Editorial de la UCA en el 33 aniversario del asesinato de Ellacuría y los jesuitas Mártires y libertad
"Si algo no podemos dudar de Ellacuría y sus compañeros asesinados, incluyendo a Elba Ramos, es que eran personas valientes, sinceras y capaces de transmitir sus ideas e ideales sin que las amenazas de muerte enturbiaran su actuar y su hablar. Fijarse hoy en sus valores resulta indispensable"
"En los mártires salvadoreños, el amor y la conversión al prójimo oprimido los liberó del miedo. E incluso los liberó de la muerte, pues continúan viviendo en nuestra historia como antorchas que iluminan el camino de la verdad y de la vida"
"Mientras quienes los asesinaron son personas hoy irrelevantes, los mártires han crecido y nos muestran siempre un camino de compromiso vital. Ser libres como ellos para hablar, para debatir, para encontrar soluciones a los problemas y para proponerlas, son las tareas que hoy nos corresponden"
"Mientras quienes los asesinaron son personas hoy irrelevantes, los mártires han crecido y nos muestran siempre un camino de compromiso vital. Ser libres como ellos para hablar, para debatir, para encontrar soluciones a los problemas y para proponerlas, son las tareas que hoy nos corresponden"
| UCA
Si algo podemos decir de los mártires en general y desde el principio de la fe cristiana, es que fueron personas muy libres. Cuando se leen las actas de los mártires, víctimas de la persecución del imperio romano, destaca la libertad y coraje con que gente humilde y mujeres responden a los jueces, que indefectiblemente los condenarían si no renunciaban a su fe.
En el libro de los Hechos de los Apóstoles se repite incansablemente que los apóstoles predicaban el Evangelio, en medio de graves dificultades, con una libertad valiente. Si algo no podemos dudar de Ellacuría y sus compañeros asesinados, incluyendo a Elba Ramos, es que eran personas valientes, sinceras y capaces de transmitir sus ideas e ideales sin que las amenazas de muerte enturbiaran su actuar y su hablar. Fijarse hoy en sus valores resulta indispensable. Ellos están ahora envueltos y presentes en el misterio de Dios. Pero su libertad, sus ideales y sus valores están entre nosotros como semilla y levadura de un mundo nuevo en el que se respete plenamente la dignidad de la persona humana. Cuando hablaban de impulsar una nueva civilización construida sobre el trabajo y la dignidad de la persona, nos estaban indicando un camino que iba claramente en dirección contraria al capitalismo de seducción que hoy domina el mundo en que vivimos, empeñado con su marketing y propaganda en valorar más el tener que el ser.
En la primera carta del apóstol Juan se dice que “el amor echa fuera al miedo”. En los mártires salvadoreños, el amor y la conversión al prójimo oprimido los liberó del miedo. E incluso los liberó de la muerte, pues continúan viviendo en nuestra historia como antorchas que iluminan el camino de la verdad y de la vida. Su ejemplo nos muestra caminos y opciones en situaciones históricas en las que se mezclan realidades nuevas de esperanza y justicia con la permanencia de viejas situaciones de explotación y opresión. El respeto a la dignidad humana es hoy la clave a trabajar. Y la conversión al prójimo oprimido tal vez la tarea más difícil de incorporar a la propia vida. Mientras quienes los asesinaron son personas hoy irrelevantes, los mártires han crecido y nos muestran siempre un camino de compromiso vital. Ser libres como ellos para hablar, para debatir, para encontrar soluciones a los problemas y para proponerlas, son las tareas que hoy nos corresponden. El pasado injusto que sufrieron no podemos arreglarlo. Pero con el pensamiento de los mártires y con su testimonio de generosidad y solidaridad podemos construir un futuro distinto.
En las actuales circunstancias, en las que el estado de derecho se ha debilitado profundamente y cuando no se entiende que democracia y respeto a los Derechos Humanos están íntimamente relacionados, a quienes valoramos y recordamos a los mártires nos corresponde retomar la palabra beligerante, de la que hablaba con frecuencia Ignacio Ellacuría. Palabra esperanzada y creativa que no se rinde ni ante la fuerza bruta ni ante la mentira apoyada desde el poder.
La trampa de asegurar que para defender a las víctimas de la violencia hay que ser violentos con los victimarios y con quienes tienen el más mínimo parecido con ellos, debe ser revertida por la racionalidad humanista y religiosa. La privación de libertad a los delincuentes es legítima. Pero los golpes, el mal trato, la exhibición humillante incluso antes de ser juzgados, la detención masiva prácticamente sin pruebas, el silencio como respuesta a las peticiones de información de los familiares de los detenidos, ni son justos, ni son decentes. Quienes aprueban ese tipo de comportamiento policial y judicial, y al mismo tiempos afirman que son de la UCA de Ellacuría, simplemente mienten. Y todavía más, se burlan de la realidad objetiva de su pensamiento, que ni conocen ni han estado nunca interesados en conocer. Frente a la mentira y la autorreferencia, no hay más camino que “aquella libertad esclarecida, que donde supo hallar honrada muerte, nunca quiso tener más larga vida”.
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