Del Summorum pontificum de Benedicto XVI al Traditionis Custodes de Francisco El último motu proprio del Papa Francisco: Traditionis custodes o Custodios de la Tradición (II)
Jean Guitton, de la Academia francesa, íntimo de San Pablo VI y también amigo de San Juan Pablo II, que cuenta maravillas de sus conversaciones con el arzobispo Marcel Lefebvre
Estuvo el Papa Ratzinger tan obsesionado por evitar el Cisma que llegó, provocando acaso la crisis más grave de su Pontificado, a levantar las penas de excomunión a los obispos Fellay, Tissier, Williamson y Galarreta, ilícitamente ordenados en junio de 1988
A la nueva ley universal Motu Proprio, sólo de lectura posible en cuatro lenguas modernas, acaso intencionadamente, le falta la clásica o latina, muy necesaria en este caso, pues las lenguas clásicas, a diferencia de las modernas, “suavizan” el efecto emotivo
La Liturgia, fuente de cismas y de lo cismático, no es de ninguna manera, asunto exclusivo de eclesiásticos y de clerecías con vicioso afán de poder
A la nueva ley universal Motu Proprio, sólo de lectura posible en cuatro lenguas modernas, acaso intencionadamente, le falta la clásica o latina, muy necesaria en este caso, pues las lenguas clásicas, a diferencia de las modernas, “suavizan” el efecto emotivo
La Liturgia, fuente de cismas y de lo cismático, no es de ninguna manera, asunto exclusivo de eclesiásticos y de clerecías con vicioso afán de poder
| Ángel Aznárez
I.- Introducción
Acaso aún no estén estudiados, con profundidad necesaria, los avatares del acontecimiento eclesial, que fue esencial para la Iglesia católica y para los pontificados de San Pablo VI, San Juan Pablo II y Benedicto XVI: la llamada “ruptura integrista de los miembros de la Fraternidad sacerdotal San Pío X (FSSPX, 1969). Tal Fraternidad deseó preservar, contra la Roma “apóstata y modernista”, el llamado “catolicismo intransigente” de antes del Concilio Vaticano II, el de la Reforma Litúrgica, entre otras reformas, como la Libertad religiosa, la Sinodalidad o el Ecumenismo.
Escribamos que las disputas litúrgicas que hasta hoy mismo agobian (el Motu Propio de Francisco es un ejemplo) no se pueden entender sin las exigencias planteadas por la Fraternidad de San Pío X a los Papas respectivos, para evitar un nuevo, otro terrible Cisma que sumar a los de Oriente (año 1054) y Occidente (año 1378). Y escribamos que, para saber lo ocurrido, con minuciosidad, no se ha de acudir únicamente a documentos vaticanos guardados en archivos papales secretos, sino también acudir a escritos dejados por escritores católicos, amigos y confidentes de los papas, que a instancia de ellos, intervinieron en “negociaciones” con los integristas y/o tradicionalistas, dejando constancia escrita de sus actuaciones. Me refiero, por ejemplo, al laico Jean Guitton, de la Academia francesa, íntimo de San Pablo VI y también amigo de San Juan Pablo II, que cuenta maravillas de sus conversaciones con el arzobispo Marcel Lefebvre, en el libro Un siècle une vie, editado por Laffont en 1988 (Huitième partie).
Sabemos que la suspensión a divinis de Mgr Lefebvre fue en tiempos de San Pablo VI (1976), decretada por el Dicasterio de la Congregación para los Obispos, juzgando muy interesante a estos efectos el libro de la montiniana Giselda AdornatoPablo VI El coraje de la modernidad. Sabemos que en Junio de 1988 fueron ordenados cuatro obispos contra la orden expresa de San Juan Pablo II, interviniendo de manera directa el entonces Prefecto para la Doctrina de la Fe, el luego Papa Benedicto XVI. Estuvo el Papa Ratzinger tan obsesionado por evitar el Cisma que llegó, provocando acaso la crisis más grave de su Pontificado, a levantar las penas de excomunión a los obispos Fellay, Tissier, Williamson y Galarreta, ilícitamente ordenados en junio de 1988. (Léase el Decreto (21/1/2009) de Levantamiento de la Excomunión, firmado por el cardenal Re, Prefecto entonces de la Congregación para los Obispos, y especializado en notables desaguisados vaticanos, muchos aún secretos, y hoy Decano del Colegio de Cardenales).
Y antes de entrar en el Motu Propio de Benedicto XVI y de Francisco, debemos remitirnos a dos asuntos tratados ya en la 1ª y anterior parte: a) A la diferencia entre la Reforma de la Liturgia, tal como resultó del Concilio, y la resultante de su aplicación postconciliar, de factura de San Pablo VI, del cardenal Lercaro y del arzobispo Bugnini, y b) A la diferencia de responsabilidades, experiencias y vivencias entre el Papa alemán y el Papa argentino; un Papa preocupado por los de Écône (Suiza) y otro por los de Amazonas: “La querida Amazonia se muestra ante el mundo con todo su esplendor, su drama, su misterio” (Escribió Francisco en la Exhortación apostólica postsinodal “Querida Amazonia”).
II.- Summorum pontificum de Benedicto XVI:
Que un Papa como Benedicto XVI, muy púdico y recatado, haya quedado tan desnudo, sin veladuras o tapaderas, con ocasión de la “CARTA de su Santidad a los Obispos de la Iglesia católica sobre la remisión de la excomunión de los cuatro obispos consagrados por el arzobispo Lefebvre”, deja a plena luz, sin sombra o penumbra, lo pretendido con su Motu Proprio SUMMORUM PONTIFICUM, fechado el 7 de Julio de 2007. El Motu Proprio del actual Papa, Francisco, “Traditionis Custodes, abrogó todo lo anterior (artículo 8). Y no pudo quedar más claro lo pretendido por Benedicto XVI con la dualidad siguiente:
A.- Lex orandi en la expresión ordinaria o Misal Romano para la Iglesia latina, el aprobado en 1970 por San Pablo VI.
B.- Lex orandi en la expresión extraordinaria o Misal Romano para la Iglesia latina, el aprobado por San Pío V y el aprobado por San Juan XXIII en 1962.
Es llamativo que en el Motu Proprio Summorum Pontificum se escriba lo siguiente, que parece, como un brindis para contento, dirigido a los de la Fraternidad sacerdotal de San Pío V: “Entre ellos (otros pontífices romanos) destaca san Pío V, que animado por gran celo pastoral tras la exhortación de Concilio de Trento, renovó todo el culto de la Iglesia, revisó la edición de los libros litúrgicos enmendados y, renovados según las normas de los Padres, los puso en uso de la Iglesia latina”.
El Motu Propio Summorum Pontificum fue una ley universal para la Iglesia como ahora lo es Traditionis custodes; aquél fue acompañado de una carta aclaratoria dirigida a los obispos. Es en la Instrucción, de fecha 30 de abril de 2011, sobre la aplicación del Summorum Pontificum aprobada por el Presidente de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei, el cardenal Levada, donde se señalan sus tres objetivos: “a) ofrecer a todos los fieles la Liturgia romana en el usus antiquor, considerada como un tesoro precioso que hay que conservar; b) garantizar y asegurar realmente el uso de la forma extraordinaria a quienes lo pidan, considerando que el uso de la Liturgia romana que entró en vigor en 1962 es una facultad concedida para el bien de los fieles y, por tanto, debe interpretarse en sentido favorable a los fieles, que son sus principales destinatarios, y c) Favorecer la reconciliación en el seno de la Iglesia”.
Y hemos de añadir que el Motu Proprio de Benedicto XVI, de fecha 2 de julio de 2009, de configuración de la Comisión pontificia Ecclesia Dei, se denomina, de manera interesante Ecclessiae Unitatem.
III.- Traditionis custodes de Francisco:
El Motu propio no puede comenzar mejor, con referencia al ministerio apostólico de los obispos, con citas iniciales de Lumen Gentium y Christus Dominus, reconociendo que la facultad de utilizar el Misal Romano de San Juan XXIII (1962) fue “para promover la custodia y la unidad de la Iglesia”. Y de lo que con Benedicto XVI era igualdad y libertad, tanto el uso del Misal Romano de San Pablo VI (expresión ordinaria), como los de San Pío V y San Juan XXIII (expresión extraordinaria), ahora, después de Traditionis custodes, y según el artículo 1 “Los libros litúrgicos promulgados por los santos Pontífices Pablo VI y Juan Pablo II, son la única expresión de la lex orandi de Rito romano”. Y todo muy sinodal, pues se dice haber consultado a los obispos.
Añade el artículo 1º algo muy discutible: que todo ello es de conformidad con los decretos del Concilio Vaticano II. Eso es discutible, pues, estrictamente, el Concilio Vaticano II, sobre sagrada Liturgia, se pronunció únicamente en la Constitución Sacrosantum Concilium, siendo los Decretos litúrgicos, no del Concilio, sino del Consilium ad exseguendan Sacram Constitutionem de Sacra Liturgia, del cardenal Lercaro y del arzobispo Bugnini, a la que nos referimos en la 1ª Parte. Dijo el Papa: “Dudar del Concilio es dudar de la Iglesia”; eso es verdad, pero también lo es que los papas han de conocer, saber muy bien, qué fue lo decidido y no por el Concilio universal, ecuménico.
Al Obispo diocesano (Artículo 2) se le encomienda la preceptiva autorización del uso del Misal Romano de 1962, con seis obligaciones especificadas en el artículo 3, y concluyendo en el artículo 8 con una norma radicalmente abrogatoria de lo que no se ajuste a las disposiciones del Motu Proprio del Papa Francisco.
A la nueva ley universal Motu Proprio, sólo de lectura posible en cuatro lenguas modernas, acaso intencionadamente, le falta la clásica o latina, muy necesaria en este caso, pues las lenguas clásicas, a diferencia de las modernas, “suavizan” el efecto emotivo, es decir, dificultan la traslación a los lectores del estado emocional del autor. Es como si el Papa dijera con un cierto cabreo: ¡Hasta aquí llegamos, señores de la Fraternidad! Eso, repito, es mejor escribirlo en latín y no en lenguaje amazónico; además, escrito días después de una intervención quirúrgica (doce días), en zona anatómicamente delicada, puede ser expresión o revelación de un estrés, nada recomendable. Naturalmente que separar lo pastoral de lo ideológico puede causar indigestión.
IV.- De Jean Guitton y de otros:
La Liturgia, fuente de cismas y de lo cismático, no es de ninguna manera, asunto exclusivo de eclesiásticos y de clerecías con vicioso afán de poder; por eso hay que tener en cuenta –tengo- a laicos que trataron de recomponer lo que aquéllos desbarataron, y de mucho más interés que las peripecias de los que al tiempo que predican los portentos del Evangelio, lo hacen careciendo de unas mínimas simpatía y empatía, requisitos de lo divino y humano. Nos referimos más arriba al académico Jean Guitton, confidente y vocero de Papas, y ahora citamos al también católico, y azote del funcionariado eclesiástico, Georges Bernanos, que, al principio de La liberté, pour quoi faire? (1953), afirmó: “El futuro es algo que se sube cuesta arriba”. Y de Georges Bernanos podemos pasar a Jacques Maritain y a François Mauriac, todos ellos, luces que iluminan la Iglesia en tiempos presentes de desconcierto.
Escrito con modestia, digo que estoy con ellos.
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