Vicente Aleixandre 5. SOMBRA DEL PARAÍSO

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Terminada la guerra civil española, y ya en el corazón de la segunda conflagración mundial, inicia Vicente Aleixandre la escritura de su poemario amoroso, de raíz plenamente romántica, “Sombra del paraíso”. Evoca, en veintiún poemas, la hermosura, la inocente belleza de las criaturas que poblaban el inicial Edén. Reconoce el poeta que en absoluto celebraría la universal destrucción de la guerra, “sino el mundo para el que nací y en el que no me hallo”.

Fue su propósito, pues, crear una armónica, una ideal construcción lírica que compensase la espantosa violencia, la feroz aniquilación que le rodeaba y asfixiaba sus nobles ideales de justicia, de paz, de utopía de una nueva salvadora realidad.

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PERO NO BASTA, NO, NO BASTA

Sombra del paraíso” nos ofrece un último poema, “Basta”, que denuncia con claridad que, detrás del paraíso, está la sombra, la conciencia acuciante de la muerte, el doloroso vacío metafísico.Tanto el hombre como el cosmos buscan desesperadamente la trascendencia. Esta angustia contenida, soterrada, recorre todo el libro, pero se manifiesta con dramática expresividad en los versos de “Basta”. Como el amplio poema se compone de 80 versos, me he atrevido a presentarlos en cuatro secciones brevemente introducidas. Si a algún lector le resulta incómodo, podrá acceder a una lectura continuada pulsando aquí.


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alegría

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En la primera visión, inserto en “la inmensa alegría invasora del universo”, descubre el poeta que se ilumina su frente y recibe “un mensaje remoto / de una invisible luz”. El espíritu cósmico, emanación del universo material, se comunica con él en míticos ensueños… Pero no basta el sol, ni el misterio de una mirada, ni el bosque, ni el mar...

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NO BASTA

Pero no basta, no, no basta
la luz del sol, ni su cálido aliento.
No basta el misterio oscuro de una mirada.
Apenas bastó un día el rumoroso fuego de los bosques.
Supe del mar. Pero tampoco basta.

En medio de la vida, al filo de las mismas estrellas,
mordientes, siempre dulces en sus bordes inquietos,
sentí iluminarse mi frente.
No era tristeza, no. Triste es el mundo;
pero la inmensa alegría invasora del universo
reinó también en los pálidos días.

No era tristeza. Un mensaje remoto
de una invisible luz modulaba unos labios
aéreamente, sobre pálidas ondas,
ondas de un mar intangible a mis manos.



crisis

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El Génesis bíblico se inicia con la siguiente descripción: El espíritu de Dios flotaba sobre las aguas. “Una nube con peso”, pasajera en la tierra, se divisa un momento en nuestro poema. Se observa el preocupado rostro de la divinidad, con los ojos “cargados de infinita pesadumbre”. La nube finalmente se aleja. “El cielo alto quedó como vacío.” Gritó llorando el místico soñador: Dios se alejaba, le dejó su hueco.

Una nube con peso, nube cargada acaso de

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pensamiento estelar,
se detenía sobre las aguas, pasajera en la tierra,
quizá envío celeste de universos lejanos
que un momento detiene su paso por el éter.

Yo vi dibujarse una frente,
frente divina: hendida de una arruga luminosa,
atravesó un instante preñada de un pensamiento

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sombrío.
Vi por ella cruzar un relámpago morado, vi unos ojos
cargados de infinita pesadumbre brillar,
y vi a la nube alejarse, densa, oscura, cerrada,
silenciosa, hacia el meditabundo ocaso sin barreras.

El cielo alto quedó como vacío.
Mi grito resonó en la oquedad sin bóveda
y se perdió, como mi pensamiento que voló

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deshaciéndose,
como un llanto hacia arriba, al vacío desolador,

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al hueco.



desesperación

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En el poema final de Historia del corazón, “Mirada final (muerte y reconocimiento)”, anticipa su destino final el poeta como una caída al fondo de la tierra, desde donde contempla en lo alto el cielo que piadosamente brilla (pulsar). Aquí se quedará “sin mirar arriba nunca, nunca…”, lamentando angustiosamente la ausencia, el vacío de Dios… En amoroso y desesperanzado coloquio con la madre tierra, declarará: “Solo en tu seno martirizado por mí llanto / rindo mi bulto, solo en ti me deshago” (misticismo panteísta). La arcilla, el barro bíblico (Gen 2,7), es y será su sepultura, y acepta su amorosa incorporación a la unidad del universo (“confusión gloriosa”).


Sobre la tierra mi bulto cayó. Los cielos eran
sólo conciencia mía, soledad absoluta.
Un vacío de Dios sentí sobre mi carne,
y sin mirar arriba nunca, nunca, hundí mi frente

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en la arena
y besé sólo a la tierra, a la oscura, sola,
desesperada tierra que me acogía.

Así sollocé sobre el mundo.
¿Qué luz lívida, qué espectral vacío velador,
qué ausencia de Dios sobre mi cabeza derribada
vigilaba sin límites mi cuerpo convulso?
¡Oh madre, madre, sólo en tus brazos siento
mi miseria! Sólo en tu seno martirizado por mi llanto
rindo mi bulto, sólo en ti me deshago.

Estos límites que me oprimen,
esta arcilla que de la mar naciera,
que aquí quedó en tus playas,
hija tuya, obra tuya, luz tuya,
extinguida te pide su confusión gloriosa,
te pide sólo a ti, madre inviolada,
madre mía de tinieblas calientes,
seno solo donde el vacío reina,
mi amor, mi amor, hecho ya tú, hecho tú sólo.



ensoñación

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Acurrucado en el regazo de la madre-tierra, le gustaría al poeta sevillano levantar desde allí sus ojos al cielo, y “contemplar el azul, la esperanza risueña, / la promesa de Dios, la presentida frente amorosa…” Descubrir desde allí “las ondas puras de la divinidad bienhechora…” Acercarse a la nube preñada y alcanzar la purísima frente de luz y “esos inmensos ojos bienhechores…” No basta el mar, ni los bosques, ni una mirada misteriosa, ni siquiera el amor, como no basta el mundo… Un último grito de súplica amasado con lágrimas se le escapa desde la roja hoguera del corazón: “Madre que todavía me sustentas, / madre cuya profunda sabiduría me sostiene ofrecido…”

Todavía quisiera, madre,
con mi cabeza apoyada en tu regazo,
volver mi frente hacia el cielo
y mirar hacia arriba, hacia la luz, hacia la luz pura,
y sintiendo tu calor, echado dulcemente sobre tu falda,
contemplar el azul, la esperanza risueña,
la promesa de Dios, la presentida frente amorosa.
¡Qué bien desde ti, sobre tu caliente carne robusta,
mirar las ondas puras de la divinidad bienhechora!
¡Ver la luz amanecer por oriente, y entre

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la aborrascada nube preñada
contemplar un instante la purísima frente divina

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destellar,
y esos inmensos ojos bienhechores
donde el mundo alzado quiere entero copiarse
y mecerse en un vaivén de mar, de estelar mar entero,
compendiador de estrellas, de luceros, de soles,
mientras suena la música universal, hecha ya frente

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pura,
radioso amor, luz bella, felicidad sin bordes!

Así, madre querida,
tú puedes saber bien –lo sabes, siento tu beso secreto

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de sabiduría–
que el mar no baste, que no basten los bosques,
que una mirada oscura llena de humano misterio,
no baste; que no baste, madre, el amor,
como no baste el mundo.

Madre, madre, sobre tu seno hermoso
echado tiernamente, déjame así decirte
mi secreto; mira mi lágrima
besarte; madre que todavía me sustentas,
madre cuya profunda sabiduría me sostiene ofrecido.


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COMO UNA DICHA ETERNA PRESENTIDA

Ernestina de Champourcin, poeta de la generación del 27 y crítica literaria, incluyó en su importante antología "Dios en la poesía actual" (BAC 1976) el presente poema de Aleixandre "No basta", y así lo comentó en el prólogo: “La expresión religiosa de Vicente Aleixandre hay que buscarla en profundidad y amplitud en ese “No basta” que le lleva a escudriñar más allá de una exaltación panteísta del mundo y la belleza, algo más hondo, como una dicha eterna presentida.”

Pero será mejor conocer las desnudas confidencias que comunicaba, allá por el 1948, a su amigo poeta Ricardo Molinael autor de "No basta", que nos acercan cierta luz sobre las personales relaciones del poeta del corazón con un Dios en búsqueda (para conocer más sobre este epistolario, pulsar aquí):

“No sé si algún día me pasará eso que usted dice: el amor al Dios personal y remoto como polo de todos mis fuegos. Es difícil, precisamente por la actitud profundamente religiosa que es ya mi existir. Todo mi alentar es ya religión, aunque yo lo ignore todo sobre el destino humano. Si yo todo el poder de mi amor lo lanzase a la idea de Dios, si me fuera posible, creo que lograría la dicha. Porque yo amo de un modo que sólo Dios podrá satisfacer.

En lo humano jamás hallé descanso. Yo podría decir: «Un largo sufrimiento, con ráfagas de felicidad». Creo que sólo Dios me daría la dicha sin bordes. Sólo Él, por mucha que fuera mi sed, tendría amor suficiente; a más sed, más amor. En la vida, esto no lo hallé nunca; sólo a ráfagas. Y sin embargo, conozco mis límites, jamás me enamoré de Dios, sino de sus criaturas. Pero les pedí el amor que se pediría a un Dios, y eso es imposible.”

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VICENTE ALEIXANDRE

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Nobel de Literatura 1977

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1.¿Qué poemas conoces del Nobel español?


MANO ENTREGADA
TEN ESPERANZA


2.En la plaza

EN LA PLAZA
EL VIEJO Y EL SOL


3.Anhelan enlazar sus almas

EL ALMA
TENDIDOS, DE NOCHE
AL COLEGIO


4.Un corazón que late en toda edad

ASCENSIÓN DEL VIVIR
NO QUEREMOS MORIR


5.Sombra del paraíso

NO BASTA


6.El niño de Vallecas

NIÑO DE VALLECAS
PIE PARA EL NIÑO DE VALLE. DE VELAZQUEZ, de L. Felipe


7.El pueblo está en la ladera

EL ÁLAMO
LA MADRE JOVEN


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