Totus tuus ego sum et omnia mea Tua sunt. (“Soy todo tuyo y todas mis cosas te pertenecen)
Esta parte de la advocación de consagración a la Virgen María fue la que dio pie a Juan Pablo II a tomar su lema y su seña de identidad.
El grupo de Vitoria que participa en la JMJ ha estado en Wadowice, la cuna de Karol Wojtila, Lolek para sus amigos de la infancia. Durante el viaje los peregrinos han vuelto a recurrir al cine para acercarse a la figura de este papa, hoy San Juan Pablo II.
Estas JMJ están marcadas de manera especial por quien las supo poner en marcha con visión profética. Juan Pablo II, la Misericordia Divina y el Papa Francisco, el triángulo que presiden estas JMJ, el trípode que las sustenta y la trilogía que pondrá el discurso perfecto para estas JMJ.
Non solum sed etiam.
Muchos padres compartimos el sentimiento de que, si bien Francisco será un papa que quedará ligado a nuestras vidas, y más a la de nuestros hijos, para nosotros, “nuestro papa” es Juan Pablo II. Con el crecimos y creímos en la Iglesia, con él unimos nuestra fe en Jesús a nuestra fe en la Iglesia, aceptando sus miserias y defendiendo sus bondades. Con él peregrinamos a mil lugares, nos postramos ante la Eucaristía en mil ocasiones y cantamos, bailamos y reímos.
Algo que quedará en las hemerotecas para siempre será esa sonrisa y esa mirada penetrante de aquel hombre que tras vivir mucho en su vida supo enseñarnos el valor de una sonrisa por duro que sea el momento personal de cada uno. Sin duda las imágenes más amables son las de auel papa joven y deportista esbozando una leve sonrisa, pero ese gesto amable lo supo llevar toda su vida, lo dejó ver ya anciano en Roma, o en Madrid.
El legado de Juan Pablo II es amplio pero hoy me quedo con su Totus tuus y su sonrisa para siempre.