El Coronavirus en la cárcel de Zaballa. Ahora el peligro puede llegarles de la calle, por lo que aceptan las medidas de aislamiento
El capellán sigue atendiendo “su parroquia”
Hoy es el interno el que guarda las distancias con el funcionario
El coronavirus a provocado la imposibilidad de hacer entrar droga en la cárcel.
El coronavirus a provocado la imposibilidad de hacer entrar droga en la cárcel.
| Vicente Luis García Corres (Txenti)
Las instituciones penitenciarias adoptaron las medidas preventivas con celeridad y ello afectó a las visitas, no solo de las familias, sino de cualquier voluntariado al servicio de los reclusos y reclusas. El capellán, José Ángel Martínez de Bujanda, conserva la autorización para seguir entrando, pero es que, como él reconoce, Zaballa es su parroquia. De momento no se han planteado desde la delegación de pastoral penitenciaria sumarse a iniciativas llevadas por otras delegaciones en España para hacer llegar correos electrónicos. Lo que sí ha podido confirmar el capellán es que instituciones penitenciarias ha pasado de ingresar cada miércoles dinero en las tarjetas monedero de uso interno, a realizarlo cada día. Los internos reciben el dinero que les llega desde la familia cada día para poder hacer gastos personales y sobre todo pensando en las tarjetas telefónicas que les permiten mantener el contacto con el exterior. Martínez de Bujanda ha podido constatar cómo también se está haciendo el esfuerzo de facilitar recursos a quien no los tiene para poder al menos hablar con la familia. A la privación de libertad se ha sumado con la pandemia una restricción mayor con la paralización de permisos, del bis a bis, de las visitas familiares, y de las actividades lúdicas y culturales que llegaban desde el exterior, privaciones que se está minimizando en la medida de lo posible.
Cada mañana el capellán acude a “su parroquia” y se interesa por su singular feligresía que, aunque no principalmente, también la componen todas las personas que por un motivo u otro atraviesan aquellas puertas.
El micromundo de Zaballa se ha visto alterado y un detalle significativo se ha dado en la relación de los funcionarios y los internos. Si en tiempos del SIDA o la tuberculosis era el funcionario quien se cuidaba de mantener las distancias con los posibles portadores de esas enfermedades, hoy son los internos los que miran con recelo y guardan las distancias con los funcionarios, ya que el que viene de fuera es más candidato a estar afectado que el que ya estaba dentro. Zaballa solo ha tenido un caso y ha sido aislado junto con todo su módulo. Y, quienes lo viven de cerca, reconocen que los internos están llevando muy bien las medidas adoptadas. Reconocen públicamente la labor de los sanitarios que cada día les toman la temperatura y, por las llamadas de teléfono con las familias saben de la ingente labor que en el mundo de la sanidad se está llevando a cabo.
Otro de los efectos de estas restricciones está siendo la falta de suministro de drogas que las personas cercanas a los reclusos se buscan la vida para hacerla llegar. Y, a pesar de ello, la aceptación de la población reclusa de las medidas que a ellos les afectan están siendo comprendidas y respetadas.
Non solum sed etiam
En mi vida he realizado varios artículos vinculados al mundo de la cárcel pero solo una vez entré en una prisión para hacerlo. Fué en el Dueso, en Cantabria. Recuerdo especialmente el sonido de las puertas metálicas cerrando a mis espaldas y el inmenso campo a cielo abierto con el mar al fondo que se veía desde el patio central. Siempre pensé que tenía que ser una imagen muy dura para los internos ver, algunos desde su celda, el mar abierto, los barcos surcar las olas y las gaviotas sobrevolar el penal. Es curioso que hoy, a priori, los que viven más seguros, siempre y cuando no tengan contacto con el exterior, son las personas que viven intra muros, bien sea por el azar de la vida que les llevó donde no querían o quienes eligieron una vida de clausura. Paradojas del coronavirus.