Repensar el cristianismo Julio Puente: "En el adoctrinamiento y la ideología no hay libertad de pensamiento"
"Es necesario y urgente repensar el cristianismo. Repensar también el judaísmo y el islamismo. Hay que poner manos a la obra en un esfuerzo razonable para superar la pandemia, las desigualdades y los conflictos"
"En "Fratelli Tutti" la palabra "razón" tiene peso específico. Francisco tiene los pies en la tierra. Rehabilita en su carta la acción política y habla de caridad política y de caridad social. No quiere sistemas políticos con víctimas y personas descartadas"
"La reforma de la Iglesia, con el fin de dar testimonio del Evangelio y evitar que ella "represente una piedra de escándalo", es lo que hará creíble ante el mundo esta carta de nuestro hermano mayor Francisco"
"La reforma de la Iglesia, con el fin de dar testimonio del Evangelio y evitar que ella "represente una piedra de escándalo", es lo que hará creíble ante el mundo esta carta de nuestro hermano mayor Francisco"
| Julio Puente
En masa se piensa mal. Razonar es dialogar entre personas que no han perdido su libertad de conciencia. Pero en el adoctrinamiento y la ideología no hay libertad de pensamiento. La antropología del pensamiento político de la izquierda no valora suficientemente el valor de la libertad humana. Y las políticas de la derecha no valoran en la justa medida la dimensión social de la persona. Sin libertad no hay verdadera conversión personal, un concepto que aporta el Evangelio, cuyo fruto, como enseña el papa Francisco en “Fratelli tutti” (n.114), es la solidaridad. Y es que el hombre es algo más que un animal de granja al que hay que echar de comer, pues “no solo de pan vive el hombre” (Dt 8,3; Mt 4,4). Por eso el cristianismo representa una instancia crítica ante el fascismo y el capitalismo, pero también frente al marxismo y al comunismo, o si queremos usar la terminología del papa, frente al liberalismo que favorece a los poderosos al igual que frente al populismo demagógico.
Los muy jóvenes son fácil presa de las ideologías que fanatizan. Lo hemos visto en los recientes atentados yihadistas. Pero los que adoctrinan en el odio no son jóvenes. Y no son únicamente musulmanes. Todavía hay cristianos, entre ellos algunos sacerdotes, que viven en aquella burbuja ideológica en la que pensaban que la fe cristiana era compatible con el tiro en la nuca. En esa burbuja nacionalista, como muy bien nos mostró Jon Juaristi en su obra “El bucle melancólico”, no se debate, no se discute. Se descalifica al otro, pero no hay un relato alternativo a su patriótico romanticismo.
Necesitamos el abrazo y el perdón mutuo. La reconciliación. Pero no se puede exigir a otros que pidan perdón ni imponer la reconciliación. Y así seguimos “bajo el silencio”, en esos profundos valles ideológicos del falso victimismo que parece haber perdido el contacto con nuestro tiempo.
"Si queremos desactivar las interpretaciones radicales tenemos que dejar de creer que la fe es algo que está por encima de la razón. Hay que armonizar fe y razón"
Ocurre también en otros ámbitos del cristianismo. En la investigación teológica, al profundizar en la verdad revelada, podemos “perder el contacto con el tiempo”. Contra ello nos previno ya el Vaticano II (Cf. GS, 62). Es lo que parece haberles ocurrido a cuantos se oponen a las reformas que promueve el papa Francisco. Ahora es el cardenal Müller el que exhibe un conservadurismo poco razonable.
En una entrevista al Corriere della Sera (22 de octubre de 2020), Müller se muestra contrario al parecer del obispo de Roma sobre la conveniencia de una ley para las uniones civiles entre personas del mismo sexo porque “el papa no está por encima de la palabra de Dios, que ha creado al ser humano varón y mujer”. Con esa falta de rigor se ha expresado el que fuera prefecto de la congregación para la doctrina de la fe hasta 2017. Francisco no había hablado de matrimonio, cuya doctrina él no ha cambiado. Pero Müller tiene miedo de que la Iglesia bendiga un día este otro tipo de uniones, cosa para él inconcebible. Aunque sus verdaderos intereses y motivaciones no los conocemos. Tal vez todo sea una simple pataleta de niño al que han privado de su juguete.
Todos estos casos tienen algo en común: la sinrazón. Por eso hemos de celebrar que “Fratelli tutti” hable, como luego veremos, de la razón humana. Y Francisco sabe razonar y dialogar con el hombre contemporáneo. Lo hace desde el corazón del Evangelio, desde Lc 10, 25-37 y Mt 25, 31-46, con verdad y caridad.
Sabemos que la razón humana participa de la luz divina, porque esta luz “ilumina a todo hombre” (Jn 1, 9). No tiene sentido oponer fe y razón. Esta es la fe cristiana que debe impulsarnos a investigar y dialogar para solucionar los problemas. La razón es palabra, diálogo más que logos, como nos enseñaron los grandes pensadores personalistas, (Ebner, Buber, Rosenzweig, Marcel, entre otros), y antes algunos griegos. Y la fe, más que algo intelectual, es confianza en el Tú personal en relación al que existimos y al que encontramos en nuestro prójimo más necesitado.
Es necesario y urgente repensar el cristianismo. Repensar también el judaísmo y el islamismo. Hay que poner manos a la obra en un esfuerzo razonable para superar la pandemia, las desigualdades y los conflictos. Sigue siendo una gran verdad, que “Dios no tiene más manos que las nuestras”. Sea o no de Santa Teresa, esa es una idea semejante a aquella que leemos en el capítulo V de Las Fundaciones, donde no poner manos a la obra equivale a atarle las manos a Dios: “Sería recia cosa que nos estuviese claramente diciendo Dios que fuésemos a alguna cosa que le importa, y no quisiésemos si no estarle mirando, porque estamos más a nuestro placer. ¡Donoso adelantamiento en el amor de Dios es atarle las manos con parecer que no nos puede aprovechar si no por un camino!”
Las manos de Dios son hoy las manos de enfermeras, médicos y científicos, las manos que preparan las vacunas, tan esperadas, no las manos de los chamanes milagreros y líderes políticos - Bye, bye, Mr. Trump! - que no velan por el bien común. Necesitamos un cristianismo razonable que ayude en esta empresa de todos.
En “Fratelli Tutti” la palabra “razón” tiene peso específico. Dice así el párrafo 104: “El filósofo cristiano, al argumentar a la luz de la razón y según sus reglas, aunque guiado siempre por la inteligencia que le viene de la palabra de Dios, puede desarrollar una reflexión que será comprensible y sensata incluso para quien no percibe aún la verdad plena que manifiesta la divina Revelación”. Y en el párrafo 185, que incluye una breve cita de “Caritas in veritate” de Benedicto XVI, leemos: “La caridad necesita la luz de la verdad que constantemente buscamos y «esta luz es simultáneamente la de la razón y la de la fe», sin relativismos. Esto supone también el desarrollo de las ciencias y su aporte insustituible para encontrar los caminos concretos y más seguros para obtener los resultados que se esperan”.
Franciscotiene los pies en la tierra. Rehabilita en su carta la acción política y habla de caridad política y de caridad social. No quiere sistemas políticos con víctimas y personas descartadas.
A los violentos el papa les recuerda que no hay que matar, porque cada ser humano es sagrado, y esta “es una verdad irrenunciable que reconocemos con la razón y aceptamos con la conciencia” (n. 207). Y es que “indagando en la naturaleza humana, la razón descubre valores que son universales, porque derivan de ella” (n.208). Por ejemplo el valor de la igualdad de todos los seres humanos que la razón es capaz de aceptar, aunque para vernos como hermanos tal vez haya que creer en un Padre común (cf. 272). De la “primacía de la razón sobre la venganza”, al abordar los temas de la paz, la justicia y el derecho, habla el n. 231. Es una oportuna llamada a la cordura cuando otros líderes políticos y religiosos echan leña a la hoguera.
El pasado octubre el jeque Issam Amira se expresó así en la mezquita Al-Aqsa de Jerusalén: “El islam no tiene nada que ver con el término ‘terrorismo’, salvo por lo que respecta a aterrorizar a sus enemigos. El Corán dice: “Disponed toda fuerza y todos los corceles de la guerra que podáis, para golpear con terror en el corazón del enemigo de Alá y de vosotros mismos (…)”. (…) Cuando un musulmán de origen checheno decapita a un infiel que ha afrentado al profeta Mahoma, la gente habla de “terrorismo” (…) Bien, es un gran honor para él y para todos los musulmanes que haya un joven así que defienda al profeta Mahoma”.
Diversos medios de comunicación israelíes y occidentales han dado a conocer este sermón del clérigo palestino, cuya opinión no representaa todo el islam, pero su sinrazón enciende en odio a multitudes.
Teniendo en mente los recientes atentados yihadistas en Europa, no está de más recordar estas palabras de Amartya Sen: “Las ideas sectarias y fundamentalistas de las diversas religiones con frecuencia reciben el apoyo entusiasta de emigrantes que de una forma agresiva exageran el valor de lo que ellos identifican como sus “propias tradiciones” al encontrarse sumergidos fuera de su país en una cultura dominante extraña para ellos. (…) Es lo que sigue dando fuerza al fundamentalismo islámico en nuestros días” (The Argumentative Indian, 2006). Parece justo pensar, sin embargo, que la inmensa mayoría de los musulmanes de Europa no se reconocen en estas atrocidades. Y podríamos ayudarles a leer de una forma más razonable el Corán si nosotros los cristianos repensamos nuestra doctrina sobre la autoridad de las Escrituras, empezando por el principio de Sola Scriptura de los protestantes.
Si queremos desactivar las interpretaciones radicales tenemos que dejar de creer que la fe es algo que está por encima de la razón. Hay que armonizar fe y razón. Como decía la cita de Ratzinger que hacía suya el papa Francisco ambas son “simultáneamente” la luz de la verdad. La razón dialogante y la fe viva son obras de amor sin el cual no hay verdad auténtica. Es muy peligroso empeñarse en oponer los mandamientos de Dios a lo que parece razonable. Francisco habla, en cambio, de la razón o inteligencia humana que puede reconocer en la realidad que la trasciende “la base de ciertas exigencias morales universales” (n. 213).
Seamos humildes, porque sociedades como Corea del Sur, Japón, Nueva Zelanda o Vietnam, han sabido hacer frente al Covid-19 mejor que muchas de nuestro entorno. En estos países sí que ha habido “amistad social”, civismo. Si fuéramos razonables enseñaríamos “Ética cívica” a nuestros jóvenes, ética y educación cívica en una sola materia. Aprenderíamos a ser prójimos para el necesitado, a ejemplo del buen samaritano del
Evangelio, esa parábola que es el eje central de “Fratelli tutti” y ejemplifica lo que es el mandamiento nuevo de Jn 13, 34. Nuevo, “en el sentido que no hay otro: el amor y la justicia para con el prójimo son el amor de Dios y vienen a reemplazar a todos los preceptos de la legislación judía, al conjunto de la Torah” (J. Moinght, “La historia más bella de Dios”). “Quien ama a su hermano está en la luz”, leemos en 1 Jn 2,10.
“Fratelli tutti” ofrece una buena orientación para la convivencia, para una justa política social y económica, y viene a ser, sobre todo, una llamada a repensar el cristianismo. La reforma de la Iglesia, con el fin de dar testimonio del Evangelio y evitar que ella “represente una piedra de escándalo”, es lo que hará creíble ante el mundo esta carta de nuestro hermano mayor Francisco. Ello requiere de todos nosotros una actitud de conversión personal que da como fruto la solidaridad, la amistad social y la fraternidad.
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