"La cultura cristiana es una raíz esencial del moderno estado de bienestar" Mariano Delgado: "La Iglesia, ¿piedra angular del orden económico moderno?"

Misericordia en la cultura de la Iglesia
Misericordia en la cultura de la Iglesia

"Las Iglesias y los teólogos deben comprometerse más para resolver los problemas que se presentan en un mundo globalizado"

"Los primeros Padres de la Iglesia jercieron una fuerte crítica social, consideraron a los pobres como el tesoro de la Iglesia y promovieron una cultura de la misericordia, de redistribución de los bienes a su favor"

"Impulsados por la idea de que su compromiso con los necesitados era beneficioso para su propia salvación, los cristianos piadosos y ricos (en España muchas veces obispos y cardenales con inmensos recursos gracias al “diezmo”) fundaron hospitales y hospicios"

El título puede hacer que algunos lectores se pregunten: ¿Qué tiene que ver la Iglesia, y sobre todo la católica, con la economía moderna? Pues más de lo que uno podría pensar a primera vista. En su libro "The Treasure of Heaven - The Rise of Christianity and the Fall of the Roman Empire", publicado en 2012, el historiador irlandés Peter Brown llamó la atención sobre la relación ambivalente entre el cristianismo y los negocios. Por un lado, los Padres de la Iglesia de los siglos III al V criticaron la riqueza como objetivo de la vida según el dicho de Jesús de que es más fácil hacer pasar un camello por el ojo de una aguja que lograr meter a un rico en el Reino de los Cielos (Mt 19, 24). Ejercieron una fuerte crítica social, consideraron a los pobres como el tesoro de la Iglesia y promovieron una cultura de la misericordia, es decir, la preocupación por los pobres y la redistribución en su favor. Hacer esto sería la mejor manera de tener un "tesoro en el cielo".

Por otra parte, un cambio significativo tuvo lugar entre los años 350 y 600, cuando las élites de la antigüedad tardía entraron en la Iglesia y ocuparon las sedes episcopales y otros cargos importantes: ahora se hablaba del "tesoro en el cielo" para amasar tesoros en la propia Iglesia. Esta ambivalencia marcó el devenir posterior del cristianismo: la riqueza de la Iglesia, la preocupación por los pobres y el destino del alma estaban a menudo vinculados.

Iglesia y lujo
Iglesia y lujo

La cultura de la misericordia seguía siendo un pilar fundamental de una sociedad y economía de influencia cristiana en el medievo. Gracias a esta cultura se creó la primera forma del "estado de bienestar" en la cultura europea. Impulsados por la idea de que su compromiso con los necesitados era beneficioso para su propia salvación, los cristianos piadosos y ricos (en España muchas veces obispos y cardenales con inmensos recursos gracias al “diezmo”) fundaron hospitales para los enfermos y hospicios para los pobres y los peregrinos, que entonces eran atendidos en su mayoría por congregaciones religiosas o hermandades de laicos que habían sido establecidas para este propósito. Sin embargo, otras fundaciones beneficiaron a la Iglesia y al clero y aumentaron su riqueza, lo que fue una de las causas de la Reforma en algunas partes de Europa.

Si se comparan las intervenciones del reformador zuriquense Heinrich Bullinger en el Senado de su ciudad sobre la cuestión de la lucha contra la pobreza (1558 y 1572) con el texto del español Juan Luis Vives "Sobre el socorro de los pobres" (1526) para la ciudad católica de Brujas, se observa que ambas ramas del cristianismo occidental tienen sus raíces en la cultura de la misericordia. Lo que es nuevo en el siglo XVI es que los municipios y los estados empiezan a considerar el socorro de los pobres y enfermos como una tarea propia, y la Iglesia pierde poco a poco su monopolio. Desde allí hasta el moderno estado de bienestar ya no falta mucho. Por cierto, el concepto de Vives consistía en "promover y exigir", es decir, ayudar a los necesitados, pero también animarlos a que se ayuden a sí mismos, por ejemplo, con el trabajo comunitario o proporcionándoles una formación profesional.

Bartolomé de las Casas y la crítica social
Bartolomé de las Casas y la crítica social

También es importante la contribución de los teólogos y las Iglesias a la comprensión del bien común como otro pilar básico de un orden económico justo. Baste aquí con referirse al teólogo español Francisco de Vitoria (1483-1546). Partiendo del universalismo de la ley natural, postuló que al principio del mundo todo pertenecía a todos. No obstante, la propiedad privada es legítima, porque la gente la había introducido con el tiempo y por consenso general debido a su utilidad para el bien común. Pero ésta conservaba una "hipoteca social", por así decirlo, en la medida en que debía servir al bien común de toda la comunidad.

Según Francisco de Vitoria, el hecho de que la propiedad privada haya sido introducida por el derecho humano es la razón por la que, en casos excepcionales como son situaciones de extrema necesidad, la propiedad común subyacente pueda ser restablecida por el Estado o la comunidad política… mientras duren dichas situaciones. Sin embargo, según Vitoria, hay que tener en cuenta que el individuo como persona jurídica libre "no está completamente" a merced del bien común impuesto por el Estado, porque el bien común está constituido por el bienestar de todos y cada uno de los individuos. Por esta razón, la propiedad privada conserva su justificación fundamental, de modo que en un estado cristiano debe buscarse un buen equilibrio entre el bien común, la propiedad privada y una cultura de la misericordia. Esto también incluye un cambio de perspectiva. Como decía Bartolomé de Las Casas (1884-1566), o repite el Papa Francisco, hay que mirar las cosas desde el punto de vista de los más pobres: "como si fuéramos indios".

Concilio
Concilio

La Iglesia Católica ha influido más claramente en el orden económico moderno a través de su doctrina social, iniciada con la Encíclica "Rerum novarum" (1891) y desarrollada por los Papas con arreglo a los signos de los tiempos, como se puede ver últimamente en "Fratelli tutti" (2020). La doctrina social de la Iglesia quiere elaborar "directrices para una acción éticamente responsable", pero no pretende ofrecer soluciones concretas a los problemas en cuestión.

La concreción es competencia del nivel local, y es responsabilidad de los respectivos expertos científicos (incluidos los teólogos), de los políticos, interlocutores sociales y dirigentes empresariales. Para ello deben tener en cuenta el bien común de la sociedad respectiva, pero también de la sociedad mundial o de la familia humana. Lo principal es siempre la persona, no el capital. Otros principios son la subsidiariedad (estructuras participativas de autogestión en las empresas, las organizaciones o asociaciones y los estados) así como la solidaridad y la sostenibilidad ecológica y ética.

Es imposible imaginar el orden económico actual sin estos principios. No son exclusivamente cristianos, sino que muestran, más bien, una convergencia entre la ética social o económica cristiana y el Estado de derecho y de bienestar moderno, que también ha sido configurado por otras corrientes como el socialismo y el liberalismo.

Francisco advierte del riesgo de que "buscando acumular riquezas, nos olvidemos de los débiles"
Francisco advierte del riesgo de que "buscando acumular riquezas, nos olvidemos de los débiles" Osservatore Romano

Para el Concilio Vaticano II (1962-1965), la comunidad política existe por el bien común, en el que tiene "su justificación plena y su sentido y del que deriva su legitimidad primigenia y propia" (Gaudium et spes Nr. 74). El bien común no debe limitarse al propio Estado, sino pensar en toda la familia humana. En esta tradición de pensamiento, la doctrina social de la Iglesia contiene neologismos conocidos como "globalización de la solidaridad". Una cosa está clara: el camino hacia un orden económico más justo será todavía muy largo, aunque se haya avanzado mucho, si pensamos en siglos anteriores, marcados por el colonialismo, la esclavitud y la rivalidad entre los imperios, las culturas y las religiones.

¿Qué autoridad mundial debería decidir, por ejemplo, cómo gestionar los movimientos migratorios o distribuir los recursos naturales, teniendo en cuenta el bien común global y la preocupación primordial por los necesitados, los excluidos o los que carecen de derechos, para que realmente todas las personas puedan realizar el derecho a "Life, Liberty and the pursuit of Happiness” (la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad), del que habla la Constitución de los Estados Unidos de América y que debemos entender como una tarea mundial? ¿Y según qué criterios se deben tomar estas decisiones? ¿Cómo debemos tratar las situaciones de conflicto al sopesar los diferentes argumentos? ¿Cómo se debe combinar la tendencia al optimismo antropológico que está presente en muchos foros de discusión hoy en día con la vieja doctrina teológica y filosófica de la “concupiscencia", según la cual el hombre es también un ser falible con tendencia a la codicia, como nos ha mostrado claramente la última crisis financiera?

Ante estas cuestiones, es de esperar que las Iglesias y los teólogos no se limiten a establecer principios éticos de acción, sino que desciendan al ámbito secular y contribuyan a la configuración de un orden económico más justo con propuestas concretas y “viables”.

Publicado en: https://dievolkswirtschaft.ch/de/2020/10/die-kirche-grundstein-der-modernen-wirtschaftsordnung/

Madre Teresa de Calcuta
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