El último sermón del Obispo Algora, por Julián del Olmo

El último sermón del Obispo Algora, por Julián del Olmo
El último sermón del Obispo Algora, por Julián del Olmo

EL ÚLTIMO SERMÓN DEL OBISPO ALGORA, POR JULIÁN DEL OLMO

 A mediados del pasado mes, falleció en Madrid, por el Covid-19, el Obispo emérito de Teruel don Antonio Algora. Acababa de cumplir 80 años. Ingresado de urgencia en el Hospital La Paz, en solo 25 días voló a los brazos del Padre. Su amigo Julián del Olmo sintió la necesidad de llorarle, de cantarle, y una vez más ha redactado un nuevo Salmo que intenta descifrar sentido trascendente a su dolorosa pérdida. Nace Antonio Ángel Algora Hernando en 1940 en La Vilueña (Zaragoza). Cursa estudios eclesiásticos en Madrid y se ordena presbítero con 27 años en 1967, Ejerce su sacerdocio en la Diócesis de Madrid-Alcalá hasta 1985 que fue designado Obispo de Teruel. Veamos un sencillo esquema: Obispo de Teruel y Albarracín: de 1985 a 2003 (18 años), Obispo de Ciudad Real: de 2003 a 2016 (13 años). Presentó renuncia al cumplir 75 años (2015) y pasó a tener la condición de Obispo emérito de Ciudad Real: 2016-2020 (fallece el 15 de octubre).


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El 20 de septiembre de 2020 fue ingresado Antonio Algora en el Hospital La Paz (Madrid) a causa de una neumonía bilateral originada por el COVID-19. El propio Algora le comunicó al obispo prior Gerardo Melgar el 20 de septiembre su ingreso en el Hospital La Paz de Madrid. Al poco lo derivaron a la UCI: “Estoy en manos de Dios, estoy dispuesto a aceptar lo que el Señor quiera de mí”, le dijo. En la mañana del 15 de octubre sufrió un fallo multiorgánico, a consecuencia del cual falleció a primera hora de la tarde de ese mismo día.

PALABRAS DEL OBISPO DE CIUDAD REAL EN LA MISA EXEQUIAL

En los primeros momentos de la celebración, que ha sido presidida por Gerardo Melgar, obispo prior de Ciudad Real, con el ataúd al pie del altar, se han colocado sobre el féretro cuatro insignias episcopales: casulla, mitra, báculo pastoral y evangeliario. Cada una de ellas simbolizan una realidad de la vida del obispo. A lo largo de la emotiva ceremonia fue don Gerardo desahogando sentimientos personales, pero también adivinando tristezas y soledades de muchos de los presentes. Recogidos a vuelapluma, hemos seleccionado algunos pensamientos significativos de su discurso:

“A don Antonio le recordamos como un obispo cercano, afable, servicial y sencillo en el trato y las formas. Un obispo a quien le preocupó la coherencia de vida tanto para sí como para cuantos formamos la Iglesia, obispos, sacerdotes, religiosos y laicos…

 Persona íntegra fue en su vida, personalidad bien definida, sin zonas oscuras, que en el trato con él daba a conocer con espontaneidad sus prioridades humanas, espirituales, pastorales y sociales…

Fue el obispo de la justicia social, un hombre activo y orante, que pese a su jubilación no bajó su actividad. Su pérdida ha sido un mazazo para su familia y allegados, que habían albergado esperanzas de que superase el virus, por la mejoría en la última semana…

Deseamos todos de corazón que el obispo emérito de esta iglesia, que consagró su vida a anunciar el evangelio de Cristo, goce ahora contemplando cara a cara aquella misma verdad que ya, cuando vivía en la luz limitada de este mundo, vislumbró en la palabra de Dios y predicó a sus hermanos…

Salió don Antonio de las manos de Dios, y a Dios y a sus manos ha retornado tras haber consumido el tiempo fugaz que la providencia divina le había regalado…”

HABÍA PREDICADO MUCHOS SERMONES

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Afectado por el sorpresivo fallecimiento de su amigo Antonio, el sacerdote, sociólogo y poeta Julián del Olmo, que ya había publicado más de 20 “salmos en tiempo de pandemia” (pulsar aquí) necesitaba expresar de nuevo, en papel, el torrente de amor y tristeza, de fe y salvación que sacudía lo más profundo de su espiritualidad. Y se puso a escribir de nuevo emociones y luces, y oscuridades, que conmovían su alma. La gran fotografía que preside el post de hoy nos acerca la escena de su funeral, rodeado de sus amorosos compañeros que le acompañaban en la despedida y testificaban su comprometido recuerdo del obispo ejemplar, el inolvidable amigo.

Observemos bien el primer plano: sobre el humilde féretro, relicario que abraza y protege el cuerpo del obispo Algora, se han depositado cuatro representativos objetosuna casulla, un báculo episcopal, una mitra, y un evangeliario, simbólicas prendas que, sobre todo el bastón de pastor y el libro de la palabra de Dios, fueron luz y camino para su fe, manual de vida para su fraternidad. Me gustaría evocar, en este momento, el más famoso cuadro de El Greco:“El entierro del Conde de Orgaz”. Alguien ha descrito así la leyenda que interpreta visualmente el griego: “Todo se ilumina con una luz muy intensa y pudiera verse cómo la figura de san Agustín y san Esteban descendieron de lo alto, y tomaron en sus manos el cuerpo del difunto, uno por los hombros, otro por los pies, encargándose ellos mismos de llevarlo hasta el sepulcro." Los dos santos se supone que dijeron: “Tal galardón recibe quien a Dios y a sus santos sirve.” Casi literalmente así fue la despedida del celebrante don Gerardo Melgar, que así cerraba la misa funeral del obispo emérito:

“Damos gracias a Dios como diócesis por la vida de Antonio Algora Hernando, porque hemos sido peregrinos con él en esta tierra y esperamos volver a encontrarnos con él en la vida eterna. En paz descansa recibiendo ya lo que Dios tenga para él reservado, un Dios que es buen pagador. Solo Él sabe.”

EL ÚLTIMO SERMÓN DEL OBISPO ANTONIO ALGORA

Había predicado muchos sermones…
en la iglesia de su pueblo natal (La Viñuela)
en la capilla de Hermandades del Trabajo
en las catedrales de Teruel y Ciudad Real,
con gran éxito de crítica y público
porque, como buen aragonés,
hablaba claro, preciso y conciso
y siempre con sabor a Evangelio de andar por casa.
Había predicado muchos sermones…
en las iglesias parroquiales de Santa María la Mayor y San Julián
en el madrileño barrio de Tetuán
donde estableció su residencia al pasar, en 2016,
a obispo emérito de la diócesis de Ciudad Real
donde ejerció su ministerio episcopal durante 13 años.
Había predicado muchos sermones…
en encuentros de Pastoral Obrera
por la que tenía una especial predilección,
en los días solidarios de Cáritas y Manos Unidas
en las solemnes celebraciones como Prior de las Órdenes Militares
y en las sencillas celebraciones onomásticas de familiares y amigos.
Había predicado muchos sermones…
pero le quedaba el último
y fiel a su estilo sencillo, testimonial y comprometido
lo pronunció en templo de la UCI del Hospital La Paz, de Madrid.
El púlpito fue una cama monitorizada y con equipos de alta tecnología
para seguir minuto a minuto el rastro que el coronavirus iba dejando en su cuerpo.
El público, los otros enfermos de la UCI
y los profesionales que los atendían.
Las palabras más fuertes eran el silencio profundo, dolorido y compartido.
El ropaje sagrado para la ocasión, la desnudez total,
la misma con la que vino al mundo,
cubierta por una pudorosa sábana blanca
con el rótulo azulado de “Hospital Universitario La Paz”.
Había predicado muchos sermones…
pero el último fue el gran sermón de su vida
y el más largo porque duró 25 días con sus noches.
Sin duda, su sermón más sorprendente,
el más impactante,
y el más evangélico de todos…
Bienaventurado seas, amigo Antonio,
en la Casa del Padre.

Julián del Olmo

15 de octubre de 2020. Festividad de Santa Teresa de Jesús

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