El día de los abuelos y el cuidado en la vejes en la vida monástica Bausset: "Nuestros mayores son una bendición de Dios y un pozo de sabiduría"
"Para mis hermanas y para mí, tener a nuestros padres en casa hasta su muerte y cuidarlos, fue una alegría, aunque mis hermanas tuvieron que renunciar, con generosidad, a viajes y a otros elementos de ocio, pero contentas por cuidar a nuestros padres"
"En mi etapa de enfermero de Montserrat, pude cuidar hasta su muerte a numerosos monjes como el abad Cassià Mª Just i el abad Bernardo López, los PP. Adalbert Franquesa, Jordi Pinell, Miquel Estradé, Evangelista Vilanova, Policarp Majoral, Ireneu Segarra, Romuald Díaz, Tomàs Puig, Guiu Camps, Lluc Martí, o los hermanos Francesc Perxachs, Llorenç Comas, Pere Riba, Àngel Caminos, David Pau o Joaquim Martínez entre otros"
Este domingo, 24 de julio, el papa Francisco nos invita a celebrar la Segunda Jornada Mundial de los Abuelos, con el lema, sacado del salmo 91, “Aún en la vejez fructificarán”.
Como nos dice el papa en su mensaje, este versículo del salmo “es una buena noticia, un auténtico “evangelio” que podemos anunciar al mundo con motivo de la Segunda Jornada Mundial de los Abuelos”. Es verdad que este anuncio, “va a contracorriente respecto al que el mundo piensa de esta etapa de la vida”. Y es que a menudo “la vejez nos da miedo”, porque “la consideramos una especie de enfermedad, con la cual es mejor no entrar en contacto”. De hecho, muchas veces pensamos que “las personas mayores es mejor que estén cuanto más lejos mejor, en instalaciones donde los cuiden y que nos eviten haber de hacernos cargo de sus preocupaciones”. Y esto, como ha dicho el papa tantas veces, “es la cultura del descarte”. En algunos casos las familias, aunque no les guste, han de ingresar a sus padres en una residencia. Pero otras veces, son ingresados para sacárselos de encima, porque son considerados, desgraciadamente, un estorbo que impiden a sus hijos, ir de vacaciones o de fiestas.
Como nos dice el papa en su mensaje con motivo de la Segunda Jornada Mundial de los Abuelos, “una larga vida (así lo enseña la Escritura), es una bendición y los ancianos no son parias, sino signos vivientes de la bondad de Dios”. Y por eso el papa nos dice: “Bendita la casa que cuida a una persona mayor”. Mis hermanas y hemos tenido la alegría de tener entre nosotros a nuestros padres hasta una edad avanzada: mi padre murió a punto de hacer 102 años y mi madre, cerca de los 88 años. Los dos fueron cuidados en casa por mis hermanas, con una solicitud extrema y generosa y también yo iba a menudo a mi pueblo, haciéndome cargo del cuidado de mis padres, para aliviar el trabajo de mis hermanas que podían descansar cuando yo estaba con ellos. Para mis hermanas y para mí, tener a nuestros padres en casa hasta su muerte y cuidarlos, fue una alegría, aunque mis hermanas tuvieron que renunciar, con generosidad, a viajes y a otros elementos de ocio, pero contentas por cuidar a nuestros padres.
Es verdad que, como nos dice el papa, “la ancianidad no es una estación fácil de comprender”, porque “nadie no nos ha preparado para afrontarla. Por eso es difícil mirar el futuro” y por eso mismo “estamos tentados a exorcizar la vejez escondiendo” inútilmente “arrugas y fingiendo que somos siempre jóvenes”. Por eso el Sr. Jesús Puig afirmaba en su artículo que los viejos son “material de desecho”, en una sociedad “que ensalza el consumo y la renovación constante” (Levante, 19 de julio de 2022).
Y es por eso que “la conciencia que las fuerzas declinano la aparición de una enfermedad, pueden poner en crisis nuestras certezas”. Y es por eso mismo que el salmo 91 “nos invita a continuar esperando”, para que cuando “lleguen la vejez y los cabellos blancos, él continuará dándonos vida y no dejará que seamos derrotados por el mal”. Es así como vivieron y como fueron cuidados en la enfermería de Montserrat, hasta su muerte, los monjes, que, porque vivimos en el monasterio, también morimos en él, sin dejarlo en la ancianidad, a diferencia de otras congregaciones religiosas que han de atender a los religiosos en conventos convertidos en enfermerías. Así, en mi etapa de enfermero de Montserrat, pude cuidar hasta su muerte a numerosos monjes como el abad Cassià Mª Just i el abad Bernardo López, los PP. Adalbert Franquesa, Jordi Pinell, Miquel Estradé, Evangelista Vilanova, Policarp Majoral, Ireneu Segarra, Romuald Díaz, Tomàs Puig, Guiu Camps, Lluc Martí, o los hermanos Francesc Perxachs, Llorenç Comas, Pere Riba, Àngel Caminos, David Pau o Joaquim Martínez entre otros.
Una comunidad religiosa, que ahora se ha convertido en enfermería y que conozco bien, es la comunidad Vedruna de Manresa, que cuida con esmero y con mimo a las religiosas ancianas y enfermas de esta congregación fundada por Santa Joaquina de Vedruna. La solicitud, antes, de la superiora, la hermana Maria Trullols (hasta que falleció ahora hace dos años) y en la actualidad la nueva superiora, la hermana Pilar Garriga, son un ejemplo de la parábola del buen samaritano, por la fraternidad y la atención solícita a las hermanas que se encuentran limitadas, bien por la edad o por la enfermedad.
Como nos dice el papa en su mensaje, “confiando en éldescubriremos que envejecer no implica solo el deterioro de la salud del cuerpo, sino el don de una vida larga”. Y es que “envejecer no es una condena sino una bendición”.
El papa nos invita “a vivir una ancianidad activa, cultivando nuestra vida interior” y “las relaciones con los demás, sobre todo con la familia”. Y es que “la ancianidad no es un tiempo inútil, en el cual nos apartamos, abandonando los remos en la barca, sino que es una estación para continuar dando frutos”, por el hecho que en esta etapa de la vida “hay una nueva misión que nos espera y nos invita a dirigir la mirada hacia el futuro”.
El papa nos recuerda que, debido a la pandemia de la Covid 19 y a la guerra de Ucrania, “estas grandes crisis pueden volvernos insensibles al hecho de que hay otras “epidemias” y otras formas de violencia que amenaza a la familia humana y a nuestra casa común”. Por eso, como nos dice el papa, “necesitamos un cambio profundo, una conversión que desmilitarice los corazones, permitiendo que cada uno reconozca en los demás, un hermano”. El papa, que nos recuerda que los ancianos “estamos llamados a ser artífices de la revolución de la ternura”, nos pide también que vivamos la oración en esta etapa de la vida.
Finalmente, como nos dice el papa, “la Segunda Jornada Mundial de las Personas Mayores, es una ocasión para decir una vez más, con alegría, que la Iglesia quiere hacer fiesta con aquellos a los cuales el Señor les ha concedido una edad avanzada”.
El papa acaba su mensaje, pidiendo a la Virgen María, “Madre de Ternura, que nos haga artífices de la revolución de la ternura para liberar al mundo de la sombra de la soledad y del demonio de la guerra”.
Todos habríamos de ser más conscientes del valor de las personas mayores, de los ancianos que tenemos cerca, ya que son una bendición de Dios y un pozo de sabiduría. Y por eso habríamos de amarlos y tratarlos con esmero, como un tesoro a conservar y no verlos como una carga, como un “material de desecho”, como decía el Sr. Jesús Puig en su artículo.
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