La respuesta del Sodalicio a la expulsión de Figari: la estrategia de difamación Martin Scheuch: "La posible supresión del Sodalicio, aun siendo necesaria, no terminaría con el mal"

Martin Scheuch, ex Sodalité
Martin Scheuch, ex Sodalité captura/La República

"Para pertenecer al Sodalicio es necesario haber pasado por un exitoso proceso de lavado de cerebro, que convierte a la persona en un fanático dispuesto a defender “su” verdad a toda costa, recurriendo incluso a la violencia —sobre todo verbal—, con una conciencia ética anestesiada e inmune a todo pensamiento reflexivo o crítico"

"Sólo admiten la versión que venga de sus autoridades, pues el Sodalicio se considera portador de la verdad mientras que todo lo que venga fuera de sus fronteras institucionales debe ser recibido con recelo y considerado inverosímil —e incluso falso— de antemano"

La respuesta del Sodalicio ante la expulsión de Luis Fernando Figari y las especulaciones sobre su próxima supresión ha sido plantear una narrativa que distorsiona u omite datos y hechos, y plantea una agresiva estrategia de difamación en contra de quienes lo han investigado.

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El asunto no es tan simple como que saben cuál es la realidad, y decidieran mentir y difamar con plena conciencia de lo que hacen. Eso se podría esperar de personas normales con cierto grado de malignidad. Pero los sodálites no son personas normales. Para pertenecer al Sodalicio es necesario haber pasado por un exitoso proceso de lavado de cerebro, que convierte a la persona en un fanático dispuesto a defender “su” verdad a toda costa, recurriendo incluso a la violencia —sobre todo verbal—, con una conciencia ética anestesiada e inmune a todo pensamiento reflexivo o crítico.

De este modo, defienden como un dogma que tienen un carisma inspirado por el Espíritu Santo y que son una obra querida por Dios. Eso no obstante que en un libro de cabecera del Sodalicio en los años 70 y 80 —a saber, “Vida y muerte de las órdenes religiosas” de Raymond Hostie— se señalaba que el portador del carisma era el fundador y que los institutos religiosos no son eternos y pueden desaparecer. Ahora la narrativa es otra: el carisma puede no pasar por el fundador y un instituto religioso destinado a desaparecer pero consciente de su “llamado divino” debe rebelarse contra esa imposición.

En un libro de cabecera del Sodalicio en los años 70 y 80 —a saber, “Vida y muerte de las órdenes religiosas” de Raymond Hostie— se señalaba que el portador del carisma era el fundador y que los institutos religiosos no son eternos y pueden desaparecer. Ahora la narrativa es otra: el carisma puede no pasar por el fundador y un instituto religioso destinado a desaparecer pero consciente de su “llamado divino” debe rebelarse contra esa imposición

El cambio de narrativa no es algo nuevo en el Sodalicio, sino que forma parte de su esencia. Desde que tengo memoria, han ido cambiando su historia oficial —al estilo de la sociedad descrita en la novela “1984” de George Orwell—, omitiendo hechos y personas que se han vuelto no gratas para ellos, reinterpretando nuevamente algunos hechos de su historia, aportando datos sesgados, más con fines propagandísticos que en virtud de un intento de ser fieles a la verdad histórica.

Luis Figari, fundador del Sodalicio
Luis Figari, fundador del Sodalicio

No hay manera de que esto cambie, pues en el Sodalicio prima un pensamiento único, al cual deben adherirse todos los sodálites. Sólo admiten la versión que venga de sus autoridades, pues el Sodalicio se considera portador de la verdad mientras que todo lo que venga fuera de sus fronteras institucionales debe ser recibido con recelo y considerado inverosímil —e incluso falso— de antemano. Es casi imposible que un sodálite tenga pensamiento crítico. Si por acaso lo tiene, suele ser el inicio de un proceso personal que terminará con su alejamiento de esta organización sectaria.

La posible supresión del Sodalicio, aun siendo necesaria, no terminaría con el mal. No dudo en afirmar que todo aquel que haya pasado por esta organización que viola derechos humanos fundamentales requerirá pasar por una terapia psicológica. El daño profundo que producen en la psique se refleja en la manera como están respondiendo a acusaciones debidamente fundamentadas y corroboradas.

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