Efectos de la sequía vocacional Las religiosas compasionistas dicen adiós a Vitoria tras más de medio siglo de presencia
Las dos últimas religiosas se reubicarán en la casa madre de esta orden tras la falta de vocaciones en esta comunidad ubicada en Adurza y que se ha volcado en la atención a las familias más vulnerables del barrio
Quizá no son tiempos de lamentaciones sino de oportunidades y que las diócesis respalden y potencien estos otros proyectos de caridad
| Vicente Luis García Corres (Txenti)
Vitoria sigue perdiendo la presencia religiosa en un incesante goteo de despedidas. Tras la marcha de los benedictinos en septiembre, el pasado mes de diciembre decían adiós la pequeña comunidad de sanchinas que justo el año de la pandemia llegaron a Vitoria. Ahora son las compasionistas las que cierran su etapa en Vitoria tras más de medio siglo en la ciudad.
La falta de vocaciones en algunas órdenes religiosas sigue provocando el cierre de comunidades en diferentes puntos de nuestro país y Vitoria está viviendo su particular sangría. Las popularmente conocidas como compasionistas, oficialmente Hermanas de Nuestra Señora de la Compasión, quienes echan sus raíces en nuestra ciudad en el año 1969, aunque antes ya estaban trabajando en Álava, desde 1942 colaborando en tareas educativas en el Colegio de los Hermanos Menesianos de Nanclares de la Oca concretamente, dicen ahora adiós a sus casi cinco décadas de actividad social y pastoral.
En 1969 esta comunidad se estableció en la parroquia de Nuestra Señora de los Desamparados para atender la Obra Social de esta parroquia, y más específicamente la guardería infantil y el comedor de obreros. En 1974 toman el relevo las hermanas de Cristo Rey y ellas pasan a atender el comedor del ‘Hogar Alavés’ en el barrio de Adurza hasta 1979, donde apoyaron a miles de jóvenes familias que necesitaban de un impulso para sus proyectos personales y profesionales. Desde entonces han seguido vinculadas a este barrio de Adurza dedicándose a la enseñanza, a la sanidad y a la asistencia social además de colaborar pastoralmente con las parroquias de esta zona como son San Cristobal, San Juan de Aretxabaleta, Sagrado Corazón de Jesús y San Ignacio de Loyola.
Será en este último templo donde este domingo se las despedirá con una celebración de acción de gracias a las 12:00h por todos estos años y por su trabajo silencioso en beneficio de los más necesitados, primero de la zona de Desamparados y luego del sur de la ciudad. El motivo de su marcha responde a la falta de vocaciones y de relevo. Hace poco más de un mes falleció una compasionista quedando la comunidad reducida a dos monjas, una de ellas enferma, ambas de avanzada edad. Por ello, la casa madre de esta orden religiosa de vida activa ubicada en Tolouse, Francia, y previa consulta al Obispo de Vitoria, acordó cerrar esta comunidad en la capital alavesa para reubicar a estas dos últimas religiosas.
En la actualidad, en todo el mundo, hay 250 religiosas repartidas en 32 comunidades. En España están presentes en 18 comunidades que se verán reducidas a 17 tras el cierre de la de Vitoria. En Euskadi tienen presencia en Basauri y Erandio, donde también sufren falta de relevo.
La fundación de la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de la Compasión se remonta a 1817 en la ciudad francesa de Toulouse. Allí, el sacerdote Maurice Garrigou y la religiosa Jeanne Marie Desclaux, afectados por la hostilidad a consecuencia de la Revolución Francesa, sufren persecución, cárcel y clandestinidad, algo que les marcó en su vida de fe llevándoles a crear esta congregación dedicada a quienes más sufren, a los más pobres y necesitados para hacerles llegar la compasión de Jesús a través de la inclusión, la salud y la educación. Estas religiosas, que trabajan a día de hoy en tres continentes –Europa, América y África– tuvieron en 2017 un año jubilar concedido por la Santa Sede debido a los 200 años de su fundación. Han estado presentes en Vitoria-Gasteiz desde el año 1969 con una comunidad en el barrio de Adurza. Este domingo, tras más de medio siglo de presencia activa y trabajando hasta el final, dirán adiós a su etapa en la capital alavesa en una emotiva misa presidida por el párroco de San Ignacio, Satur Yanguas y con la participación de todas las parroquias de la zona.
Non solum sed etiam
Una triste realidad que nos anuncia nuevos tiempos. Este incesante goteo de cierre de comunidades religiosas me ha hecho pensar en una doble dirección: Por un lado lamento el final de cualquier buena obra que la Iglesia haya venido realizando, y por lo general todas estas comunidades solo han hecho el bien a sus semejantes; pero por otra siento que lo que se abre por delante es un abanico de oportunidades. Me explico, oportunidades para que aquellas comunidades y proyectos que sobrevivan a esta sequía vocacional se refuercen y sean el destino de las pocas vocaciones que surjan; Por otra para que el papel que otrora jugaron religiosos y religiosas hoy lo ocupen laicos y laicas desde el voluntariado. Mientras algunas comunidades cierran sus puertas, otros organismos solidarios ven ir creciendo poco a poco su número de voluntarios. Por lo tanto quizá no son tiempos de lamentaciones sino de oportunidades y que las diócesis respalden y potencien estos otros proyectos de caridad. O quizá que no hagan nada, que los dejen fluir como hasta ahora.
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