"Trató de conservar y afianzar la doctrina teológica y líneas pastorales tradicionales" De Joseph Ratzinger a Benedicto XVI: lecturas críticas de su trayectoria
"Como era de esperar, numerosas opiniones valorativas teológicas y pastorales van siendo publicadas por cualificadas personas que han seguido muy de cerca y conocen a fondo la trayectoria del Papa recientemente fallecido"
"En su pontificado trató de conservar y afianzar la doctrina teológica y líneas pastorales tradicionales, en especial desde su función ministerial como prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe y luego siendo ya Benedicto XVI"
Teólogo honesto, fiel a su pensamiento conservador, fue el último Papa de una época de cristiandad que ha impedido el desarrollo innovador del Concilio Vaticano II
"Quisiera resumir las características que, a mi entender, son más subrayadas, significativas y clarificadoras dentro de su pluralidad"
Teólogo honesto, fiel a su pensamiento conservador, fue el último Papa de una época de cristiandad que ha impedido el desarrollo innovador del Concilio Vaticano II
"Quisiera resumir las características que, a mi entender, son más subrayadas, significativas y clarificadoras dentro de su pluralidad"
| Félix Placer Ugarte, teólogo
Como era de esperar, numerosas opiniones valorativas teológicas y pastorales van siendo publicadas por cualificadas personas que han seguido muy de cerca y conocen a fondo la trayectoria del Papa recientemente fallecido y cuya línea de pensamiento, docencia y magisterio marcó, junto a su predecesor Juan Pablo II, la posición de la Iglesia jerárquica en la transición del siglo XX al XXI.
En su pontificado, heredero de los planteamientos de su carismático antecesor, trató de conservar y afianzar la doctrina teológica y líneas pastorales tradicionales, en especial desde su función ministerial como prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe y luego siendo ya Benedicto XVI. Al entender de sus comentaristas, la continuidad de ambos pontificados ha marcado tanto la recepción del Vaticano II en lo doctrinal como en lo pastoral. Para ello le eligieron en el cónclave de abril 2003 cardenales nombrados, en su mayoría, por su antecesor.
No pretendo ofrecer una síntesis de las interesantes, densas y clarificadoras aportaciones de teólogos, teólogas y comentaristas publicadas en Religión digital, ('Joseph Ratzinger/Benedicto XVI. Quince miradas’), también en Atrio y otros medios a las que seguirán, sin duda, otras muchas. Quisiera resumir las características que, a mi entender, son más subrayadas, significativas y clarificadoras dentro de su pluralidad.
La honestidad de un teólogo fiel a su pensamiento conservador
Subrayo, en primer lugar, la amplia coincidencia en destacar la honestidad y profundidad teológicas de Joseph Ratzinger para ofrecer respuestas sobre el sentido del cristianismo en este mundo (principalmente europeo) convulsionado y desorientado por un relativismo dominante. Trató de mantener y actualizar como intelectual y profesor, luego como custodio de la doctrina de la Iglesia, por fin como Papa, la verdad de la fe, sin fisuras, según destacan los diverso analistas. Lo hizo con su coherencia teológica mantenida a lo largo de toda su vida y que le llevó a distanciarse y enfrentarse a otras posiciones como las de K. Rahner, H. Küng, E. Schillebeeckx, J.B. Metz, entre otros, desmarcándose de posturas teológicas progresistas e interpretaciones innovadoras del Concilio Vaticano II, abogando por posiciones conservadoras, según observan la mayoría de los comentarios.
Las opiniones coinciden en la lucidez, brillantez y claridad, capacidad dialogante, incluso amistosa, con personas ateas (europeas), manteniendo, por supuesto, su razonadas posiciones creyentes con un lenguaje comunicativo.
En el fondo de su coherencia, de sus densas reflexiones y claras exposiciones estaba siempre presente la defensa de la ortodoxia doctrinal tradicional que mantenía, como subrayan varios teólogos en sus comentarios, con firmeza, tratando de “unir tradición con renovación, conservadurismo y progresismo”.
Se hizo especialmente vigilante desde su cargo como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Esto le condujo a sentar los principios y afirmaciones fundamentales de la fe cristiana en el Catecismo de la Iglesia Católica (1992), del que fue uno de sus principales inspiradores y redactores como guardián del ‘Depósito de la fe’. Documentos, como la declaración Dominus Jesus (2000), de la Congregación para la Doctrina de la Fe, desautorizaba la teología del pluralismo religioso y, luego, con su autoridad doctrinal “bloqueó” determinadas controversias dogmáticas y morales. Desde estas posiciones llegaba la radical crítica a la teología de la liberación y de sus teólogos más significativos.
El último Papa de una época de cristiandad
Ya como Papa reafirmó, esas posiciones tanto en lo doctrinal, como en la liturgia y en la moral, según subrayan los artículos hasta ahora aparecidos. Todo ello ha conducido a algunos comentaristas a calificarlo como Papa de la cristiandad que ha impedido el desarrollo innovador del Concilio Vaticano II, imponiendo, en la línea de su antecesor, una lectura y aplicación restrictivas y restauracionistas.
En cierta manera estas posiciones contrastan con tres de su más valiosas y apreciadas encíclicas: Deus caritas est (2005), Spe salvi (2007), Caritas in veritate (2009) que la mayoría de las opiniones resaltan y valoran pues abrían horizontes de esperanza y perspectivas renovadoras. El amor era su leitmotiv, como Papa, y así lo afirmó en su homilía del funeral el Papa Francisco, destacando “su unción, sabiduría, delicadeza y entrega” y con las propias palabras de Benedicto XVI, subrayó que "apacentar quiere decir amar, y amar quiere decir también estar dispuestos a sufrir".
En su preocupación pastoral e intelectual contra un “relativismo imperante” sobre todo moral, que diluye los fundamentos de la humanidad, destacan varios comentaristas su afirmación convencida en diálogo con J. Habermas de “la centralidad de la fe en un mundo que no cree en nada” y con P. Odifreddi, “la conciliación entre la fe con una razón ampliada… en la búsqueda de verdad”, “en una razón iluminada por la fe”. Sin embargo, su teología fundamental corría el peligro de quedarse “muy empobrecida” en sus afirmaciones transcendentales y su significado salvífico universal al no encarnar “ese factor o experiencia de inhumanidad personal y estructural de la historia”, como se subraya un comentario, y no llegar derivar todas las consecuencia de la realización del Reino de Dios en el aquí y en el ahora.
En la opinión de varios articulistas, podría afirmarse que Benedicto XVI, siguiendo a los Padres de la Iglesia, ha sido el Papa que mejor ha condensado la larga época de la cristiandad y ha tratado de ofrecer, con su coherencia teológica, una actualización para el mundo de hoy, sin salirse de sus parámetros conservadores básicos y manteniendo una pastoral controlada por las estructuras eclesiásticas.
De teólogo del Vaticano II a vigilante de la ortodoxia
Fue, como se recuerda en varios comentarios, teólogo del Concilio Vaticano II cuyas líneas apoyó y desarrolló con los teólogos más significativos y avanzados, pero de los que más tarde se desmarcó para frenar sus líneas innovadoras, reorientándolas en línea restaurativa dentro de una “recepción involutiva”.
A mi entender, interpretando la opinión de varios teólogos, diría que procuró afianzar más el capitulo III de la Lumen Gentium (sobre la ‘Constitución jerárquica de la Iglesia’) que el capítulo II (‘El Pueblo de Dios’) y, por supuesto, que la apertura pastoral de Gaudium et spes con todas consecuencias generadoras de un auténtica primavera eclesial que, en muchos aspectos, quedó congelada en los cuarteles de invierno en expresión de K. Rahner.
En última instancia las poderosas estructuras vaticanas, entre ellas la Congregación que él presidió, controlaron cualquier avance e interpretación doctrinal que fuera más allá de los planteamientos tradicionales, como dan a entender los comentarios publicados hasta ahora. Hay quienes han pedido ya incoar el proceso de su canonización (‘santo súbito’) y también de ‘doctor’ de la Iglesia; pero con poco éxito y apoyo, según parece, y que, por supuesto, no proponen las opiniones de las personas a las que aquí me refiero.
"Las poderosas estructuras vaticanas, entre ellas la Congregación que él presidió, controlaron cualquier avance e interpretación doctrinal que fuera más allá de los planteamientos tradicionales"
Renuncia como signo de fin de una época
Su renuncia inesperada fue muy valorada y así lo subrayan los diversos artículos. La ven como testimonio honesto de quien no se veía con fuerzas para afrontar los grandes retos que su alta responsabilidad pastoral le exigían. Su decisión tuvo, sin duda un profundo significado y conllevaba consecuencias importantes asumidas por su sucesor Francisco quien ya ha firmado su renuncia en caso de incapacidad según diagnóstico médico.
Pero además y según lecturas a las que aquí me refiero, llevaba más allá y connotaba o pudo ser signo de “fin de una época” que su sucesor quiere superar y ha iniciado, con fidelidad conciliar en reformas e innovaciones, aunque aún insuficientes. El Sínodo Por un Iglesia sinodal así parece indicarlo; también otras decisiones criticadas por quienes añoran la tradición conservadora y pretenden alargar su sombra abogando por una Iglesia preconciliar, reticente y freno de cualquier avance innovador y auténtico pluralismo. Con su teología y exposición brillantes, con su capacidad dialogante con interlocutores ateos, con su fidelidad a la línea de su antecesor, Juan Pablo II, que Ratzinger desde la Congregación que presidía, inspiró y fundamentó, afianzó en sus años de pontificado, según los comentaristas observan, la línea conservadora apoyado sin limitaciones y seguido con fidelidad por un extenso sector de la Iglesia.
Reconocido en la mayoría de los comentarios y reflexiones como un gran Papa teólogo, de reconocida altura intelectual, de razonada doctrina tradicional y moral finalizó con su renuncia su trayectoria teológica y pastoral, superado por los grandes desafíos de un mundo en profunda crisis y complejos cambios que plantean a la Iglesia amplias y radicales exigencias reformadoras para ser, como pidió Gaudium et spes, “íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia”. Benedicto XVI no se vio con capacidad para afrontarlos por diferentes motivos. Su decisión es reconocida por todos los comentaristas como honrada, valiente y consecuente.
Queda su patrimonio y legado reconocidos por comentaristas y teólogos con diferentes valoraciones equilibradas y razonadas, a quienes agradezco sus aportaciones. Destacan y subrayan su silencio y discreción a partir de su renuncia, así como su relación con el Papa actual, sobre los que ahora su secretario particular trata de verter dudas y sospechas. Pero, al entender de los observadores en sus comentarios, no ha dejado de ser ‘ejemplar’ el mutuo respeto y consideración, incluso ante decisiones que pudieron no agradar al Papa emérito.
Como Ratzinger, teólogo, arzobispo, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, pero sobre todo como Benedicto XVI, en línea continuista de Juan Pablo II, será un referente importante a considerar y respetar; pero no para conservar posiciones doctrinales como inamovibles, para aferrarse a posturas y decisiones pastorales intocables y actitudes conservadoras, sino para avanzar con audacia en fidelidad a los signos de los tiempos, “signos verdaderos de la presencia o de los planes de Dios”, según propuso Gaudium et spes, siguiendo “la obra de Cristo que vino al mundo para dar testimonio de la verdad, para salvar y no para juzgar, para servir y no para ser servido”.
Entonces será una Iglesia sinodal, Pueblo Dios en salida como lo quiere, alienta e impulsa el Papa Francisco.
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