"Papa solo hay uno. Y este es y se llama FRANCISCO" Misas por la conversión del papa Francisco
"En los venerables misales antiguos se insertan fórmulas y formularios de oraciones y celebraciones eucarísticas en fiel consonancia con las necesidades más perentorias de la comunidad"
"Destaco hoy el hecho, silenciado por parte de muchos, de la insistente petición-encargo de misas a los sacerdotes de sus parroquias con el exclusivo fin de que ellas -las misas- se apliquen por la conversión del papa Francisco"
"Suelen ser celebradas en latín, con ornamentos sagrados de primera clase, por curas y algunos obispos, y con la entrañable esperanza de que en el caso de su no conversión, Dios se digne cerrarle cuanto antes los ojos"
"¿Habrá feligreses, feligresas, curas, obispos y hasta cardenales que se encarguen de celebrar misas a favor de la 'descanonización' de otros papas, que' de todo hay -tiene que haber- en la Viña del Señor?'"
"Suelen ser celebradas en latín, con ornamentos sagrados de primera clase, por curas y algunos obispos, y con la entrañable esperanza de que en el caso de su no conversión, Dios se digne cerrarle cuanto antes los ojos"
"¿Habrá feligreses, feligresas, curas, obispos y hasta cardenales que se encarguen de celebrar misas a favor de la 'descanonización' de otros papas, que' de todo hay -tiene que haber- en la Viña del Señor?'"
En los venerables y bellamente “miniaturizados” misales antiguos se insertan fórmulas y formularios de oraciones y celebraciones eucarísticas en fiel consonancia con las necesidades más perentorias de la comunidad que participaría en las mismas. La lluvia, las enfermedades, las plagas, el hambre y las tormentas, jamás faltaban a la cita de las oraciones y penitencias litúrgicas. Tampoco faltaban las relacionadas con las personas que, tanto religiosa como civilmente, regían los destinos de la comunidad, y más en determinados tiempos y ocasiones.
“Los malos obispos”, los “jueces inicuos”, los “gobernantes aprovechados”, por ejemplo, resultaban ser objetos y sujetos frecuentes, con sus respectivos nombres, en el recordatorio de los misales y libros de culto, con rememoración insistente y especial para reyes, jefes de Estado y, por supuesto, para el Romano Pontífice en el nomenclátor de los números cardinales de unos y otros.
Y, desde esta visión “religiosa, destaco hoy el hecho, silenciado por parte de muchos, de la insistente petición-encargo de misas a los sacerdotes de sus parroquias con el exclusivo fin de que ellas -las misas- se apliquen por la conversión del papa Francisco.
Para feligreses y feligresas peticionarios –trece euros de media de estipendio- la conversión del papa “venido de allende los mares”, “bien merece y vale una misa”, resultando ser tanto o más urgente y profunda tal necesidad, que las epidemias, las guerras, catástrofes humanas y “divinas” como hoy atenazan a la Iglesia y al mundo en general, en sus diversas esferas.
Es luminosa y evangélicamente claro que todos -cristianos o no - necesitamos convertirnos y reconvertirnos permanentemente. Es ley de vida. Pero lo que no está tan claro ni evidente es que tal petición e insistencia no haya sido cursada ni difundida aún más, con referencias a tiempos pasados con protagonistas concretos con los nombres de Juan Pablo II y Benedicto XVI., uno ya canonizado (y otro en vías de ascender al honor de los altares a la hora de su muerte), y al grito programado de “¡santo súbito¡”, es decir, sin necesidad siquiera de acompasarse al ritmo de los procesos canónicos, lentos por definición sobre todo en “las causas” los más pobres.
"Para feligreses y feligresas peticionarios –trece euros de media de estipendio- la conversión del papa 'venido de allende los mares', 'bien merece y vale una misa', resultando ser tanto o más urgente y profunda tal necesidad, que las epidemias, las guerras, catástrofes humanas y 'divinas'"
Las intenciones de las misas encargadas y aplicadas por la conversión del papa Francisco suelen ser celebradas en latín, con ornamentos sagrados de primera clase, por curas y algunos obispos, - sin excluir las televisadas- y con la entrañable esperanza de que en el caso de su no conversión, Dios se digne cerrarle cuanto antes los ojos, mediante la muerte y privarlo así de la contemplación de las realidades temporales, contabilizadas algunas de ellas más o menos bancariamentes, aunque el incienso neutralice en parte el olor a podrido. De lo insinuado hay además constancia fiel, documentada y con testificaciones y sentencias judiciales, unas recurribles, y otras no, sin contabilizar las que, por ley, prescribieron.
En el caso de que los estipendios no hagan cambiar los pensamientos y las decisiones del papa Francisco, ¿habrá feligreses, feligresas, curas, obispos y hasta cardenales que se encarguen de celebrar misas a favor de la “descanonización” de otros papas, que “de todo hay -tiene que haber- en la Viña del Señor”?
Papa solo hay uno. Y este es y se llama FRANCISCO, que ni se apellida ni ejerce ya de Bergoglio, sino simple y pobremente “de ASÍS”, como santa Clara.
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