A propósito de la declaración 'Fiducia supplicans' sobre el sentido pastoral de las bendiciones Hacia una Iglesia que quiere ser de todos
Por todos los caminos, veredas y cañadas diviso Jesucristo la luz de tu verdad...
Vos sos tres veces Santo, vos sos tres veces Justo Libéranos del yugo, danos la libertad.
Santo - Misa Campesina Nicaragüense - Carlos Mejía Godoy
Santo - Misa Campesina Nicaragüense - Carlos Mejía Godoy
| Cristhian Josué Alvarenga López (*)
Tras la publicación de la declaración vaticana Fiducia supplicans sobre el sentido pastoral de las bendiciones, el mundo católico se ha polarizado. Algunos sectores que ven este gesto como un mínimo paso hacia la apertura mientras que otros han pasado a la condena y la descalificación en contra del Papa Francisco, con gruesos términos amplificados en algunas páginas webs y redes sociales de corte abiertamente ultraconservador.
Lo que ha quedado claro es que la respuesta pastoral ofrecida a la Iglesia por el Pontífice ha puesto de manifiesto siglos de perjuicios, tanto en la traducción e interpretación de las Sagradas Escrituras, dando pie a manipulaciones y desviaciones realizadas en nombre de Dios.
En este contexto, el documento publicado por el Dicasterio de la Doctrina de la Fe busca darle un espacio dentro de la Iglesia a muchísimos católicos homosexuales, lesbianas, bisexuales y trans que han tenido que dejar la práctica religiosa dentro de sus comunidades de fe mientras experimentaban el odio en contra de ellos mismos por parte de algunos creyentes que no entienden aún, en este siglo XXI, el mensaje de amor proclamado por Jesús de Nazaret.
Fiducia supplicans busca también dar visibilidad a una realidad existente dentro de la Iglesia católica: La presencia de la población sexualmente diversas en tareas pastorales dentro de las parroquias, movimientos y comunidades de fe cristiana.
“El Papa Francisco nos instó a contemplar, con actitud de fe y paternal misericordia, el hecho que «cuando se pide una bendición se está expresando un pedido de auxilio a Dios, un ruego para poder vivir mejor, una confianza en un Padre que puede ayudarnos a vivir mejor”, dice textualmente el numeral 21 de Fiducia supplicans.
Un modelo eclesial clericalizado
Lamentablemente, pese a este signo de cercanía pastoral, algunos obispos y sacerdotes de diversas partes del mundo han relativizado el documento del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, mostrando que solamente les interesa seguir profundizando en un modelo eclesial clericalizado, con unas relaciones de poder aplastante, asfixiante, incapaz de dialogar con el mundo actual y de vertiente unidireccional que no deberían caracterizar a quiénes se denominan discípulos de Cristo.
Fiducia supplicans ha evidenciado que todavía hoy, bajo el pontificado del Papa Francisco, existen personas que pretenden seguir alargando actitudes de exclusión y opresión escudándose en el nombre de Jesús de Nazaret.
Un sacerdote español escribe en su cuenta de X (antes Twitter): “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.”Gálatas 2:20.
Esta frase, que el citado cura intenta revestir de espiritualidad, denota una gran ignorancia de la realidad social en la que también está inmersa la Iglesia
Esta frase, que el citado cura intenta revestir de espiritualidad, denota una gran ignorancia de la realidad social en la que también está inmersa la Iglesia. Para las personas con estas mentalidades no existen los conceptos como clase, raza, género o identidad sexual.
Cuando un cristiano perpetúa este pensamiento, lo que en realidad está planteando es la perpetuación de una visión masoquista de la fe. “La cruz” como símbolo de sacrificio, sin importar la vida, soledad, carencia de intimidad afectivo-sexual y anhelos frustrados de la población católica que es sexualmente diversa.
Como periodista, me ha tocado conocer a lo largo de mi vida a católicos que tienen estos planteamientos, poniendo “cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con un dedo quieren moverlas”, como referencia el Evangelio.
En definitiva, estas personas en lugar de pensar en el concepto poderoso que Jesús dio su vida por nosotros, que Dios Padre ve a cada uno con amor por encima de los pecados que se puedan cometer, que el Espíritu de Dios ahora puede hacer crecer sus frutos: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza (no dice heterosexualidad o celibato); piensan que un cristiano –por el hecho de serlo-, ya no puede tener ni personalidad, sueños o anhelos. Bajo esta visión, altamente excluyente por expedir un tufillo a superioridad moral, todos tienen que ser iguales, borrando las particularidades de cada uno, ya sea mujer, indígena, pobre o no-heterosexual.
"Siempre han estado ahí"
Realmente, si lo ven, la Iglesia no necesita “incluir” a la población sexualmente diversa. Es que siempre han estado allí. Sólo basta tener ojos para reconocer el papel en la evangelización que juegan estos hermanos y hermanas en nuestras parroquias, movimientos laicales e incluso, dentro de la estructura de la Iglesia.
Para los movimientos de la población sexo-diversa en Europa mencionaban que la declaración del Dicasterio de la Doctrina de la Fe era fundamental en países donde todavía existe un peso enorme de machismo y homofobia. Fiducia supplicans viene a decir que estos hermanos –a menudo, víctimas de violencia, opresión y burlas-, son parte integrante del cuerpo de Cristo, que es la Iglesia.
Católicos sexo-diversos comparten tu banco en la parroquia. Cantan en los coros, han dirigido oraciones y compartido su testimonio de fe durante los retiros espirituales. Han cocinado o servido alimentos en servicios de acción social eclesial
En tantos países empobrecidos de forma multi-causal como los “desarrollados”, esto es una realidad. Católicos sexo-diversos comparten tu banco en la parroquia. Cantan en los coros, han dirigido oraciones y compartido su testimonio de fe durante los retiros espirituales. Han cocinado o servido alimentos en servicios de acción social eclesial. Han donado sus dones y talento a servicio de la comunidad cristiana. Ellos están allí, por más que algunos –por el motivo que sea- deseen seguir negando esta realidad. (Cfr. Mt 13,13).
De hecho, considero que no hay persona más admirable en su cristianismo (tomando en cuenta la definición original: Cristo pequeño) que aquella que es rechazada por miembros de su Iglesia, pero sigue amando y confiando en Cristo y en Dios.
Esta persona sabe que llegar a la plenitud de Cristo no es ser llevada al borde del suicidio o llevar una vida donde nunca se podría experimentar la intimidad emocional y sexual con alguien que verdaderamente ama.
Estoy seguro que la heterosexualidad no es parte de los requisitos para llegar a ser como Cristo. “Ya no vivo yo, más vive Cristo en mí…”, dice San Pablo. Pero si eso lo aplicaremos a nuestra sexualidad de forma literal: todas y todos deberíamos ser castos, tal como lo fue Jesús. O nunca sentir atracción por nadie. Ser como Cristo es amar a Dios y al prójimo.
Los versículos del pasaje en los Evangelios de la mujer samaritana muestran el corazón y misión de Jesús de una forma tan clara y poderosa, pero también indican las muchas veces que la Iglesia ha perdido el norte.
El Evangelio muestra que esta mujer quiere una conversación con Jesús, quiere aceptar su invitación, pero sigue teniendo las dudas que la misma sociedad le ha metido en la cabeza. Ella quiere volver a tocar las diferencias políticas, sistémicas y morales que existen entre ellos. Quiere volver a hablar del porqué Jesús no debería estar “diciéndole todo eso”.
Adorar en espíritu y verdad
Pero Jesús la detiene y le dice que todas sus dudas ya no importan, porque llegará un momento en que ya no importe donde se adore, las leyes o la tradición. Porque lo que quiere Dios son personas que adoren en espíritu y verdad. Por eso, Cristo se refería con ella al agua de vida, que es la relación que podría tener con Él y que se la está ofreciendo sin requisitos ni condicionamientos.
En este pasaje bíblico, vemos como Jesús no quiso que la mujer samaritana dejara su identidad. Tampoco avala la estructura de poder de la época que Él –como hombre- tenía en aquella sociedad. Tampoco señaló su pasado o presente. Únicamente le ofreció la salvación y ella decidió seguirle. Fue la primera en escuchar de los labios del Maestro “soy yo, el Cristo”.
Quiero finalizar estas líneas para aquellos que, al leerme, aún piensan que por su procedencia social, identidad, personalidad o género no se siente lo suficientemente “dignos” de tener una espiritualidad y una relación fuerte con Jesús de Nazaret. Déjame decirte que el Maestro que estuvo en aquel pozo de Samaria buscando entablar una conversación con aquella que –precisamente- la sociedad de su tiempo le decía que no debía hablar es el mismo que hoy vive y está actuando por medio del magisterio.
Ya lo decía el Papa Francisco en Lisboa durante la Jornada Mundial de la Juventud, repitiéndolo junto con miles de jóvenes católicos. “En la Iglesia hay lugar para todos”.
Es momento de reconocer que “toda bendición será la ocasión para un renovado anuncio del kerygma, una invitación a acercarse siempre más al amor de Cristo” y a seguir en la Iglesia, donde somos “siempre peregrinos, siempre suplicantes, siempre amados y, a pesar de todo, siempre bendecidos”.
(*) Periodista nicaragüense
Twitter: @CrisAlvaLopez