Los motivos por los que Ratzinger pasará a la historia Benedicto XVI, el Papa que unió tradición y renovación, conservadurismo y progresismo
Benedicto XVI, el Papa anciano y sabio, pasará, sin duda, a la historia por varios motivos
Primero por su legado teológico e intelectual. Segundo, por su renuncia. Y tercero, por la perfecta cohabitación con el Papa Francisco a pesar de los intentos del ala más conservadora de utilizarlo como ariete de un cisma contra la primavera 'bergogliana'
Las últimas tres décadas de historia del catolicismo no se pueden entender sin analizar la figura de este teólogo alemán, que dejó la cátedra por los despachos y se erigió, desde Roma, en el azote de teólogos díscolos y en el policía de la fe
Las últimas tres décadas de historia del catolicismo no se pueden entender sin analizar la figura de este teólogo alemán, que dejó la cátedra por los despachos y se erigió, desde Roma, en el azote de teólogos díscolos y en el policía de la fe
Benedicto XVI, el Papa anciano y sabio, pasará, sin duda, a la historia por varios motivos. Primero por su legado teológico e intelectual. Segundo, por su renuncia. Y tercero, por la perfecta cohabitación con el Papa 'llegado del fin del mundo', para hacer florecer de nuevo a la Iglesia católica, a pesar de los intentos del ala más conservadora de utilizarlo como ariete de un cisma contra la primavera 'bergogliana'.
Benedicto llegó a la Iglesia, definiéndose, desde el balcón central de la basílica de San Pedro, como el "humilde trabajador de la viña del Señor". Era el 19 de abril de 2005, cuando fue elegido sucesor de Juan Pablo II.
Ocho años después, el 28 de febrero de 2013, renunciaba al Pontificado con estas palabras de despedida: "Aunque me retiro ahora, en la oración estoy siempre cercano a todos vosotros y estoy seguro de que también todos vosotros estaréis cercanos a mí, aunque permaneceré escondido para el mundo".
"Era el 19 de abril de 2005, cuando fue elegido sucesor de Juan Pablo II. Ocho años después, el 28 de febrero de 2013, renunciaba al Pontificado. Ya no tenía las fuerzas 'ni espirituales ni materiales' para hacer frente a los problemas ni para seguir limpiando la Iglesia de la plaga de la pederastia y de la lacra del carrerismo de una Curia"
Su renuncia se produjo después de un año marcado por el denominado caso Vatileaks, el escándalo de la filtración de documentos reservados, que concluyó con la concesión de la gracia por parte de Benedicto XVI a su ex mayordomo y principal implicado, Paolo Gabriele.
Siempre honesto y sincero para con Dios, Benedicto se retiró, reconociendo que ya no tenía las fuerzas "ni espirituales ni materiales" para hacer frente a los problemas ni para seguir limpiando la Iglesia de la plaga de la pederastia y de la lacra del carrerismo de una Curia vaticana que funcionaba en clave de poder.
Fiel a su promesa, permaneció "escondido", sin apenas protagonismo, centrado en la oración y en la mística de la "otra orilla". Y fiel al Papa reinante. Y es que, como cuenta el que fuera su secretario, Alfred Xuereb, cuando Francisco llamó a Benedicto, inmediatamente después de su elección, "le pasé el teléfono a Benedicto y escuché que decía: 'Santidad, desde este momento, prometo mi total obediencia y mi oración'".
Muere el Papa Benedicto XVI
El primer Papa emérito, discípulo de San Agustín y San Buenaventura, experto en Santo Tomás y perito en los Padres de la Iglesia, capaz de codearse con los grandes intelectuales de su época, como Jürgen Habermas, se pasó a la "interior bodega" de nuestro San Juan de la Cruz, para gozar "de la noche sosegada, de la música callada, de la soledad sonora, de la cena que recrea y enamora, en diálogo íntimo y secreto con el Amado".
"Benedicto se mantuvo siempre en su papel de Moisés, rezando por el pueblo de Dios con los brazos en cruz. Sin prestarse a juegos de banderías eclesiásticas. Consciente de que fue él el que puso en marcha, con su valiente renuncia, el reloj de la revolución tranquila, que tanto necesitaba la Iglesia"
Muchos siguieron pensando en él como el adalid del antiguo régimen. Algunos hasta quisieron utilizarlo como la coartada para sus ansias de involución. Pero Benedicto se mantuvo siempre en su papel de Moisés, rezando por el pueblo de Dios con los brazos en cruz. Sin prestarse a juegos de banderías eclesiásticas. Consciente de que fue él el que puso en marcha, con su valiente renuncia, el reloj de la revolución tranquila, que tanto necesitaba la Iglesia.
Única institución global regenerada
Y es que, como decía Lincoln, la tarea más difícil del estadista consiste en tomar las medidas adecuadas, para asegurar la permanencia de la institución. Y eso fue lo que hizo Benedicto. De hecho, en alas de su renuncia y de la elección de Francisco, la Iglesia católica fue la única institución global capaz de resucitar, de recrearse desde dentro, de poner en marcha una profunda regeneración de sus estructuras internas, algo que no consiguieron hacer otras grandes instituciones mundiales, como el sistema financiero o el sistema político.
"Como decía Lincoln, la tarea más difícil del estadista consiste en tomar las medidas adecuadas, para asegurar la permanencia de la institución. Y eso fue lo que hizo Benedicto"
A Benedicto hay que agradecerle no sólo eso, sino también su capacidad de diálogo con ateos, agnósticos, hombres de ciencia y saber, responsables de la política y la economía, jóvenes y adultos. Siempre fiel a su empeño de mostrar que "Dios no es enemigo del hombre; que no quita nada de lo que hace verdaderamente hermosa la existencia humana, y que, antes al contrario, cuando eclipsamos a Dios con otros falsos ídolos, la vida humana pierde valor".
Ratzinger fue, sin duda, uno de los grandes pensadores del siglo XX, aunque su obra se quedó manca, por su dedicación primero a la Congregación para la Doctrina de la Fe (desde la que marcó los ejes doctrinales del pontificado del Papa polaco) y, después, como Sumo Pontífice.
"Posee el don de la palabra escrita"
Lo sabía todo de la Teología, pero además, sabía explicarla. Como suele decir el presidente del Episcopado, Ricardo Blázquez, "posee el don de la palabra escrita y sus formulaciones son precisas, simplifican lo complejo, hacen accesible lo profundo, edifican espiritualmente, son brillantes y bellas".
Fue, sin duda, uno de los grandes teólogos modernos. ¿Qué puesto ocuparía en la ránking teológico? El teólogo vasco, Jesús Martínez Gordo, se atrevió a contestar a esta pregunta en su obra 'Verdad y revelación cristiana' (Editorial Eset). En ella distingue tres tipos de Teología: "Veritativa, contemplativa y compasiva".
"Su pensamiento teológico, marcadamente centroeuropeo, siempre defendió la conjunción integradora de fe y razón, tradición y renovación, frente a la disyuntiva de la modernidad"
Para Martínez Gordo, Ratzinger se encuadra en la corriente veritativa y, en ella, es uno de los mejores, pero "superado por el español Andrés Torres Queiruga" y por el alemán Wolfhart Panennberg. Es decir, el tercero entre los teólogos veritativos y por detrás también de los contemplativos, capitaneados por Hans Urs von Balthasar, Bruno Forte y P. Evdokimov, y superado asimismo por los líderes de la corriente compasiva: Gustavo Gutiérrez, Jon Sobrino, José Ignacio González Faus, Ignacio Ellacuría y J. B. Metz.
Su pensamiento teológico, marcadamente centroeuropeo, siempre defendió la conjunción integradora de fe y razón, tradición y renovación, frente a la disyuntiva de la modernidad: razón o fe, tradición o renovación. No en vano se le llamó el teólogo del 'y/y'. Siempre sumando, convencido de que la fe, explicada por la razón, puede y debe seguir dando sentido a la existencia humana.
El Papa de lo esencial
De hecho, las últimas tres décadas de historia del catolicismo no se pueden entender sin analizar la figura de este teólogo alemán, que dejó la cátedra por los despachos y se erigió, desde Roma, en el azote de teólogos díscolos y en el policía de la fe.
Y eso que en la época del Vaticano II (1962-1965), Ratzinger formaba parte, junto a Hans Küng, del ala progresista de la Iglesia, mientras el entonces cardenal de Cracovia, Karol Wojtyla, se alineaba ya entre los conservadores. Pero pronto se pasó al bando conservador. En 1968, sólo tres años después del fin del Concilio, de vuelta a la Universidad de Tubinga, donde era admirado por los seminaristas por sus posturas liberales, imprimió un cambio radical a su orientación teológica.
"Las últimas tres décadas de historia del catolicismo no se pueden entender sin analizar la figura de este teólogo alemán, que dejó la cátedra por los despachos y se erigió, desde Roma, en el azote de teólogos díscolos y en el policía de la fe
Dejó en la estacada a su amigo Hans Küng y a la "Teología para el pueblo" para convertirse a la "Teología para el Vaticano". Y Roma le recompensó pronto, nombrándole arzobispo de Munich en 1977. Y cuando el Papa Wojtyla llega al solio pontificio le llama a Roma. Desde entonces, fue uno de los cardenales con más peso de la Curia.
Por sus obras y por sus reflexiones, algunos le han llamado "el Papa de lo esencial", porque se centró en la fe (sin ella, "la Iglesia se convertiría en una ONG piadosa") y en el diálogo con todos, incluidos los no creyentes del 'atrio de los gentiles'.
Llegó al solio pontificio con la denuncia del "relativismo imperante" que, a su juicio, puede acabar con las entrañas morales de la Humanidad. Y ya Papa, lo repitió en innumerables ocasiones. Tantas, que se convirtió en un lugar común doctrinal y, siguiendo su ejemplo, muchos obispos de todo el mundo, entre ellos los españoles, copiaron su frase y su denuncia. Fue el Papa de las certezas, de la fe razonada. Un Papa que tenía fe y que sabía razonarla y proponerla. Como hizo siempre en su cátedra y en sus libros.
"Algunos le han llamado 'el Papa de lo esencial', porque se centró en la fe (sin ella, 'la Iglesia se convertiría en una ONG piadosa') y en el diálogo con todos, incluidos los no creyentes del 'atrio de los gentiles'"
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