Lo de la 'teocracia', tal y como reza la RAE, pasó a mejor vida Factoría episcopal (Los obispos no votan: se votan)
"No me extrañaría la sorpresa y posible escándalo que a algunos pueda suponerles tal referencia fabril … Pero así se escribe la historia"
"Tal y como aconteció en los penúltimos años, los obispos fueron nombrados a dedo, siendo su principal definidor en la Curia Romana el hacedor de mitras, anillos y báculos, Cardenal don Antonio Rouco Varela… ya emérito, pero no del todo"
"Mañana, es decir YA, 'democracia' e 'Iglesia' establecerán entre sí un fecundo y fiel matrimonio que, por igual, beneficie a ambos conceptos y, en definitiva, al del 'pueblo'"
"De algunos obispos y más, se da la impresión diabólica de haber sido seleccionados para perjudicar –'cargarse', dicen otros -, a la Iglesia del santo Evangelio. La definición que oferta el papa Francisco de 'obispos servidores y profetas', es un sueño infinito"
"Mañana, es decir YA, 'democracia' e 'Iglesia' establecerán entre sí un fecundo y fiel matrimonio que, por igual, beneficie a ambos conceptos y, en definitiva, al del 'pueblo'"
"De algunos obispos y más, se da la impresión diabólica de haber sido seleccionados para perjudicar –'cargarse', dicen otros -, a la Iglesia del santo Evangelio. La definición que oferta el papa Francisco de 'obispos servidores y profetas', es un sueño infinito"
Con el convencimiento de que el título de esta reflexión sobre los obispos-“Sucesores de los Apóstoles”, hoy tan cuestionados hasta teológicamente, no me extrañaría la sorpresa y posible escándalo que a algunos pueda suponerles talreferencia fabril. Adelanto con honestidad que el texto acrecentará aún más sus sospechas y presentimientos. Aplicar una denominación fabril a todo un proceso de selección -nombramiento -que no elección- de los obispos, tal y como acontece en la actualidad en la Iglesia y con especial, documentada y testimoniada mención para la que peregrina por los caminos jacobeos en España, es explicable que resulte extraño, anómalo y además, y sobre todo, irreverente.
Pero así se escribe la historia, por lo que en la actualidad y en plena crisis de conversión-reconversión, y aún desaparición, de las fábricas de automóviles, el léxico clerical y litúrgico se macule de términos otrora netamente fabriles. No en vano la Iglesia es Iglesia, es decir, “cosa de hombres” (y de mujeres), y ellos y ellas hablan y se se expresan así, en la construcción y mantenimiento de su convivencia.
Los obispos no nacen ya obispos. Antes, ni siquiera tenían que ser curas para ser obispos, y ni en el organigrama de la docencia clerical -“carrera eclesiástica”- se registra una asignatura, o “máster” que facilitara en su día, con mula blanca o de otro color, tomar posesión “(¡¡) de la cátedra –“catedral”- desde la que, por oficio-ministerio, adoctrinar a sus diocesanos, con amorosa y ritual referencia “a sus amados hijos ,hermanos y hermanas en Cristo Jesús”.
Un poco más que la Teología, el Código de Derecho Canónico, la Liturgia y la praxis relacionada con el estamento episcopal demandan con urgencia, Evangelio, sentido común e Iglesia, debida y correspondiente reforma.
A los obispos ha de elegirlos el pueblo. Tal y como aconteció en los penúltimos años, los obispos fueron nombrados a dedo, siendo su principal definidor en la Curia Romana el hacedor de mitras, anillos y báculos, Cardenal don Antonio Rouco Varela, todopoderoso vice-papa español, nacido en la gallega Villalba, arzobispo de Madrid y Presidente de la Conferencia Episcopal Española -CEE-, aunque ya emérito, pero no del todo, y en cuyo “curriculum” resulta demasiadamente fácil descubrir el ultra conservadurismo, del que el papa Francisco fue y es consciente.
En la encrucijada eclesiástica en la que vivimos, y en un mundo en ebullición permanente y cambios arrasadores, ser obispo es tarea ardua y difícil y poco o nada apetecible, en vísperas de que lo que les queda de privilegios humanos y hasta “divinos”, se les difumine a perpetuidad y sin respeto, tal y como este era concebido y escenificado por sus antecesores más inmediatos. Ser obispo sin mitra o con escaso uso de ella, sin habitual presidencia, sin colorines y deslumbrantes ornamentos sagrados, y además avecindado en un piso cualquiera con su dirección y código postal correspondiente, tuteado por unos y otros, no será del agrado de muchos, por lo que, con el futuro poco halagüeño vocacional que se palpa en los seminarios, los candidatos a las sedes episcopales habrán de aminorar apetencias prelaticias.
Si además el tema de las inmatriculaciones no se resuelve, o sí, pero no al gusto oficial y curial, los rechazos episcopales llegarán a estar “a la orden del día” y en España, a los obispos examinadores uruguayos, y a otros hispanoamericanos o africanos, se les tendrá que pedir que “por amor de Dios” ejerzan de obispos. En las diócesis que fundaran en España san Pablo, Santiago (¿?), y sus respectivos discípulos, tal y como relatan las tradiciones sagradas, aureoladas de sus respectivas, piadosas leyendas y milagrerías, tal acontecer eclesiástico, para muchos, resultaría poco o nada admisible.
Mañana, es decir YA, “democracia” e “Iglesia” establecerán entre sí un fecundo y fiel matrimonio que, por igual, beneficie a ambos conceptos y, en definitiva, al del “pueblo”. Lo de la “teocracia”, tal y como reza la RAE, “concepción del Estado según la cual el poder temporal depende del poder espiritual”, pasó a mejor vida y mientras que a unos divierte, a los más entristece, prestándose a interpretaciones aviesas, todas ellas, y más, avaladas por guerras, a las que no se les escatima el atributo blasfemo de “santas”.
Mientras tanto, ahora y siempre y “por los siglos de los siglos”, se alienta la esperanza que a las factorías episcopales, con mención honorífica para la curia romana, veteada cardenaliciamente de color rojo “rouconiano” intrigante, le llegue la hora de su reconversión al Vaticano II, después de su consuetudinaria y avezada peregrinación a los concilios de Trento, Nicea, Calcedonia y Constantinopla en sus ediciones diversas. De momento, y según las más recientes noticias, el botafumeiro catedralicio de la catedral de Santiago no llevará la “marca” lucense.
De algunos obispos y más, se da la impresión diabólica de haber sido seleccionados para perjudicar –“cargarse”, dicen otros -, a la Iglesia del santo Evangelio. La definición que oferta el papa Francisco de “obispos servidores y profetas”, es un sueño infinito.