"¿Puede o debe hacer algo la Iglesia ante la situación del Rey emérito?? Iglesia y monarquía
"Su comportamiento ético-moral ha resultado ser exactamente todo lo contrario a 'ético' y a 'moral'"
"¿Tienen competencia alguna (respecto al Rey) sus 'pastores', con mención particular para el Arzobispo Castrense, el capellán del palacio real o el mismo Presidente de la Conferencia Episcopal Española?"
"Se echa de menos alguna declaración 'oficial' de la Iglesia reclamándole a su Jefe de Estado, mínima coherencia en su comportamiento ético-moral"
"Se echa de menos alguna declaración 'oficial' de la Iglesia reclamándole a su Jefe de Estado, mínima coherencia en su comportamiento ético-moral"
Es posible que la correlación entre los vocablos ”Iglesia” y “Monarquía” , punto de partida de estas reflexiones, asuste -causa de miedo, sorpresa o temor-, a algunos, o tal vez a muchos.
Por tanto, adelanto que mi tarea aquí y en esta ocasión no se distingue, se refiere o extiende a recorrer los ya tan pateados senderos de si la Iglesia es y deberá seguir siendo fiel al esquema de “monarquía absoluta”, con el que se rige, y además “establecido por expresa voluntad de Dios” y de la mayoría de los intérpretes y fieles mensajeros “oficiales” , con grados super-universitarios en Ciencias Sagradas, pero con implícita exclusión en la práctica de los evangelios.
Prescindo también de la aportación de datos y estilos de vida encarnados por los máximos representantes jerárquicos -papas y obispos- en el ejercicio-ministerio de su actividad pastoral, que descabalgan con “santa” ecuanimidad, hasta a los procedimientos al uso, patroneados por los monarcas, presidentes y jefes de organismos e instituciones desde las que, más que “el servicio del pueblo”, motiva el interés y entrega a sus cargos “servirse del, pueblo” para engordarse y engordar a los suyos. Así lo cantan los resultados más elocuentes, aún los oficialmente “intervencionados”.
Entre los papas, cardenales, metropolitanos, -“primados” o no-, obispos párrocos y superiores/ as, abades y abadesas de conventos y monasterios, es baratamente factible descubrir monarcas absolutistas, emperadores y, en ocasiones, hasta presidentes/as con el aval democrático de los votos y sin tener que haber fijado su residencia en los Emiratos, de Oriente, todos ellos proclives, como los del Occidente , a praxis de esta calaña y calibre.
Mi intención al correlacionar y comentar la idea de Iglesia-Monarquía se encamina por senderos evangélicos, pastorales y humildes. Lo de “dar “a Dios lo que es de Dios” y “al César lo que es del César” habrá de campar en toda reflexión seria y veraz y al servicio del pueblo y de sus organismos, instituciones y Constituciones
Y el caso es que, recientes y documentadas noticias, con avales judiciales y testimonios correspondientes, de quién emeritoriamente encarnó la institución monárquica en España, claman a grito que su comportamiento ético-moral ha resultado ser exactamente todo lo contrario a “ético” y a “moral”, sin signos factibles de arrepentimiento , reparación, y al amparo de privilegios familiares más que discutibles “por ser vos quien sois”.
Pero se trata de una cuestión íntima y personal, en la que la Iglesia, al menos por aquello de que “de internis” no tiene por qué juzgar ni ser juzgadora…
Esta es la teoría, puede ser hasta la ley, en ocasiones más o menos amañada, es decir, “preparada o dispuesta con engaño o artificio para obtener algún beneficio”. Puede acontecer, y acontece, que en este y en tantos otros menesteres, “todo lo legal, por muy legal -legalísimo- que sea, a la vez huela a podrido, y con hedor irresistible aún para legisladores, intérpretes y defensores legítimos de hechos e intenciones….
Y ante tal panorama, ¿puede o debe hacer algo la Iglesia? ¿Tienen competencia alguna sus “pastores”, con mención particular para el Arzobispo Castrense, el capellán del palacio real o el mismo Presidente de la Conferencia Episcopal Española?
Es explicable que las opiniones sean muchas y no confluyentes, y que lo mejor, o menos ”malo” para todos, es que unos y otros guarden silencio reverencial y la discusión no sobrepase las lindes de los conventículos, de las sacristías y de las Salas Capitulares, con olvido consciente de que el rey-autoridad lo es “por la gracia de Dios”, con la ascendencia además de los “Reyes Católicos” por antonomasia y símbolos bíblicos de presencia divina…
No obstante, y aún con la amenaza -“advertencia o anuncio”- de la respuesta del “tú más” y del “médice, cura te ipsum” –“médico, procura sanarte tú, antes de intentar sanar a los demás”- , los primeros y más cautos en observar riguroso silencio sean los purpurados y los revestidos de ornamentos sagrados, con mitras, anillos, báculos y votos de obediencia, pobreza y, por si algo faltara “trinitariamente” para la fórmula ortodoxa, también el de castidad…
Se echa de menos alguna declaración “oficial” de la Iglesia reclamándole a su Jefe de Estado, mínima coherencia en su comportamiento ético-moral, de quién es y de cuanto representa, que no es ni en exclusiva ni fundamentalmente, una persona concreta, sino toda una institución al servicio del pueblo, que de una u otra manera, es -será- afectado.
Como la operatividad “oficial” de la Iglesia resulta ser no solo “prudente”, sino parca y a destiempo, es posible que fuera tanto o más eficaz, que la jerárquica, la promocionada por grupos representativos de seglares -ellos y ellas-, obviándole tal “mónitum” al representante de la SS. por razones diplomáticas, a Mons. Bernardito Auza, que “nunciea”, por las diócesis haciendo cambios en sus titulares, y además con la sensación preocupante de no poder contar con “recambios”.
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