"Si ya no llegamos a la justicia, al menos que se sepa la verdad" Juan Cuatrecasas: "La iglesia es quien tiene una oportunidad y una obligación"
"Desde la jerarquía eclesiástica española siguen poniendo en duda los testimonios de la víctimas, falseando la verdad y construyendo muros entre la justicia y la injusticia"
| Juan Cuatrecasas
A la sombra legendaria De la Torre Magdala y con la terrible presencia del diabólico Asmodeo, que sirviera de patrón al dramaturgo sevillano Luis Vélez de Guevara para dar vida a su sátira El Diablo Cojuelo, en efecto, este lugar es terrible. Y lo es porque la familia de supervivientes de abusos y agresiones sexuales en el ámbito eclesiástico no para de engrosar sus filas.
Terrible manantial y cientos de testimonios que se van acumulando, algunos en la sombra, otros con luz y taquígrafos porque sus protagonistas pueden y deciden contarlo horror vacui, sin dar pie a silencios forzados, comprados o amenazados.
Este lugar, el de las víctimas, es terrible porque además de sufrimiento sigue existiendo incomprensión, liturgia barata, perdones incompletos y mala fe disfraza de bondad. Mencionó el Papa Francisco hace poco a Satán y aunque lo hizo de un modo ambiguo y hasta cuestionable, atrajo hacia el foro en cuestión a un personaje ad hoc, sobrenatural y maligno, que vive en la mente del ser humano y en su expresión artística.
El diablo habita por doquier
Nadie, ni la propia iglesia católica ha certificado su existencia, más allá de dudas y contradicciones papales. Claro que es fácil sentirlo, no hay más que ver cualquier espacio de noticias de los diferentes medios de comunicación. El diablo habita por doquier y lo hace especialmente actuando contra niñas y niños, revolcándose en la maldad perpetrada con saña contra la infancia.
Lo que algunos políticos reconocen a puerta cerrada “esto es un tema de baja intensidad” es una expresión más de eso que los mortales denominamos diablo. Es terrible este lugar y más allá de la leyenda mítica de Rennes-le-Château y del peculiar cura Francois-Bérenger Saunière, los conceptos de acusador y adversario, atribuidos a Satanás, se vuelven estos días contra las víctimas con declaraciones pérfidas y sin duda malintencionadas que desde la jerarquía eclesiástica española siguen poniendo en duda los testimonios de la víctimas, falseando la verdad y construyendo muros entre la justicia y la injusticia, dando fuerza a esta última.
Criticar a la iglesia por maltratar a sus víctimas y encubrir a sus pederastas no significa en caso alguno formar parte de la parentela del diablo
Antes bien es contribuir a que la iglesia aproveche la oportunidad de levantar sus alfombras y eliminar la basura acumulada, denunciando a sus delincuentes y mirando al futuro con limpieza, misericordia y humanismo, sin miedo al que dirán y con voluntad real de cambio, hechos y no solo palabras, dejando atrás ignorancia deliberada y amnesia premeditada.
Reconociendo también a sus víctimas y reparándolas, hayan prescrito o no sus casos en la justicia ordinaria, haya o no sentencia firme, siempre que sean víctimas reconocidas y avaladas por informes periciales facultativos de probada fiabilidad.
No puede ser que la iglesia española no investigue los casos de pederastia del pasado en sus filas porque ello significa que el lugar terrible se prolongue y se haga eterno, facilitando la continuidad de quienes abusan y agreden sexualmente a niñas y niños y logrando una aberrante e injusta impunidad para ellos
Y por supuesto convirtiendo a los supervivientes, sus víctimas, en re victimizadas sin solución. La iglesia debe liderar este proceso, el mismo que hasta ahora ha liderado el batallón de las víctimas, auxiliadas sólo por la fuerza de su dolor y la obstinada sed de justicia y verdad. Porque como decía el otro día una de las víctimas de los Salesianos de Deusto, en Bilbao, si ya no llegamos a la justicia, al menos que se sepa la verdad.
Mentiras, negligencias y trampas
Y dejando de lado anticristos, demonios y primos de Satán, la única verdad, la que ya todo el mundo sabe, es que en esta historia hay mentiras, negligencias y trampas, encubridores y pederastas y seres humanos que han tenido, desde la soledad y el silencio, que sobrevivir como valientes intentando no mirar atrás y divisar en lontananza una débil luz de esperanza, que la iglesia siempre ha intentado apagar, conscientemente y sin rubor.
A veces en este terrible lugar, el de las víctimas, se sigue creyendo que Satanás, sus primos y hermanos, soplaban a la luz de la vela de la esperanza, para que se apague y no regrese. Por desgracia para los malévolos sopladores, ya no hay camino de retorno. Porque cada vez somos más quienes aguantamos la vela con fuerza y luchamos por ampliar su espectro de proyección.
La iglesia es quien tiene una oportunidad y una obligación. Las víctimas seguimos liderando el proceso y exigimos que se cumplan nuestros derechos y que las palabras lejos de ser un simple papel mojado, se transformen con la urgencia debida, en hechos. Coram populo, Amén.
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