Renovarse 'franciscanamente' o morir Antonio Aradillas: Obsequios para obispos nuevos... ¡Por favor, nada de mitras!
Al episcopologio español le faltan muy pocas cuaresmas para su notable y notoria renovación en sedes importantes
Personas e instituciones religiosas prepararán sus obsequios para los nuevos prelados a propósito de su "solemne toma de posesión"
Destaco, para la ocasión, una edición de los santos evangelios, sin comentarios y con letra grande y algunos subrayados
Integren un buen listado de obras firmadas por autores no recomendados, y aún descalificados, por los últimos papas, o por miembros de sus Curias, hasta la llegada primaveral del papa Francisco
No empeñen sus euros –ni los de los ricos ni los de los pobres- en artículos tradicionales y carísimos, porque hasta pierden su simbología mínimamente pastoral
Destaco, para la ocasión, una edición de los santos evangelios, sin comentarios y con letra grande y algunos subrayados
Integren un buen listado de obras firmadas por autores no recomendados, y aún descalificados, por los últimos papas, o por miembros de sus Curias, hasta la llegada primaveral del papa Francisco
No empeñen sus euros –ni los de los ricos ni los de los pobres- en artículos tradicionales y carísimos, porque hasta pierden su simbología mínimamente pastoral
No empeñen sus euros –ni los de los ricos ni los de los pobres- en artículos tradicionales y carísimos, porque hasta pierden su simbología mínimamente pastoral
Que la Iglesia fue, y es, lo que fueron y son sus obispos, es conclusión apodíctica, elemental y sin ambivalencia alguna. La historia es historia, y los hechos, con su documentación correspondiente, así se lo avalan a quienes quieran contemplarlos con divinidad y buena conciencia.
Y, como por diversidad de circunstancias al episcopologio español le faltan muy pocas cuaresmas para su notable y notoria renovación en sedes importantes y no tanto, la reflexión sobre el hecho debiera deberá ser artículo principal de la fe cristiana en relación con la institución eclesiástica. Descendiendo a la praxis y por aquello de que “de bien nacidos es ser agradecidos”, personas e instituciones religiosas prepararán sus obsequios para los nuevos prelados a propósito de su “solemne toma de posesión”, o “entronización en su cátedra sagrada”. El presupuesto de los objetos a obsequiar habrá de ser simple, sencillo, práctico y barato, en obligada consonancia con la que se dice ser Iglesia pobre, de los pobres y “en salida”, santa y “franciscana”.
No empeñen sus euros –ni los de los ricos ni los de los pobres- en la compra de báculos. Estos resultan caros. Carísimos, por lo que hasta pierden su simbología mínimamente pastoral. La acción-ministerio episcopal, por naturaleza, recusa las piedras preciosas y el rico material –plata y oro- en las dosis abundosas y artísticas que componen y sustentan los báculos.. Los pastores de ovejas, con olor a las mismas, hacen uso amable del bastón-cayado y por eso, solamente por eso, conocen su voz y son conocidos por las ovejas propias o ajenas que forman su grey.
Tampoco inviertan parte de sus euros en la adquisición de los anillos pastorales. La simbología y el uso que pudieran haberlos revestidos en tiempos pretéritos pasaron ya “a mejor vida”, por lo que, de “religioso”, nada de nada. El oro y la plata desconocen la liturgia del evangelio y sus fundamentos. Se ausentan de ellos. No la protegen. La empañan. Son otros tantos timos más o menos farisaicos o rematadamente mal orientados. La empañan, tanto o más que se empeñan…
¡Por favor, nada de mitras…! Es lo más anti litúrgico, pagano y anti religioso que pudo y puede idearse para las celebraciones sagradas. Las desacralizan, y además tal como ya saben de buena tinta no pocos fieles cristianos, ellas –las mitras- fueron símbolos e instrumentos guerreros. Los cuernos que engatusan, tapan o encubren, así como las filacterias e ínfulas, fastuosas y enclenques, confunden y escandalizan al personal más piadoso y crédulo, por lo que su desaparición debiera haberse ya decretado y haber traspasado su venta a las tiendas de objetos propios de los carnavalescos desfiles.
Jamás debieran pensar los generosos donantes de regalos para sus nuevos obispos, en objetos propios de los que habrían de exornar las mansiones palaciegas prelaticias. Los palacios episcopales, ni por su grandiosidad, ni por el carácter que les imprime a los avecindados en ellos, ni por su falta de operatividad pastoral, tienen presente, ni tendrán futuro. Son reliquias de los feudalismos y clericalismos que definieron a la institución eclesiástica y de los que esta habrá de prescindir con presteza, humildad y evangelio.
El capítulo de los libros-obsequios para los nuevos obispos es tan amplio, como decisivo. De entre sus apartados principales, destaco una edición de los santos evangelios, sin comentarios y con letra grande y algunos subrayados. Prescindo de citar el libro titulado “Camino”, entre otras razones, porque casi todos los “episcopables”, y sus consejeros y amigos, son poseedores del mismo y lo cuidan con agradecido aprecio sagrado. Previa la correspondiente indagación, no les importe a los donantes esculcar en el ya desaparecido “Índice de libros prohibidos” por la Iglesia, y adquirir algunos de los títulos allí “infernados” por orden de censores eclesiásticos, porque sí y sin posibilidad alguna de discrepancia, reflexión o diálogo…
Así mismo, y en este apartado bibliográfico de posibles obsequios al obispo, integren un buen listado de obras firmadas por autores no recomendados, y aún descalificados, por los últimos papas, o por miembros de sus Curias, hasta la llegada primaveral del papa Francisco. No se olviden de integrar en sus bibliotecas alguna novela de la literatura universal como el Quijote, el diccionario, y libros de poesías, no solo de san Juan de la Cruz, sino de la generación del “27” y otros, poco o nada afectos al Régimen y a la Iglesia del Nacional Catolicismo.
La cortesía y amabilidad para con los obispos, como la de estos con sus pastoreados, la corrección fraterna entre unos y otros , por el amor y la pobreza, es –será- sempiterno regalo que merecerán los jerarcas, al igual que los laicos, en el empeño por hacer la Iglesia, mucho más diocesana y sinodal y al ritmo que pretende fijarle el papa Francisco…
Y así, y solamente así. “¡Todos contentos!”