¿Es posible seguir apodando “santa” a la Santa Sede? Nuncios denunciados que renuncian
¿Cómo se le responde al pueblo de Dios, y al “otro”, a la pregunta del porqué en los más recientes tiempos se hayan detectado defecciones forzosas de varios Nuncios de SS. a cuenta de “tocamientos”, que jamás habrán podido juzgarse como diplomáticos”?
A la Iglesia-Iglesia, y más a la española, tal y como se ponen las cosas, le vendría muy bien la desaparición de los Nuncios y más si son italianos, su pastoral sería otra, más libre y más salvadora. Y más de nuestros tiempos
Sin faltar uno solo de los requisitos sagrados del “examen de conciencia, dolor de corazón, propósito de enmienda y reparación de los daños acaecidos”, con referencias al tema de la substitución del Nuncio de SS. en España, y a sus penúltimos, y últimos, “episodios nacionales”, estimo de relieve e importancia para la Iglesia esbozar algunas consideraciones . En el planteamiento actual de las relaciones Iglesia- Estado, la figura del Nuncio sigue siendo clave.
Entre las opciones periodísticas que se me ofrecían para el escrutinio, decidí entrevistarme con el grupo de personas , más o menos allegadas, con quienes se comparte el pan de la palabra, de las noticias, de los rumores y, en definitiva, de las preocupaciones religiosas en los tiempos de tantas mudanzas que nos han correspondido vivir.
¿Pero qué es eso del Nuncio, de las Nunciaturas, y de las relaciones diplomáticas? ¿Cómo se traducen esos términos al lenguaje religioso de hoy? Con las noticias que nos imparten los medios de comunicación social, ¿Es posible seguir apodando “santa” a la Santa Sede?
En el mismo contexto “pecador”, ¿Cómo se le responde al pueblo de Dios, y al “otro”, a la pregunta del porqué en los más recientes tiempos se hayan detectado defecciones forzosas de varios Nuncios de SS. a cuenta de “tocamientos”, que jamás habrán podido juzgarse como diplomáticos”, en cualquier cultura, viéndose obligado el dicasterio romano correspondiente a removerlos de sus “ilustrísimos” menesteres?
Resulta incomprensible captar el contenido real que tiene y define las Nunciaturas, cuyos representantes lo son de un Estado independiente, de extensión similar a la del Parque del Retiro de Madrid, y empadronados en él menos de un millar de habitantes, aun cuando disponga de equipo de fútbol femenino (¡¡) , de heliopuerto, de entidad bancaria y de que absolutamente todas sus edificaciones estén declaradas por la UNESCO como “Patrimonio de la Humanidad”
Pero, dado que las relaciones religiosas con la Iglesia como institución sagrada, son de competencia del Presidente de la Conferencia Episcopal, ¿Cuál es la función del Nuncio, embajador de tan minúsculo Estado, capital de la “Iglesia de los pobres”, por la que tan denodadamente trabaja el papa Francisco y, a cuyo concepto teológico y pastoral responderán lo de “sinodal” “en salida” y otros términos evangélicos…?
¿Qué explicación se les ofrece a quienes, laicos, laicos y aún sacerdotes y obispos, pretenden indagar acerca de la verdadera actividad de los Nuncios que, por ejemplo, en Madrid viven en instalaciones palaciegas que superan con creces, en representación, a las sedes diplomáticas –embajadas- de Alemania, Rusia, Estados Unidos, China, Italia o Francia…? (Con discreción y “diplomacia, como no podía ser de otra manera, un policía de grado, me refirió que en los “gloriosos” tiempos del Nacional Catolicismo, él mismo pudo comprobar cómo en la Nunciatura, a los obispos se les facilitaba la compra de coches de la marca alemana “Mercedes”).
El nombramiento de los obispos se teje, entreteje y desteje realmente en la Nunciatura, previa la indiscreta, o no tanto, intromisión de algún “poderoso” Eminentísimo Cardenal, cuya gestión “diplomática” todos valoraban como “Palabra de Dios”, sin pensar, o pensando, que tales palabras, comportamientos y gestos fueron los heredados de los Concilios de “Illiberis”, Constantinopla, Nicea, Trento, o del Vaticano I.
Los Nuncios no son solamente ellos. Son el equipo de “asesores” con que cuentan, ya “preparado” por imposiciones y compromisos, con diversidad de matizaciones y “matriculaciones”, que no todas se corresponden con intereses sobrenaturales, propios del Reino de Dios. Cualquier día se harán públicos –“con o sin las debidas licencias- los nombres, apellidos y circunstancias, que demuestren que no solo con la santa y sana intención de beneficiar a la Iglesia de los pobres, fueron tomadas ciertas determinaciones y nombrados –que no elegidos- ciertos obispos para ciertas diócesis.
A la Iglesia-Iglesia, y más a la española, tal y como se ponen las cosas, le vendría muy bien la desaparición de los Nuncios y más si son italianos, su pastoral sería otra, más libre y más salvadora. Y más de nuestros tiempos. Jesús no tuvo Nuncios. Tuvo apóstoles. El evangelio –“buena noticia”- es el manual de la diplomacia eclesiástica. Y, como tal, está todavía inédito, pese a su condición de abecé o abecedario. A las Nunciaturas hay que buscarles con presteza otros destinos, incomparablemente más religiosos…
Y, mientras tanto, ¿Por qué no hay ya Nuncios seglares y, por supuesto, “seglaras”? ¿Acaso el evangelio, la teología y el sentido común lo impiden…?