"Depositar en el rezo la eficacia mágica contra la pandemia me parece una pasada" Evaristo Villar: "Hay mucha gente de Iglesia que no se siente representada por la Conferencia Episcopal"

"Pretender convencer a Dios y al mundo de la bondad de las propias obras, además de inútil, es ofensivo y humillante"

"Para todo lo que suponga bienestar de la gente, la institución no debería esperar a ser invitada, debería adelantarse"

"El silencio de la cúpula eclesiástica española tiene poco que ver con la conmoción de Jesús ante las multitudes que se agolpaban para oír y ser sanadas. No es el silencio la respuesta, sino la conmoción"

"Esto nos invita a repensar la fortaleza y fragilidad de los mismos 'signos sacramentales'"

"¡Que la comunidad de Jesús en España necesite 11.000 millones para poder subsistir no se entiende! Y el contraste es mayor cuando se sabe que muchos curas están viviendo en verdadera pobreza"

"La iglesia del postcoronavirus tendrá que reflexionar mucho, a mi juicio, y actualizar muchos de sus mensajes y prácticas que ya no dicen casi nada a casi nadie"

"Tendremos que preguntarnos honestamente qué es lo que hemos hecho de ese rico intento de renovación que el Vaticano II puso en nuestras manos". Con estas palabras, el teólogo Evaristo Villar opina sobre los retos de la Iglesia del post-coronavirus. Denunciando primero con firmeza el "silencio" adoptado por la oficialidad de la cúpula eclesiástica española.

¿Cómo está percibiendo la sociedad española la implicación de la Iglesia y el papel que está jugando en la pandemia? ¿Está cumpliendo su función social?

No se debe generalizar. La Iglesia es muy diversa y plural. La sociedad española suele tener una mala imagen de la cúpula oficial de la Iglesia en España. Mirando retrospectivamente, años atrás la Conferencia Episcopal Española (CEE) casi siempre salía en la valoración de la ciudadanía en último o penúltimo lugar entre las instituciones del país. Y habría que ser muy ciego para no entender las razones. Entre el mantenimiento de privilegios y la tendencia ideológica hacia posiciones y organizaciones políticas, ya superadas por la modernidad, se puede explicar perfectamente esa mala imagen.

A esto habría que añadir ahora el clamoroso silencio, mantenido por la CEE durante la pandemia. ¡Qué bien le hubieran venido a una sociedad, terriblemente castigada y asustada por la pandemia, unas palabras de compañía, de consuelo, de solidaridad en momentos de gran turbación! Por lo menos repitiendo lo que dice y hace ordinariamente el papa Francisco. Pero no. Es el silencio, solo roto por algunas voces individuales, lo que más se oye. Y, más recientemente, las desafortunadas manifestaciones del secretario General de la CEE, el obispo Argüello, sobre el Ingreso Mínimo Vital para las personas y hogares más vulnerables, han escandalizado a muchas personas aún cristianas. ¿Dónde queda la opción por los pobres del Evangelio, las recientes posturas sobre el tema del papa Francisco y de la misma Caritas nacional? Evidentemente, hay mucha Iglesia que no se siente representada y que rechaza abiertamente, desde su sensibilidad humana y cristiana, esta falta de sensibilidad social.

Luis Argüello
Luis Argüello

Pero, a estas alturas, son ya muy pocas las personas en España obsesionadas en identificar a toda la Iglesia católica española con la posición de sus dirigentes. Las parroquias y movimientos cristianos, las comunidades religiosas y laicas, las Comunidades de Base en su inmensa mayoría han estado a pie de calle antes y durante la pandemia. Este tipo de Iglesia, desde sus mismos centros cuando se lo ha permitido el confinamiento y desde otros colectivos y cuerpos estatales en los que está inmersa —sectores como la sanidad, el transporte, el cultivo del campo, la seguridad ciudadana, la información, etc.— ha estado desarrollando un papel importante contra la pandemia. Me consta que muchos se han visto desbordados por la entrega de alimentos, medicinas, apoyos a los hogares en cuarentena, etc. Esta Iglesia sí ha estado —como suele hacer siempre— cumpliendo una importante labor social. 

¿Por qué no ha conseguido como institución visibilizar bien su lucha contra la pandemia y no ha podido ni ha intentado romper el techo de cristal de los grandes medios, especialmente las televisiones?

Si admitimos ese tipo de presencia de los cristianos y cristianas en la sociedad actual, no tanto con instituciones propias sino inmersos en las mediaciones sociales y públicas, se explica perfectamente su invisibilidad. No es muy evangélico que los cristianos y cristianas estemos repitiendo en nuestros días la orgullosa conducta del “fariseo orante”, rechazada abiertamente por el Evangelio. Pretender convencer a Dios y al mundo de la bondad de las propias obras, además de inútil, es ofensivo y humillante. Más que por la propaganda, la alternativa de Jesús se expande por el testimonio directo. La modestia, la moderación en las palabras vanas, está siempre más cerca del Evangelio que la arrogancia farisea.

'Tus obispos te acompañan': TRECE y COPE lanzan un mensaje de esperanza ante el drama del coronavirus
'Tus obispos te acompañan': TRECE y COPE lanzan un mensaje de esperanza ante el drama del coronavirus

Lo que se está viendo en estos días desde el confinamiento es que los políticos “responsables” (los que no se oponen por principio y tratando de sacar rentabilidad política a todo, sino que aportan soluciones a la crisis; ¿para qué nos sirve una oposición política que no tiene ninguna propuesta para mejorar la situación?) titubean antes de arriesgar decisiones que comprometen a la ciudadanía; los científicos no cuentan con horas suficientes en el reloj para encontrar una solución certera a la pandemia; y algunos obispos invitan a rezar… No está mal.

Rezar, lo sabemos los creyentes, no hace daño a nadie, hace bien, sobre todo, a la persona que ora. Pero depositar en el rezo la eficacia mágica contra la pandemia, me parece una pasada. No solo se le está pidiendo, exigiendo al Dios Misterio un milagro contra los propios disparates o el caos de la naturaleza, (lo que, además de imposible, poca gente va a entender en el actual contexto de secularización), sino que se puede estar hiriendo la imagen del Dios bueno que está misteriosamente en la existencia del mundo y de la humanidad. Un Dios que amorosamente nos acompaña, sin anularnos, en la búsqueda de soluciones al dolor y es testigo de los equívocos a los que nos lleva nuestra propia libertad. 

Sería más acertado seguir, en éste, como en tantas otras tragedias que nos afligen, la acertada y conmovedora convicción del teólogo y gran testigo cristiano Bonhoeffer, ejecutado por los nazis en 9 de abril de 1945 en el Campo de Concentración de Flossenbüg. El Dios cristiano no es para Bonhoeffer un gigantesco paraguas que nos protege de cualquier inclemencia: «El Dios que nos hace vivir en el mundo, dice… es el Dios ante el cual estamos permanentemente. Ante Dios y con Dios vivimos sin Dios».

Nazismo. Archivo histórico
Nazismo. Archivo histórico

Más que la propaganda (ya están para eso la Cope y 13TV), entiendo que la verdadera actitud cristiana, siguiendo el espíritu de Evangelio y del Vaticano II, está en preguntarnos, ante lo que nos está ocurriendo en estos días, por sus causas y su significado.

¿Cree usted que la Iglesia institucional va a formar parte del nuevo contrato social que parece estarse tejiendo?

Para todo lo que suponga bienestar de la gente, la institución no debería esperar a ser invitada, debería adelantarse. La Iglesia, si de algo sirve, es para dar sentido a la vida y crear espacios de convergencia y de esperanza. Porque “una Iglesia que no sirve, no sirve para nada”, como diría Jacques Gaillot, obispo de Évreux.

Pero, dada la distancia y ausencia de colaboración que, con pequeñas excepciones, ofrece a diario la cúpula episcopal al Gobierno de Coalición, probablemente ni va a ser invitada. Su histórica vinculación con el régimen anterior parece seguir poniéndole un escudo que le impide romper con ideologías de una derecha trasnochada y una venda en los ojos para no reconocer lo que está ocurriendo actualmente en nuestro país. 

En cualquier caso, e independientemente de la posición que tenga cada cual, toda persona seguidora de Jesús tendremos que posicionarnos ante la propuesta de crear condiciones menos desfavorables para que las clases populares, más vulnerables y desprotegidas —los pobres, las mujeres, los emigrantes, las zonas rurales vaciadas—. Y creo que se puede afirmar que, en el apoyo a un nuevo contrato social que trate de paliar las nefastas consecuencias a que nos está llevando un capitalismo desalmado y sin horizontes, muchos cristianos y cristianas vamos a estar intelectual y cordialmente de su lado. 

Migrantes en México
Migrantes en México

No podemos olvidar la verdadera praxis de las primeras comunidades cristianas que, en situación de verdadera precariedad y emergencia, “todo lo ponían en común… y tenían un solo corazón y una sola alma”, como se dice en el libro de Los Hechos de los Apóstoles. 

¿La crisis del coronavirus está haciendo aflorar el lado religioso de mucha gente, hasta ahora escondido o tapado? ¿Los indiferentes religiosos volverán al catolicismo o se irán definitivamente en busca de nuevas espiritualidades?

El teólogo José María Castillo ha estado repitiendo por activa y por pasiva que no podemos confundir la religión con el Evangelio. ¿Ese florecer religioso que se afirma en la pregunta —y que, por otra parte, no es ninguna novedad, pues ya a finales del pasado siglo se hablaba de “la vuelta de las religiones”— tendrá algo que ver con el Evangelio? Por de pronto, la imagen de Dios que refleja el Evangelio nada tiene que ver con la que se proyecta en algunas actitudes de las religiones que vuelven. Pensemos, por ejemplo, en la creciente expansión del pentecostalismo protestante en América o en la atracción del carismatismo católico en las últimas décadas en muchos lugares de la cristiandad, y, sobre todo, su implicación y complicidad con el poder político. No son pocos ni insignificantes los analistas que atribuyen a estas, llamadas Iglesias Electrónicas, la llegada al poder de populistas como Bolsonaro en Brasil o de Trump en EE. UU. Pues contrariamente a la praxis nada ingenua de estas confesiones, la imagen de Dios que se refleja en el Evangelio llegó a respetar escrupulosamente la libertad de Jesús para morir, como un fracasado, por unas causas que él consideró que eran las causas de Dios. La opción de Jesús también tuvo que ver con aquel estar “ante Dios y con Dios, pero sin Dios”, como decíamos antes.

Bolsonaro, con evangélicos
Bolsonaro, con evangélicos

No me siento legitimado para adivinar lo que pueden hacer, ante esta forma de vuelta de las religiones, las personas afectadas por el indiferentismo religioso o el mismo ateísmo. Con el máximo respeto a las creencias de cada cual, tengo que recordar que hubo un momento de gran lucidez en la institución eclesial (me refiero al Vaticano II) que llegó a afirmar que gran parte del indiferentismo religioso, y aun el mismo ateísmo, “no es originario, sino un fenómeno derivado de varias causas, entre las que se debe contar también la reacción crítica contra (las prácticas de) las religiones, y… sobre todo contra la religión cristiana” (GS,19). Advertencia que no deberíamos olvidar nunca, pero tampoco cuando se piden milagros imposibles al cielo y se quiere pasar por religión lo que no supera la magia o el mito.

¿El miedo a la muerte que ha recorrido el cuerpo social ha encontrado en la Iglesia sentido, consuelo y esperanza? Sin posibilidad de realizar funerales, ¿ha perdido la Iglesia el último rito de paso que le quedaba?

La situación me recuerda una cierta similitud con la que se refleja en evangelio de Marcos 6, 34 —que, a su vez, es un reflejo de la imagen que traza Ezequiel de los “pastores” de su tiempo (siglo VI a.c)—. Ante la “gran multitud” que se agolpa para oír y ser sanada, Jesús “se conmovió” —se utiliza el verbo “esplagjnizomai, que se deriva de “esplagjon” que significa vientre, intestinos, entrañas, corazón, es decir, las partes internas del cuerpo humano de donde surgen las emociones profundas y que podíamos traducir por “reacción visceral” o conmoción que fluye de las propias entrañas—… Jesús se conmovió “porque estaban como ovejas sin pastor”. Ezequiel, más imaginativo y poético, había dicho: “mis ovejas fueron pasto de las fieras salvajes, por falta de pastor; pues mis pastores no cuidaban mi rebaño” (Ez 34,8).

Covid-19
Covid-19

Ya me he referido antes al silencio de la cúpula episcopal ante esta pandemia que está causando mucho miedo por la brutalidad con que se está cebando en la gente más comprometida o más vulnerable. Ante esta situación, son muchas las personas creyentes que se vuelven a sus instituciones religiosas en busca de sentido a lo que nos está pasando y de esperanza para seguir viviendo. Y el silencio de estas instituciones tiene poco que ver con la conmoción de Jesús ante las multitudes que se agolpaban para oír y ser sanadas. No es el silencio la respuesta, sino la conmoción.

Para quienes pretendemos ir por la vida “con los ojos abiertos” como nos aconseja el téologo Juan Bautista Metz, ningún acontecimiento puede resultarnos indiferente. El Vaticano II nos invita a ver en estas situaciones “un signo”.  Y la Biblia, previamente, nos habla de un “cairós”, es decir, de un tiempo con sentido, de una ocasión para crear historia y “dar razón de la esperanza”. 

Esto nos invita a repensar la fortaleza y fragilidad de los mismos “signos sacramentales”. También ellos están sometidos al tiempo, afectados por una profunda transformación morfológica. Desde la sencilla insinuación de la Carta de Santiago —“¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con el óleo en el nombre del Señor” (5, 14)—, origen del “rito de paso”, hasta el ritual de hoy día hay todo un trecho. Y no me refiero al despliegue que supone un funeral, donde la función social se ha impuesto al factor más directamente religioso. El rigor en el cumplimiento del rito suele acabar ahogando el significado profundo del signo.

Aplauso sanitario
Aplauso sanitario

En estos días de confinamiento he sido testigo de un rito de despedida muy modesto y expresivo en la Almudena: cuatro personas ante un cadáver dentro aún del coche fúnebre, una oración sencilla, un signo austero de la cruz y la entrega del cadáver al crematorio. ¿Un sacramento sin liturgia?... Y esta sencilla escena me ha llevado a encontrarme imaginativamente con esa última mirada, profundamente humana y llena de ternura, del o de la profesional de la salud despidiendo de la vida a un ser humano, aislado de todo contacto, hasta de la propia familia. Imposible medir la carga de humanidad y derroche de espíritu en esa mirada que supera infinitamente toda ritualización. ¿No es este un signo eficaz de despedida? ¿No es este un signo sacramental? Los balcones de las ocho de la tarde de todas las calles lo están confirmando. Seguro que el Santiago de la carta y el Marcos el del Evangelio estarían más cerca de estos signos, profundamente humanos, que de las grandes ritualizaciones.

¿Se ha consagrado Internet (otrora demonizado por muchos clérigos) como un gran medio de humanización y de evangelización?

En esta situación de confinamiento, Internet está sirviendo a mucha gente para comunicarse por videoconferencia y romper, de algún modo, el aislamiento y la cuarentena.

Nuestro caso, en la Comunidad Santo Tomás de Aquino (Madrid), ha sido muy peculiar. Desde el comienzo del confinamiento hemos mantenido, durante la Semana Santa y todos los domingos de Pascua, un encuentro de comunidad por internet —llegando a veces a encontrarnos hasta 60 personas— con un doble programa, artístico-reflexivo y celebrativo.

"Los balcones de las ocho de la tarde de todas las calles lo están confirmando. Seguro que el Santiago de la carta y el Marcos el del Evangelio estarían más cerca de estos signos, profundamente humanos, que de las grandes ritualizaciones"

La reflexión cristiana la hemos tenido siempre a las 12:00hs. Y, para ello, nos hemos basado en la audición de una obra musical, elegida entre las grandes obras maestras a partir del Romanticismo (siglo XVII-XVIII). Todos los miembros de la comunidad hemos contado previamente con una guía descriptiva de la articulación técnica y artística de la obra, junto a su posible vinculación con el momento espiritual y religioso que estamos atravesando. ¡Ha sido una maravillosa experiencia poder vivir simultáneamente muchas personas esta relación entre la más genuina creatividad del espíritu humano, como es la música, y la memoria pascual de estos días! ¿Una forma sacramental, actualmente a nuestro alcance?

Este encuentro dominical de la comunidad se ha cerrado siempre con una celebración cristiana a partir de las 13:00hs. Momento en que, además de hacer memoria de la muerte y resurrección de Jesús y de su Cena de despedida, nos ha servido para buscarle un sentido y unas consecuencias a la enorme crisis que tanto destrozo nos está causando.

Estamos convencidos, desde nuestra propia experiencia, de que la técnica, obra de nuestras manos, bien utilizada, sirve no solo para humanizar y comunicarnos las buenas noticias o para desmentir las fake news y otros engaños que tanto se prodigan en estos tiempos, sino también para mantener y aun acrecentar la relación y el espíritu comunitario entre las y los cristianas. También la técnica, bien utilizada, puede convertirse en eficaz medio sacramental para crear comunión desde la presencia del Misterio.

Cementerio de la Almudena
Cementerio de la Almudena

¿Cómo será la Iglesia del postcoronavirus? ¿Qué características tendrá? ¿Hacia qué líneas de fondo apuntará? ¿Afectará a las reformas del Papa Francisco?

La iglesia del postcoronavirus tendrá que reflexionar mucho, a mi juicio, y actualizar muchos de sus mensajes y prácticas que ya no dicen casi nada a casi nadie. Solo la inercia de las generaciones pasadas sigue practicando unos ritos que, con su ausencia, se van extinguiendo.

Tendremos que hacer una autocrítica muy seria sobre el actual disfrute de la Iglesia católica en España de unos privilegios basados en unos acuerdos preconstitucionales con la Santa Sede que son un agravio comparativo con el resto de la ciudadanía.

Tendremos que preguntarnos honestamente qué es lo que hemos hecho de ese rico intento de renovación que el Vaticano II puso en nuestras manos. La infidelidad a este legado espiritual —que pertenece a de todo el Pueblo de Dios— liderada por la más alta magistratura de la Iglesia en el pasado reciente, no es menos grave que la que en otras ocasiones ella misma castigó como herejía. Tendremos que atrevernos a mirar a qué distancia estamos dejando el Evangelio de Jesús y envolviéndonos nuevamente, salvo pequeños reductos, en posiciones doctrinales y prácticas pastorales anacrónicas y muy ligadas a grupos políticos hegemónicos, que poco o nada tienen que ver con el Evangelio.

Muerte y coronavirus
Muerte y coronavirus

Tendremos que reconocer el gran error cometido al condenar el testimonio, frecuentemente martirial, de todo un continente, reflejado en la Teología de la Liberación y la opción por los pobres. Porque reconocer los propios errores parece ser el mejor camino no solo para no volverlos a cometer, sino para poder mirar al futuro con esperanza.

El camino a seguir está, a mi modo de ver, en recuperar la experiencia de las primeras comunidades cristianas, seguidas posteriormente por comunidades y movimientos de renovación —casi siempre miradas con desconfianza y hasta con rechazo por la institución—a lo largo de su historia. El haberse echado en brazos de los ideólogos de la New Age y de los carismatismos de las iglesias electrónicas nos está abocando a la actual situación de crisis. En la vuelta a recuperar la humilde comunidad o coinonía y la dimensión de servicio de justicia al mundo de hoy tan dividido y desigual está el reto y la apuesta por el futuro. 

La imagen de soledad del papa Francisco, en medio de la gran plaza de San Pedro, es un elocuente signo de Iglesia actual. Generalmente se silencia, se aísla o se combate institucionalmente todo intento de renovación. Este gesto de aislamiento y hasta de rechazo se ha repetido demasiadas veces en la historia de la Iglesia —las grandes propuestas de cambio, consideradas en su momento como herejías y condenadas como enemigas de la Institución, suelen acabar imponiéndose posteriormente como grandes aportes al acerbo espiritual de la humanidad—… La impresión que me deja esa imagen del papa, solo en la inmensidad de la plaza de San Pedro, es realmente conmovedora: una persona que se encuentra institucionalmente sola ante una tarea ingente que supera cualquier fortaleza humana. ¿Cómo llevar adelante ese programa que denuncia sin paliativos un sistema “que mata”, que opta evangélicamente por los pobres y que pretende abrir las puertas de la institución a los grandes desafíos del mundo de hoy? Yo espero que la jerarquía católica española (a pesar de sus clamorosos silencios y sus ideologías particulares) y todo el resto de la iglesia seamos capaces de arrimar el hombro a este ambicioso programa.

Francisco, el viernes histórico en la Plaza de San Pedro
Francisco, el viernes histórico en la Plaza de San Pedro

¿Podrá seguir manteniendo su actual estructura económica, territorial y funcional?

Lo mejor y lo perfecto suele ser enemigo de lo bueno; pero eso no significa que, al exigir lo bueno, nos olvidemos de tender a lo mejor. Yo entiendo que hay mucha estructura de iglesia que debe ser suprimida o, al menos, reformada. Me refiero no solo a su desigualdad estructural. El estatuto evangélico de igualdad se da de cachetes con su actual división entre clérigos y laicos, entre hombres y mujeres, entre el poder y quienes no tienen ningún poder en la Iglesia. Esto ya no se puede seguir manteniendo.

Tampoco es práctico ni realista seguir manteniendo la asignación territorial de los cristianos y cristianas a una parroquia. La movilidad actual ha superado la estabilidad rural de donde emana esta figura. Tampoco la asignación de varias parroquias a un solo cura (lugares hay donde un solo párroco cuanta con 16 parroquias). Seguirá siendo difícil de entender hoy día el hecho de que, contando con las conferencias episcopales, el papa tenga que seguir manteniendo nunciaturas y, sobre todo, un cuerpo de cardenales que, salvo elegir al siguiente papa, nadie entiende su verdadero servicio en la comunidad cristiana. Tampoco se entiende el nombramiento a dedo de unos obispos sin contar para nada con la comunidad local. En la humilde coinonía cristiana el verdadero honor no está en el cargo, está en el servicio que nos prestamos mutuamente y, sobre todo, a los pobres.

"Seguirá siendo difícil de entender hoy día el hecho de que, contando con las conferencias episcopales, el papa tenga que seguir manteniendo nunciaturas y, sobre todo, un cuerpo de cardenales que, salvo elegir al siguiente papa, nadie entiende su verdadero servicio"

Si las cifras económicas que se publican en los medios son ciertas, y nadie consigue demostrar lo contrario, la economía en la Iglesia es un escándalo. Y el escándalo es mayor en la situación actual de empobrecimiento de la población. ¡Que la comunidad de Jesús en España necesite 11 mil millones para poder subsistir es una pasada! Nadie podrá entenderlo. Y el contraste es mayor cuando se sabe que muchos curas están viviendo en verdadera pobreza. Una situación muy dura a la que han llegado o bien por opción personal o bien porque el servicio que están prestando con toda dedicación no da para la propia subsistencia. La riqueza de la institución no supone en todos los casos que todos sus servidores “vivan como un cura”.

Yo no voy a pedir lo que parece imposible hoy día: que el papa salga del Vaticano. Pero, para quienes se sienten a gusto con la actual situación o quieren volverla hacia épocas pasadas, convendría recordarles con la tradición genuina de la Iglesia este principio que, teológica y pastoralmente, también vale para el momento presente. Y es que la Iglesia no se puede estancar en ningún momento de su historia porque se lo debería impedir el principio “eclesia Semper reformanda”, es decir, no puede tener miedo a cambiar porque el cambio va en su propia esencia. Se trata de un principio de reforma, exigido ahora por la crisis del coronavirus, pero que su vigencia supera siempre la mera coyuntura. Será cuestión de tomárselo muy en serio y apoyar a Francisco en la soledad de sus intentos reformistas.

El Vaticano sin gente
El Vaticano sin gente

¿La pandemia ha despertado en el laicado la conciencia de su ser ‘pueblo sacerdotal’ y, por tanto, la exigencia de asumir ministerios ordenados?

Partiendo, como se ha dicho, que el NT nunca habla de sacerdotes, sino de presbíteros —es una forma de superación teológica del AT: el sacerdote es mediador sagrado entre la fe y Misterio, el presbítero es el maestro o dirigente que, con su experiencia y sabiduría, puede ir abriendo camino en la marcha de una comunidad—, sería bueno que volviéramos ya a la novedad del Evangelio. En el Nuevo testamento, según la Carta a los Hebreos, es Cristo el único sacerdote y mediador y, en su misteriosa presencia/ausencia, es la comunidad entera quien lo representa. Toda ella es sacerdotal en cuanto visibilidad de una ausencia misteriosamente presente.

En la comunidad de Jesús más que estatus (clérigos-laicos) hay servicios o ministerios (diaconías). Y es ella, la comunidad, la que establece las prioridades de los servicios: la presidencia, la acogida y atención a los pobres y ancianos, la educación en la fe, la administración, etc. El sistema que se ha venido configurando como sacramento y ha servido en otros momentos de la historia no tiene por qué hipotecar los nuevos servicios ante las nuevas situaciones de necesidad. Desde los criterios de igualdad y preparación de las personas, la comunidad tiene que ir haciendo frente a los nuevos retos. Hoy muchos de los servicios que han resultado eficaces y que en estos momentos pueden ser cambiados o, al menos, adaptados a las nuevas necesidades. 

Francisco invita a no perder la memoria del primer encuentro con Jesús
Francisco invita a no perder la memoria del primer encuentro con Jesús

¿Habrá que revisar la actual praxis sacramental, especialmente de la eucaristía y de la penitencia?

Claro, hay que revisar toda la articulación sacramental. Los sacramentos son para la vida y no la vida para los sacramentos. Algo así dejó dicho y hecho Jesús: “el sábado es para el hombre y no el hombre para el sábado”. Cuando la vida se está complejizando de la manera que conocemos, mantener rígidamente la actual articulación sacramental puede estar dejando muchos aspectos de la persona creyente fuera de cobertura. Y no deberíamos olvidar que la fijación en siete del Concilio de Trento responde más a una cultura rural y campesina que a la urbanita de hoy día.

En la Comunidades nos hemos planteado frecuentemente este asunto y hemos pensado en considerar también sacramentos otras muchas situaciones humanas que afectan a la vida de hoy, por ejemplo, la llegada a la mayoría de edad, la finalización de una carrera, el comienzo de un trabajo estable, la superación de una enfermedad peligrosa, el momento de la jubilación, la dedicación voluntaria a las personas mayores, la consagración a los pobres y desvalidos, etc.

Tanto la comunidad de Jerusalén que se reunía para “partir el pan” como la de Corinto que también se encontraba para celebrar “la Cena del Señor”, —que son nuestros referentes más importantes— tenían siempre, junto a la memoria de Jesús, la presencia de los pobres. Del cestillo de comida que cada cual llevaba a la reunión, participaban directamente los pobres. Este gesto social lo hemos ritualizado tanto que lo hemos convertido en un mero símbolo sin garra y sin especial compromiso. En este sentido, necesitamos desritualizar la eucaristía y hacer que recobre su sentido original: No podemos separar la celebración de la memoria de Jesús del compartir de alguna manera con los pobres. ¡Cómo entender, en este sentido, esas eucaristías sin comunidad, meramente devocionales!

"Cuando la vida se está complejizando de la manera que conocemos, mantener rígidamente la actual articulación sacramental puede estar dejando muchos aspectos de la persona creyente fuera de cobertura"

Los cristianos y cristianas no podemos perder de vista que, teológicamente, cada acontecimiento es un signo, un cairós, con su don y su gracia; y que en todo cuidado ofrecido generosamente a los demás (también y principalmente el perdón), está el Señor resucitado: “porque tuve hambre y me disteis de comer… fui forastero y me acogisteis…cada vez que lo hicisteis con uno de los hermanos míos tan insignificantes lo hicisteis conmigo” (Mt 25).

Iglesia doméstica
Iglesia doméstica

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