"Sobra la ardorosa, marcial y beligerante invocación al marxismo del arzobispo Cañizares" Antonio Aradillas: "Los cardenales no se tocan"
"No le niego valor a las declaraciones del señor arzobispo de Valencia, de acuerdo en líneas generales, en el planteamiento religioso que hace y defiende"
"Pero pienso que precisamente el papa Bergoglio no hubiera afrontado el tema surgido a las puertas de entrada –o salida- del templo de la Virgen de los Desamparados tal y como lo hizo su arzobispo"
"Francisco no hubiera permitido, redactado y firmado tal texto arzobispal, tampoco la Virgen"
"Somos muchos los que pensamos que por menos, iguales o similares, motivos, se justificaron algunas cruzadas y se firmó la desdichada “Carta Colectiva” del Episcopado español, que le confirió a la Guerra Civil"
"La ardorosa, marcial y beligerante invocación al marxismo, y a algunos de sus devotos y secuaces, creo humildemente que está hoy de más"
"Francisco no hubiera permitido, redactado y firmado tal texto arzobispal, tampoco la Virgen"
"Somos muchos los que pensamos que por menos, iguales o similares, motivos, se justificaron algunas cruzadas y se firmó la desdichada “Carta Colectiva” del Episcopado español, que le confirió a la Guerra Civil"
"La ardorosa, marcial y beligerante invocación al marxismo, y a algunos de sus devotos y secuaces, creo humildemente que está hoy de más"
"La ardorosa, marcial y beligerante invocación al marxismo, y a algunos de sus devotos y secuaces, creo humildemente que está hoy de más"
Adoctrina el diccionario advirtiendo que, en una de sus acepciones, “cardenal es un prelado de categoría inmediatamente inferior al papa, y consejero de este en los asuntos graves e la Iglesia”. En otra acepción se refiere también que “cardenal es una mancha amoratada que se produce en la piel, generalmente por efecto de un golpe”.
En mi comentario, y tal y como se están poniendo hoy las cosas, dentro y fuera de España, mi reflexión de proyecta hacia los entornos de la acepción primera y más concretamente en el marco valenciano de los penúltimos gestos y declaraciones con ocasión de la “bendición” especial a su pueblo, por parte de la Virgen precisamente bajo la advocación protectora de los “Desamparados”, de la que todos estamos y nos sentimos necesitados.
No le niego valor a las declaraciones del señor arzobispo de Valencia, de acuerdo en líneas generales, en el planteamiento religioso que hace y defiende. Será, en definitiva y en última instancia, cuestión de someter al severo e imparcial juicio los comportamientos de los protagonistas -clero y pueblo de Dios y del otro pueblo, que también es de Dios-, así como de las autoridades civiles y aún judiciales, si fuera menester y las aguas del Turia no se desbordaran hasta llegar a superar sus cauces naturales y artificiales.
En su amplia declaración no hace referencia alguna el arzobispo a su condición de cardenal, por lo que se destaca que los límites del problema son estrictamente de la pastoral doméstica, es decir, valencianos, y no generalizado a las relaciones Iglesia-Estado, de las que acaba de referir la Vicepresidenta del Gobierno que siguen gozando de buena salud, pese a no pocas reticencias de algunos miembros de la Conferencia Episcopal Española –CEE- de ser esta “puenteada” –“puente o pontífice”-, y tratar ella directamente con la Curia Romana, con sus dicasterios y con el mismo papa Francisco, “cuando se ha de menester”.
Pienso que precisamente el papa Bergoglio no hubiera afrontado el tema surgido a las puertas de entrada –o salida- del templo de la Virgen de los Desamparados tal y como lo hizo su arzobispo. Francisco no hubiera permitido, redactado y firmado tal texto arzobispal. Dice mucho, es decir, nada o casi nada, y el tono y los gestos no son de verdad “franciscanos”. Con este escrito, si algún humilde resquicio le quedaba al cardenal valenciano, para sucederle en el trono pontificio – que todo es posible- les han sido cerradas las puertas para engrosar el listado de los Romanos Pontífices –los dos de la familia de los Borja o Borgia – procedentes de este también “ Reino” “Santo”.
Tampoco la Virgen, y menos con tan piadosa y comprometida advocación amparadora, le hubiera dado el “Visto Bueno” a la publicación del referido alegato arzobispal. La mariología estudiada en tiempos pasados apenas si evangélicamente tuvo en cuenta todos –todos- los versículos del canto de su “Magnificat”, de modo especial los referidos a los ricos, los potentados y soberbios, así como a los pobres y humildes, quienes resultan ser exactamente los más necesitados de amparo, en mayor proporción, urgencia y sin límite alguno…
¿Y cómo habrán reaccionado los otros cardenales, arzobispos y obispos, sacerdotes, laicos y laicas de España, a quienes se les han presentado y vivido ocasiones similares a las de la Iglesia valenciana, y se limitaron a cumplir con lo reglamentado por las autoridades civiles, asumiéndolas como propias, siguiendo además las sugerencias de la CEE? ¿Es que acaso la de los Desamparados es más Virgen y Madre de Dios y nuestra, que las acogidas bajo otras advocaciones como, por ejemplo, las de Guadalupe, Monserrat, la Merced, Covadonga, Atocha, Almudena, los Remedios, Fuensanta, Sonsoles, de la Vega, el Pilar, la Paloma, Fencisla, Valvanera, el Rocío, Begoña y tantas otras con sus letanías respectivas…?
Somos muchos los que pensamos que por menos, iguales o similares, motivos, se justificaron algunas cruzadas y se firmó la desdichada “Carta Colectiva” del Episcopado español, que le confirió a la Guerra Civil tal condición y carácter “sagrado”. Solo el recuerdo de tan trágicos sucesos haría temblar los cimientos de templos, basílicas, catedrales, personas, ciudades, naciones, instituciones y pueblos. Ya tenemos bastante con los “coronavirus” y sus consecuencias, habidas y por haber, como para que no nos empeñemos todos –todos- en ser y ejercer de mensajeros comprometidos con la paz, y al precio que sea, como ayudadores de los desamparados, estando de más episodios, argumentos, invocaciones impropias del santo evangelio y de la más elemental y civilizada convivencia…
La ardorosa, marcial y beligerante invocación al marxismo, y a algunos de sus devotos y secuaces, creo humildemente que está hoy de más. Sobra, si a su vez no se invoca con idéntica furia y fervor evangélico y religioso, el recuerdo y condena para el contra-marxismo y sus congéneres, algunos “en el nombre de Dios”, adscritos y mantenedores de cofradías, movimientos “religiosos”, accionistas de bancos, alguno de los cuales fue patrocinado por san Ambrosio, que cambió varias veces de siglas, y en cuyo “haber” y “acciones” no se escatiman muertes sospechosas y hasta “suicidios” todavía no suficientemente aclarados…
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