¿Es posible erradicar la pandemia de Covid-19 y preservar el capitalismo? Frei Betto: "No es una pandemia, es una sindemia"
"Sindemia significa que la enfermedad infecciosa no puede enfrentarse de forma aislada. Está entrelazada con factores sociales, políticos y económicos como la desigualdad social, la distribución de la riqueza y el acceso a bienes esenciales como la vivienda y el saneamiento"
"Por tanto, el problema no es solo la Covid-19. Es el capitalismo sindémico que prioriza la lógica perversa de la acumulación privada de la riqueza"
"El negacionismo, sumado a la falta de credibilidad de la política, favorece las aglomeraciones, en especial la indiferencia de los jóvenes frente a la amenaza del virus"
"Una vez más el capitalismo habla más alto, ya que ignorar a la ciencia permite no destinar recursos a la atención de emergencia, los hospitales de campaña, la importación de insumos sanitarios y vacunas, etc."
"El negacionismo, sumado a la falta de credibilidad de la política, favorece las aglomeraciones, en especial la indiferencia de los jóvenes frente a la amenaza del virus"
"Una vez más el capitalismo habla más alto, ya que ignorar a la ciencia permite no destinar recursos a la atención de emergencia, los hospitales de campaña, la importación de insumos sanitarios y vacunas, etc."
¿Es posible erradicar la pandemia de Covid-19 y preservar el capitalismo? La respuesta a esa pregunta la dio Richard Horton, profesor de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres y de la Universidad de Oslo en la prestigiosa revista científica The Lancet.
Lejos de posicionarse al lado de los negacionistas en un artículo titulado “No es una pandemia”, Horton afirma que la Covid-19 no es una pandemia, sino una sindemia, un concepto formulado por el epidemiólogo Merrill Singer en 1990.
Sindemia significa que la enfermedad infecciosa no puede enfrentarse de forma aislada. Está entrelazada con factores sociales, políticos y económicos como la desigualdad social, la distribución de la riqueza y el acceso a bienes esenciales como la vivienda y el saneamiento.
Por tanto, el problema no es solo la Covid-19. Es el capitalismo sindémico que prioriza la lógica perversa de la acumulación privada de la riqueza. Lo hemos visto en Brasil, tanto en las propuestas que aparecen con frecuencia en los grandes medios de comunicación sobre la privatización de la salud pública disfrazada de asociación público-privada como en la carrera emprendida por la iniciativa privada para importar vacunas que solo estarían al alcance de quien tiene recursos para asistir a los hospitales y las clínicas particulares.
Los ricos pueden pagar por la vacuna y así saltarse la fila de quienes merecen prioridad, como los profesionales de la salud y los ancianos. ¿Pero invertirán también en la inmunización de los conductores de sus autos, sus sirvientas, sus cocineras y los que les dan mantenimiento a sus piscinas?
Se sabe que endemias como la gripe aviar y el Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SARS) tuvieron su origen en la cría intensiva de animales en cautiverio destinados al consumo humano y en los procesamientos de la industria alimenticia.
En el libro Grandes granjas, grandes gripes, el epidemiólogo Rob Wallace, especialista en agroecología, describe cómo se procesan los animales que consumen los humanos, y cómo eso facilita el surgimiento de nuevas modalidades de virus. El capitalismo ha transformado la naturaleza en un laboratorio en el que se aplican todo tipo de procesos para forzar el aumento de la producción y del monopolio de los bienes naturales, como es el caso de los transgénicos y las semillas “suicidas”, que el agricultor no logra reproducir y se ve obligado a adquirir de los gigantes de los venenos agrícolas como Monsanto.
En el artículo “Capitalismo pandémico”, el filósofo español Santiago Alba Rico subraya que hoy en día hay más muertes por infecciones hospitalarias que por gripes, a pesar de todos los protocolos higiénicos que se adoptan. Si eso ocurre en los hospitales, dice, ¡imagine lo que sucede en las granjas! ¿Qué esperar de animales sometidos al confinamiento, a una iluminación permanente, a cocteles de antibióticos y alimentos químicos? Wallace afirma: “Al volver capitalista a la naturaleza, el capitalismo pasa a ser considerado algo natural”.
La debilidad de nuestro sistema inmunológico frente a las nuevas oleadas virales acrecienta el apartheid producido por la desigualdad social. Los “laboratorios naturales” que son las granjas, corrales y frigoríficos generan virus que infectan sobre todo a quienes por razones sociales y etarias tienen menos defensas naturales: los pobres y los ancianos. Como dice Rico: “los virus pasan de animales maltratados a humanos maltratados en una sinergia potencialmente apocalíptica”.
Desde que la OMS declaró el carácter pandémico de la Covid-19 en marzo de 2020, distintos países adoptaron medidas diferentes para detener su avance. China invirtió en el control social y tecnológico. La Unión Europea adoptó regulaciones sanitadas combinadas con restricciones que redujeron la movilidad y el consumo. Los Estados Unidos y Brasil decidieron priorizar la economía en detrimento de las vidas humanas.
He ahí un falso dilema: ¿salvar vidas o la economía? La pregunta lleva implícita la odiosa discriminación de clase social, ya que solo los privilegiados pueden darse el lujo de quedarse confinados en sus casas y, a la vez, trabajar a distancia y consumir gracias a las entregas a domicilio. La pregunta encubre la sentencia de muerte impuesta a los más pobres, porque es inevitable que quien solo sobrevive si sale a la calle y usa el transporte colectivo no practicará el confinamiento.
"He ahí un falso dilema: ¿salvar vidas o la economía? La pregunta encubre la sentencia de muerte impuesta a los más pobres, porque es inevitable que quien solo sobrevive si sale a la calle y usa el transporte colectivo no practicará el confinamiento"
La lógica capitalista refuerza la sindemia al aplicar la separación moderna entre el Estado y las religiones a la supuesta separación entre la economía y la política (de ahí el énfasis en la autonomía de los bancos centrales). Como si una esfera pudiera distanciarse aun mínimamente de la otra. Y otro dualismo introducido por los negacionistas es ignorar la palabra de la ciencia, lo que favorece la relativización de las medidas restrictivas recomendadas por los científicos.
Una vez más el capitalismo habla más alto, ya que ignorar a la ciencia permite no destinar recursos a la atención de emergencia, los hospitales de campaña, la importación de insumos sanitarios y vacunas, etc.
Ese negacionismo, sumado a la falta de credibilidad de la política, favorece las aglomeraciones, en especial la indiferencia de los jóvenes frente a la amenaza del virus. Para ellos, todo se explica con una u otra teoría conspirativa, como el “comunavirus” denunciado por el canciller brasileño Ernesto Araújo.
Frei Betto es autor, entre otros libros, de Diário da Quarentena: 90 días em fragmentos evocativos (Rocco). Librería virtual
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