Claves para entender por qué le siguen acusando a Francisco de 'herejía' y de querer 'destruir' la Iglesia Jesús Espeja: "No debemos seguir con un modelo de Iglesia donde la mujer sigue marginada"

Jesús Espeja
Jesús Espeja

"Evocando la figura del papa Benedicto XVI, ahora la tendencia preocupada por mantener el pasado, sale a la palestra. Como si la Iglesia no estuviera sometida al tiempo, se pretende absolutizar la intervención de un papa como si no estuviera sometida a los límites de la temporalidad"

"La herejía más bien tiene lugar cuando se absolutizan las formulaciones ahogando la experiencia de fe que siempre se vive dentro de un tiempo y de una cultura"

Francisco dejó paso a un sano pluralismo: “las distintas líneas de pensamiento filosófico, teológico y pastoral, si se dejan armonizar por el Espíritu en el respeto y en el amor, también pueden hacer crecer a la Iglesia”

"La vocación la Iglesia es creer. No la fe entendida como creencias, sino como apertura libre, confiada y total de las personas a la Presencia de Dios que se da como amor"

"Los necesarios cambios para la reforma tienen que ir al ritmo que pueden soportar no solo y tanto las estructuras eclesiales sino también los cristianos responsables en la gestión de las mismas"

"En todo caso la reforma estructural de la Iglesia ya pedida en el Concilio, apenas ha comenzado"

Desparecido Benedicto XVI, se multiplican los ataques de la Iglesia conservadora al papa Francisco. Hablamos con el dominico Jesús Espeja, colaborador habitual de Religión Digital y mente preclara, quien nos ofrece algunas claves para entender el por qué de estas embestidas conservadoras "no solo contra el papa Francisco, sino contra muchos cristianos que creemos que sí es posible otra forma de Iglesia".

En este escenario, "los pasos que ha dado el papa Francisco siguiendo la orientación del Concilio, son significativos; no tienen marcha atrás, pero aún son limitados. Procede con tiento y aguanta reveses con caridad. Los necesarios cambios para la reforma tienen que ir al ritmo que pueden soportar no solo y tanto las estructuras eclesiales sino también los cristianos responsables en la gestión de las mismas. En todo caso la reforma estructural de la Iglesia ya pedida en el Concilio, apenas ha comenzado", afirma.

Espeja

-¿Por qué, con la muerte de Benedicto XVI, parece haber vuelto a renacer en cierta jerarquía eclesiástica la obsesión por el conservadurismo?

-Durante el s- XIX y primera mitad del XX la jerarquía eclesiástica optó prevalentemente por una actitud defensiva y de rechazo a los reclamos del mundo moderno. La inesperada intervención de Juan XXIII convocando un Concilio para discernir los signos del Espíritu en el acontecer de este mundo abrió un horizonte nuevo. El paso del anatema al diálogo valorando los justos reclamos emergentes en la modernidad prevaleció en los debates y documentos conciliares. Pero también ahí apareció una y otra vez la tendencia con reservas al diálogo con la modernidad.

En 1985 salió la entrevista “Informe sobre la fe” del entonces Cardenal J. Ratzinger. Manifestaba con claridad su preocupación y sus reservas por la apertura del Concilio en el diálogo con el mundo moderno. Ese Informe influyó en el juicio bastante desconfiado en el Sínodo, celebrado poco después, sobre los resultados del Concilio a los veinte años de su celebración. En su entrevista el Cardenal Ratzinger propuso iniciar “un segundo periodo postconciliar” que ha durado varias décadas. En esos años prevaleció la preocupación por salvaguardar la ortodoxia y la unidad –tal vez mejor uniformidad – en la Iglesia

Da la impresión de que el papa Francisco, motivado por la compasión, respira los aires renovadores del Concilio. Pero evocando la figura del papa Benedicto XVI, ahora la tendencia preocupada por mantener el pasado, sale a la palestra. Como si la Iglesia no estuviera sometida al tiempo, se pretende absolutizar la intervención de un papa como si no estuviera sometida a los límites de la temporalidad.

Si el Papa Francisco no está tocando para nada la doctrina (lo dogmático), ¿por qué le siguen acusando de herejía y de querer destruir la Iglesia?

-Como Juan XXIII y el Vaticano II, los gestos y las intervenciones de papa Francisco descolocan a muchos bautizados. La religión del Evangelio nada tiene que ver con una Iglesia que se reduce a normas, cumplimientos, estructuras y ritos. El papa Francisco quiere una Iglesia que se construya desde Jesucristo.
La herejía no consiste en el cambio de fórmulas o expresiones, sino en negar la fe o experiencia cristiana que no agotan los enunciados. La herejía más bien tiene lugar cuando se absolutizan esas formulaciones ahogando la experiencia de fe que siempre se vive dentro de un tiempo y de una cultura.

-¿Lo que más les duele a los conservadores es que Francisco quiera cambiar la estructura eclesial, para hacerla más circular y comunitaria?

-En su denso y significativo libro, “Falsas y verdaderas reformas de la Iglesia”, 1050, el P. Congar lamentaba que los autores habían dado más relieve a la estructura que a la vida de la Iglesia. Antes del Vaticano II el curso de eclesiología trataba solo de la jerarquía eclesiástica y de su organización visible.

Pero el Concilio presentó la misteriosa entraña de la Iglesia, ante todo y finalmente, como pueblo ·”reunido en virtud de la unidad entre el Padre, e Hijo y el Espíritu Santo”. Todos los bautizados integran ese pueblo y en consecuencia todos tienen la misma dignidad y están llamados a la perfección. Al servicio de ese pueblo tienen sentido todos los ministerios, todas las estructuras y toda la organización visible.

El papa Francisco no hace más que secundar esa visión del Concilio : “La funciones en la Iglesia no dan lugar a la superioridad de los unos sobre los otros”; el clericalismo es una patología.

No hay cristianos de primera y cristianos de segunda; todos son llamados a ser perfectos. Lo deja bien caro la Exhortación “Alegraos y regocijaos”. El Sínodo sobre la Sinodalidad apunta un camino para la corresponsabilidad de todos los bautizados en la vida y misión de la Iglesia.

Más aún, la preocupación prioritaria por la uniformidad que paralizó la necesaria y paulatina recepción del Concilio durante el llamado “segundo periodo postconciliar”, con el papa Francisco dejó paso a un sano pluralismo: “las distintas líneas de pensamiento filosófico, teológico y pastoral, si se dejan armonizar por el Espíritu en el respeto y en el amor, también pueden hacer crecer a la Iglesia”.

-El papa Francisco habla de una Iglesia “en salida”, servicial y misionera. ¿se necesita para ello un cambio en las estructuras?

-En la Constitución “Lumen Gentium” el Concilio se refiere a la Iglesia como sociedad “orgánicamente constituida” y como pueblo de Dios cuyos miembros tienen la misma dignidad. Pero un año después, en la Constitución “Gaudium et spes”, se dice que la misión de la Iglesia es continuar la obra misma de Cristo, quien vino al mundo para dar testimonio de la verdad, para salvar y no para juzgar, para servir y no para ser servido. Jesús de Nazaret vive apasionado por la llegada del reino de Concilio expresa Dios. Por otro lado en la Constitución GS la visión de los conciliares ha madurado. Quiere decir que la Iglesia es sociedad orgánicamente estructurada y pueblo de Dios en orden a la misión.

El papa Francisco preocupado por esta vocación misionera de la Iglesia, constata: ”Hay estructuras eclesiales que pueden llegar a condicionar un dinamismo evangelizador” ¿No es algo constatable?

Una Iglesia “en salida” es reclamo en dos vertientes por lo demás muy vinculadas.

En salida de su estructura piramidal. No debemos seguir con un modelo de Iglesia donde unos mandan, enseñan y celebran, mientras la mayoría solo acepta, escucha y asiste; donde la mujer sigue marginada.

La Iglesia también debe salir de su “auto-preservación”, para leer los signos del tiempo y responder a la llamada del Espíritu que habla en todos los acontecimientos. No debemos quedarnos con unos cumplimientos mientras los mismos clérigos se reducen funcionarios de lo sagrado. No hay verdadero cristianismo ni salvación fuera de este mundo acompañado ya por el Espíritu. La Iglesia se constituye en la misión que no es posible fuera del mundo. Con toda razón el Vaticano II entiende que el mundo pertenece a la constitución de la misma Iglesia.

-¿Cuáles son los imperativos teológicos que sustentan e inspiran la reforma de Francisco?

La clave de la reforma es que la Iglesia se mire “frente al espejo del modelo que Cristo nos dejó de sí”.

En Jesucristo lo decisivo fue su intimidad con el “Abba”. En esa intimidad se fundamenta la vida de la Iglesia: “Que la alegría de la fe comience a despertarse. El amor del Señor no se ha acabado; no se ha agitado su ternura; mañana tras mañana se renueva”. La vocación la Iglesia es creer. No la fe entendida como creencias, sino como apertura libre, confiada y total de las personas a la Presencia de Dios que se da como amor.

Desde esa fe o experiencia brota compromiso por construir a fraternidad. Dentro de la Iglesia, pueblo donde todos los bautizados tienen la misma dignidad, y en la humanidad con los das realidades entre las que vive (Fratelli Tutti)

“Hay que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres” (Evangelii Gaudium)

-¿Será capaz el papa Francisco de encarrilar esta reforma lo suficiente, para que no se vuelva a producir una involución?

Con esos imperativos de fondo, gracias al Espíritu, el papa Francisco está encarrilando e impulsando con acierto y no sin dificultades, la necesaria reforma de la Iglesia.

-¿Tiene futuro la Iglesia sin las reformas de Francisco?

Los pasos que ha dado el papa Francisco siguiendo la orientación del Concilio, son significativos; no tienen marcha atrás, pero aún son limitados. Procede con tiento y aguanta reveses con caridad. Los necesarios cambios para la reforma tienen que ir al ritmo que pueden soportar no solo y tanto las estructuras eclesiales sino también los cristianos responsables en la gestión de las mismas. En todo caso la reforma estructural de la Iglesia ya pedida en el Concilio, apenas ha comenzado.

A esa reforma se llamó “aggiornamento” que podríamos cifrar en un cambio de actitudes y de modos sobre la presencia de la Iglesia en la sociedad. Pero da la impresión de que la crisis en la Iglesia hoy es más profunda. Es una crisis de fe que pide urgentemente “una conversión al Evangelio”. Sólo desde esa fe o experiencia puede salir un verdadero “aggiornamento”.

La conversión es posible porque la Iglesia procede también del Espíritu Santo que no cesa de impulsarla hacia delante en solidaridad con la historia humana donde ya está presente y activo el Espíritu.

Espeja
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