Reseña del libro del profesor Bernal Llorente 'Eucaristía total y transfiguración del universo' (PPC) Una visión renovada y valiente de la eucaristía

La tesis de fondo que desarrolla el magnífico libro Eucaristía total y transfiguración del universo (PPC, Madrid, 2024, 157 pp.), del profesor José Manuel Bernal va en línea con una afirmación patrística recogida por el Concilio Vaticano II: “el Hijo de Dios, con su en- carnación, se ha unido, en cierto modo, con todo hombre” (GS, 22)
La teología expuesta por Bernal da un paso más: el misterio de la encarnación no se cierra en Cristo, sino que, además de entrar en comunión con lo humano, se une, a través de lo humano, con todo el universo creado
| Martín Gelabert Ballester, O.P.
La tesis de fondo que desarrolla el magnífico libro Eucaristía total y transfiguración del universo (PPC, Madrid, 2024, 157 pp.), del profesor José Manuel Bernal va en línea con una afirmación patrística recogida por el Concilio Vaticano II: “el Hijo de Dios, con su en- carnación, se ha unido, en cierto modo, con todo hombre” (GS, 22). La teología expuesta por Bernal da un paso más: el misterio de la encarnación no se cierra en Cristo, sino que, además de entrar en comunión con lo humano, se une, a través de lo humano, con todo el universo creado.
La tesis está muy bien fundamentada tanto bíblica como patrísticamente. De ahí que el análisis que se hace de los primeros Concilios ecuménicos, en los que quedó claramente definida la doble naturaleza humana y divina de la única persona de Cristo, sirva para establecer las bases de un desarrollo doctrinal fecundo que permite una interpretación de la humanidad de Cristo, en su plenitud y en sus dimensiones más amplias y plurales.
El proceso deificante, abierto con la encarnación, que no afecta solo al hombre, sino a toda la creación, encuentra un serio apoyo en la teología oriental. Los orientales son muy sensibles al hecho de que el motivo de la encarnación no es sóloni principalmente la liberación del pecado, sino sobre todo la divinización del ser humano: “Dios se ha hecho hombre para que nosotros seamos dei- ficados” (Atanasio de Alejandría), con una divinidad participada, distinta de la divinidad de la naturaleza humana de Cristo: no es- tamos unidos a la esencia divina, sino a las energías divinas. Bernal nota que, en la teología occidental, principalmente en Tomás de Aquino, podemos encontrar también este tipo de reflexiones, aunque quizás menos relacionadas con el misterio de la encarnación y más con la teología de la gracia. Esta divinización del hombre, en la teología oriental, se abre hacia el universo cósmico, apuntando a la deificación del mundo creado, por la presencia de Cristo que impregna la totalidad del cosmos.

Y ahora viene lo más original, arriesgado y audaz de la propuesta del libro: la presencia de Cristo en todo lo creado se completa con la proyección cósmica y universal de la consagración y de la presencia eucarística. Hay un texto del Papa Francisco al que Bernal recurre varias veces para justificar su posición: “la eucaristía abraza y penetra todo lo creado… La eucaristía es de por sí un acto de amor cósmico… En el pan eucarístico, la creación está orientada hacia la divinización” (Laudato si’, 236).
Espero resumir bien la tesis del autor del libro: cuando el pan y el vino se convierten en Cuerpo y Sangre de Cristo, la Creación entera, entendida como recapitulación, prolongación y extensión del pan y del vino, que representan y aglutinan la totalidad de las cosas creadas, se convierte en Cuerpo de Cristo. Se anticipa así algo que todavía vivimos imperfectamente y bajo el modo de la esperanza: llegará un día en que Dios será todo en todas las cosas.

Inspirándose en Teilhard de Chardin escribe: “La transformación del pan eucarístico va más allá de la transustanciación eucarística, la desborda. La presencia de Cristo en el altar invade irresistiblemente el universo. La totalidad del universo está presente en las especies sacramentales; por eso todo el universo es Cuerpo y Sangre de Cristo”. Queda así claro (eso va por cuenta mía) y se recapitula en la eucaristía, para luego proyectarse a todo el cosmos, lo que dice el himno de Laudes del viernes de la primera semana: “encarnación es todo el universo”.
Gracias, José Manuel, por este excelente libro: abre perspectivas, insiste en un aspecto muy presente en la teología paulina, aunque un tanto olvidado por el Vaticano II, a saber, la dimensión cósmica de Cristo y, finalmente, ofrece una visión renovada y valiente de la eucaristía coherente con esta dimensión del Cristo cósmico, primogénito de toda creación.
Etiquetas