"Nos entrenaron, nos lavaron el cerebro, para convertirnos en 'sodálites'" La denuncia de una ex Fraterna: "Convirtieron las heridas personales en 'pecados' y faltas para purificar"

Fraternas
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"No sólo puedo decir que lo que dice Rocío es cierto, sino que también puedo afirmar que las Fraternas eran una réplica exacta, un 'copia y pega' del Sodalicio"

"Nos entrenaron, nos lavaron el cerebro, para convertirnos en “sodálites”, porque esa era nuestra vocación"

"También entrelazaron la espiritualidad y la psicología, querían saber detalles muy personales de nuestras vidas y, a veces, convirtieron las heridas personales en “pecados” y faltas para purificar"

"Una vez durante mi estancia en la comunidad, me hicieron una “prueba” para ver cuánto podía ofrecer a Dios sin escatimar nada, y me hicieron correr durante 45 minutos, aunque nunca había corrido antes"

Soy ex Fraterna y quería compartir mi experiencia porque vi el artículo reciente de Rocío Figueroa, “El carisma no se inventa: crónica de una muerte anunciada”, y me conmovió profundamente como alguien que fue parte de la comunidad y vivió en carne propia el estilo de vida “sodálite” que se nos impuso.

No sólo puedo decir que lo que dice Rocío es cierto, sino que también puedo afirmar que las Fraternas eran una réplica exacta, un “copia y pega” del Sodalicio.

Cuando estaba en la FMR, teníamos que encarnar el “estilo sodálite” en nuestra vestimenta, en nuestros hábitos, en nuestro pensamiento, en nuestro lenguaje y en nuestra forma de hablar. Nos entrenaron, nos lavaron el cerebro, para convertirnos en “sodálites”, porque esa era nuestra vocación. Durante nuestra formación, leíamos libros de Luis Fernando Figari y Germán Doig, y durante nuestras liturgias cantábamos canciones inspiradas en sus escritos y su poesía. Tuvimos que dejar de lado nuestras “viejitas” y abrazar plenamente nuestra vocación a la espiritualidad sodálite.

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Rocío Figueroa y fraternas

Tuvimos que examinar cada pensamiento y las motivaciones detrás de él para estar seguras de que estábamos pensando “lógicamente” y sin falacias, y me dijeron que cuestionara cada primera impresión que tenía de mí misma para asegurarme de tener una visión “reconciliada” de mí misma ante Dios. También entrelazaron la espiritualidad y la psicología, querían saber detalles muy personales de nuestras vidas y, a veces, convirtieron las heridas personales en “pecados” y faltas para purificar. El resultado fue que muchas mujeres en las Fraternas se perdieron en su identidad y se confundieron al sobreevaluar cada pensamiento. Cuando cuestioné esto, me dijeron que era vanidosa, orgullosa, arrogante y rebelde, y que necesitaba convertirme en “una gatita bebiendo leche tibia”.

Una amiga mía que vivió en la comunidad durante un corto tiempo se fue después de convencerse de que se había vuelto loca. Comenzó a tener ansiedad y experimentó algo así como ataques de pánico. Ella se fue completamente sacudida y profundamente confundida, y se aisló completamente. Volvió con su familia, dejó la iglesia, y nadie que yo conozca de esa época ha sabido nada de ella desde entonces.

También se esperaba que hiciéramos una entrega “radical” de nosotros mismos a Dios, que nos exigiéramos al máximo en todo para no escatimar nada al Señor. A las Fraternas les gustaba “enseñarnos” esta radicalidad a través del ejercicio. Una vez durante mi estancia en la comunidad, me hicieron una “prueba” para ver cuánto podía ofrecer a Dios sin escatimar nada, y me hicieron correr durante 45 minutos, aunque nunca había corrido antes. Les dije a mis superiores que pensaba que era demasiado, pero simplemente me dijeron que Dios me daría la gracia y que tenía que darlo todo.

Figari

Yo era la “gordita” de la comunidad, y en las Fraternas a las “gorditas” se las consideraba perezosas y menos inteligentes, así que si me negaba a correr, tenía miedo de que me castigaran por perezosa. Así, durante mi “prueba”, corrí tan rápido como pude y me esforcé por mantener el ritmo de la otra hermana que estaba conmigo, incluso cuando me costaba. Cuando regresamos a la casa, no podía sentir mis piernas y había perdido todo el control de los músculos de la parte inferior de mi cuerpo. Tuve que apoyarme en la pared para mantenerme erguida y me oriné encima porque ya no podía controlar los músculos de mi cuerpo. Pensé que me alabarían por haberme entregado radicalmente a Dios, pero en cambio me regañaron por no haber dicho que era demasiado, a pesar de que se lo había dicho a la superiora antes de que corriéramos.

Por desgracia, estos no son casos aislados. Todos los días se hacían humillantes “correcciones fraternas” delante de todos. Las fraternas siempre estaban enfermas y muchas sufrían lesiones físicas, y escuché muchas historias de hermanas que estaban deprimidas, incluso con intentos de suicidio.

Comparto esto porque creo que estos problemas no son aislados de una o dos comunidades de Figari, son todos iguales: todos comparten la misma raíz, el mismo “carisma” sodálite, y parece –por sus respuestas a la reciente expulsión de miembros y el comunicado de las Fraternas– que nada ha cambiado, es la misma mentalidad que siempre ha estado ahí: defenderse a toda costa y tratar de desacreditar o desvalorizar a quienes están hablando.

Fraternas

No sé qué futuro le depara al Sodalicio o a las Fraternas, o a cualquiera de las comunidades fundadas por Figari (que también incluyen las Siervas del Plan de Dios y el Movimiento de Vida Cristiana), pero espero, especialmente por el bien de las víctimas, que ya no puedan salirse con la suya con tanta arrogancia cruel y desprecio flagrante por todos aquellos que han sufrido por su causa.

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