujer y hombre únicos, primeros,
-tú y yo, yo y tú- con nombres y apellidos
que no se han de dar más en criatura.
Empezamos la Historia, verdaderos
primer hombre y mujer reconocidos,
proclamando el amor y su aventura.
OBLIGARÉ A QUE PARE,
SI TE ASUSTA, MI CORAZÓN
“Canción de la compañera” es una declaración de amor del poeta, que desliza, por los labios de Mariuca, sentenciosos, imaginativos pensamientos, metáforas en arco iris, que le gustaría al escritor que fueran pronunciadas y hasta cantadas(“Canción de la compañera”) por su generosa compañera.
Hemos dedicado algunos post a la devoción de Garciasol hacia su madre (fallecida en 1933). En el poemario “La madre” (1958) –fecunda primavera de versos: 131 sonetos– expresó sus contrapuestos sentimientos de nostalgia y dolor, de amor y esperanza hacia la autora de sus días, un amor que alguien calificaría de edípico. De hecho, en la canción presente y en otros muchos poemas, describe el escritor a Pilar, Pilar Falcó, su “Mariuca”, como “madre” protectora, revitalizadora, espiritual... Destacaré tan solo cuatro versos centrales: se describe la esposa en clave mística (”serena, azul, eterna”); y refiriéndose al compañero como sacrificado asceta, podemos leer: “luchando, por la sangre / subes a Dios”).
CANCIÓN DE LA COMPAÑERA
Me podaré las hojas si te quitan
el sol.
Floreceré silencio si te turba
mi voz.
Obligaré a que pare, si te asusta,
mi corazón.
Me borraré los labios si te inquieta
su flor.
Me quedaré serena, azul, eterna,
tu más yo,
mientras luchando, por la sangre
subes a Dios.
Mientras por ti te pierdes y retornas,
te guardaré del mal y las personas.
Seré viento en tu vela, compañero,
y canción de tus remos.
Vuela, que por ti vela,
madre junto a tu sueño,
tu compañera.
REZA POR MÍ, MARIUCA, ESPOSA...
De “Fuente serena” (1965), seleccionamos un brillante poema, escrito para Mariuca en el Día de la Madre. ¿Por qué piropear en este Día a una esposa sin hijo? El hijo, veíamos, es el poeta. Leemos en los versos finales: “Dame / la palabra sencilla, la sonrisa / ingenua de la infancia, madre, / Mariuca, esposica, amor. / Tú me salves.” Se infantiliza Ramón de Garciasol en esta Fiesta, y recupera el amor de su difunta madre en el cariño, la ternura de su compañera.
“Dios te salve / en este día y siempre.” Parece iniciar sus versos el poeta alcarreño como una oración a María/Mariuca. Pero si comienzó “Dios te salve”, como el arcángel a María, pronunciará suplicante un último grito: “Tú me salves”. Se desespera la pasión del poeta, “porque no puede saltar la carne / y fundirse contigo eternamente, / Mariuca, esposica, madre...” Pide a su compañera que rece por él... Y se siente impotente para escribir en verso todo el amor que siente por ella...
CANCIONCILLA DE LA ESPOSA
EN EL DÍA DE LA MADRE
Mariuca, esposica, madre:
Dios te salve
en este día y siempre.
Dios te guarde,
y mi corazón de rabia y trigo
y sangre,
esta luz amorosa que en el filo
de las palabras arde.
¡Cuánta pasión, que sólo sabe
morder, callar, rugir,
ponerse grave
o niña, desesperarse
porque no puede saltar la carne
y fundirse contigo eternamente,
Mariuca, esposica, madre!
¡Que se calle
ese tener que ir a las cosas,
este dejarse
los ojos en las ideas,
el oleaje
que rompe contra las cuartillas!
¡Hoy es todo Mariuca, esposa, madre!
Reza por mí, Mariuca, esposa.
Yo te rezo a mi modo. Sale
el corazón en ritmo por la boca, me renace
tanto amor que no sé decirte,
y me resuena dentro en los panales
del sentimiento y en los huesos. Dame
la palabra sencilla, la sonrisa
ingenua de la infancia, madre,
Mariuca, esposica, amor.
Tú me salves.