La mujer, en la Iglesia católica Máquinas de hacer bebés

(Antonio Aradillas).- La historia de la Iglesia está repleta de hipocresías e infidelidades". Así, con contundencia, con humildad y con humanidad se expresó el Papa Francisco el jueves, día 11 de marzo del presente "año del Señor 2,015" en la homilía de la misa celebrada en la capilla de su residencia de Santa Marta.

En el contexto de su explicación catequética enmarcó el recuerdo de una mujer con esta expresa y estremecedora mención.: "Doctores de la Iglesia quemaron viva a una mujer, Juana de Arco, por hereje, y hoy está declarada como santa...Jesús preferiría mil veces a los pecadores que a los hipócritas..."

Siguen siendo necesarias palabras pontificias como estas para provocar y empujar el cambio -los cambios- profundo, que se demanda en la Iglesia en relación con la mujer, en el intento, ya rebasado, de acelerar el día en el que el Papa, como tal, en nombre de la Iglesia universal, le pida a la humanidad público y reparador perdón por el comportamiento oficial y efectivo que a lo largo de la historia mantuvo , y todavía mantiene, justificando su marginación con execrable aportación, uso y testimonio del sacrosanto nombre de Dios...

. El hecho para cuya descalificación no caben condenas y censuras en superlativo, aplicables con rigurosidad académica, es que, hoy por hoy, la Iglesia es el último - el penúltimo- "bastión del machismo". Difícilmente se encuentran organizaciones, colectivos o instituciones pertenecientes al "primero", "segundo" o "tercer" mundo en el que, además, y por constitución y bendiciones legales, la mujer padezca discriminaciones tan radicales como las de que es objeto y sujeto en la Iglesia católica.

. Es preciso retrotraerse a culturas y tradiciones ancestrales, arqueológicas, rancias, asilvestradas y carpetovetónicas, con el plus de inamovilidad y prehistoria que aportan elementos considerados como religiosos, -con preclara y definitiva mención judaica e islámica-, para vislumbrar algún destello de aclaración y disculpa de tan insondable misterio. Por supuesto, que este, lisa y llanamente, no es otro que el que, con los efectos que la irrupción de la mujer, le ocasione a la situación de privilegio de la que egoístamente disfruta el hombre como "ser superior" y "vice-dios" del universo en general, y de de todas y cada una de sus parcelas familiares, sociales y profesionales.

. Es lastimoso reconocer que, precisamente teniendo en cuenta la doctrina y ejemplos predicados y vividos por Cristo Jesús, salvador de la mujer en ambientes tan inamistosos para ella como los que inspiraban y dictaban la Ley y las leyes , tanto administrativos como religiosos, la Iglesia - su Iglesia- haya prescindido de su inspiración redentora y la siga discriminando con escándalos tanto para propios como para extraños.

. Por mucho que pretendamos edulcorarlo, la situación de la mujer en la Iglesia oficial no pasa de ser la de "pecadora" y "pecado", sierva y esclava, al servicio -servidumbre- del hombre, si autonomía religiosa, infantil a perpetuidad, sin voz ni voto, sin la más remota posibilidad de hacer trizas el canon de "vir baptizatus" exigido para ser y ejercer el sacerdocio, sin aceptación académica del femenino "obispa", "arzobispa", "cardenala" o "papisa".

El argumento cruel de que "la misma mujer, en términos generales, está satisfecha, con su actual situación en el ordenamiento oficial de la Iglesia, es falaz y contradictorio, dado que los argumentos en contra que le fueron suministrados hasta llegaron a hurtarles la capacidad de pensar y decidir por su cuenta y en contra, o al margen, de dogmatismos inconsistentes e interesados, por reduplicativamente machistas.

. Privar hoy a la Iglesia de la presencia y actividad "pastorales" y jerárquicas de la mujer, por mujer, es una inmensa y cabal torpeza y una inepcia e imbecilidad institucional, cuyos responsables directos, e indirectos, jamás podrán aprobar la asignatura de la verdadera teología , de los santos evangelios y de no pocos capítulos de la historia eclesiástica primitiva -la auténtica- , en denigrante perjuicio para todos los humanos, aunque la carrera del Derecho Canónico les sigan todavía facilitando puestos curiales de relieve y de rentabilidad.

. Sugerir movimiento intra y extra eclesiales por redimir a la mujer de su desdichada y anestesiante posición en la Iglesia, es -sería- una obra de misericordia, indulgenciable por su propia naturaleza. Seguir justificando la situación actual, haciéndolo además "en el nombre de Dios", insisto en que es antinatural e injurioso.

. La teología de la mujer, del hombre y de Dios, debiera aprestarse a ser fuente de respuestas de religión, y más si esta es cristiana, de renovación, de redención y de vida al estilo de Cristo Jesús. Del listado oficial de instituciones religiosas debieran borrarse automáticamente, con Concordato sin él, aquellas que les negaron, o recortaron, a la mujer, por mujer, los mismos derechos, deberes y consideraciones que califican al hombre por hombre. De inmoralidad, indecencia e impudicicia -"infidelidad e hipocresía" en palabras del Papa-, habría de tacharse cualquier actitud o doctrina que apostara por hacer perdurable la discriminación de la mujer en la Iglesia.

. Posiblemente en la interpretación literal de "máquinas de hacer bebés" con la que en exclusiva, o fundamentalmente, se conjunta la función de la mujer de criterios religiosos, es donde la confusión discriminatoria resulta ser sutilmente patente, en conformidad con la sociología, filosofía y catequesis hoy imperantes. Su función es bastante más - y bastante menos-, a la vez.

Es la de ser y ejercer de hija de Dios y, sobre todo, de persona. Lo de "máquinas" y lo de "bebés" es otra cosa, aunque para algunas "ascéticas" fueron, y sean, religiosamente "obras" por antonomasia. El Papa efectuó recientemente ciertas amigables referencias "cuniculares" que no fueron del agrado de estos.

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