Jesús ante las clases sociales Pedro Serrano: "Jesús quiere una Tierra donde los seres humanos superen las clases sociales para vivir en fraternidad"

Jesús
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En las distintas etapas de la historia, la existencia de las clases sociales ha sido una realidad incuestionable. siempre ha habido enriquecidos y empobrecidos, explotadores y explotados

Jesús de Nazaret al entregar su vida al amoroso Dios-Padre, asume la misión de mensajero del Reino de Dios, que implica un Tierra donde los seres humanos superen las clases sociales para vivir en fraternidad

Jesús consideró que la mejor opción era que el pueblo tomara conciencia de que la fidelidad a Dios-Padre consistía en rechazar la idolatría del dinero y entregarse a Dios-Amor

Las catedrales y templos, con toda su belleza y riqueza artística, sirven para poco si las piedras vivas (nosotros los creyentes) del templo de Dios (Jesús de Nazaret), no practicamos la solidaridad con los oprimidos

Jesús es la resurrección y la vida. Hagamos el Reino como si dependiese de nosotros y y confiemos que esa maravilla del amor, solo depende de Dios

Introducción

La ambición individualista y la solidaridad personal, siempre han existido desde el advenimiento del homo sapiens. Pero es a partir del establecimiento de la agricultura en el Oriente medio y en otras partes del mundo, cuando empezaron a surgir en diversas regiones y zonas, determinadas minorías ambiciosas que, valiéndose de monarquías absolutistas, fueron acaparando las tierras y los bienes en provecho propio; dejando a las mayorías en situación de debilidad, dependencia, marginación y pobreza.

Por tanto, en las distintas etapas de la historia, la existencia de las clases sociales ha sido una realidad incuestionable que fue adoptando distintas modalidades: Según Marx, en la antigüedad: amos y esclavos, en el medioevo: señores y siervos, durante la industrialización: patrones y obreros y en la civilización del conocimiento y la robotización actual, las clases sociales se las puede clasificar en: privilegiados y marginados. Es decir, siempre ha habido enriquecidos y empobrecidos, explotadores y explotados.

A su vez, en las diferentes épocas históricas han ido surgiendo de entre los empobrecidos, movimiento de emancipación a favor de las clases subalternas. Las respuestas de los enriquecidos han sido el sometimiento, la represión, el encarcelamiento, la tortura y la muerte contra las protestas y levantamientos populares.

Para mantener sus privilegios, las burguesías se han valido de la apropiación del Estado, la política, la religión, la cultura, las leyes y las fuerzas armadas. Luego los movimientos populares han tratado de revertir esas mediaciones en defensa del bienestar de las mayorías. Frente a los intereses de los enriquecidos, levantemos la utopía de la sociedad fraterna y sin clases que respete la dignidad y los derechos humanos de todos y todas.

Así como en cualquier país existe una clase dominante y una clase sometida, a nivel global está el Imperio en alianza con grandes potencias afines, sometiendo y empobreciendo a las naciones en vías de desarrollo. Modernamente, los poderosos suelen utilizar la política del “palo y zanahoria”, según convenga a sus ambiciones e intereses.

Utopía de Jesús

Jesús de Nazaret al entregar su vida al amoroso Dios-Padre, asume la misión de mensajero del Reino de Dios, que implica un Tierra donde los seres humanos superen las clases sociales para vivir en fraternidad. Para ello, será necesario la liberación de los oprimidos y el bienestar de los empobrecidos (Lc 4, 16-19).

Pero la civilización del amor, ha de realizarse mediante la opción por un ideal global y un compromiso local.

Jesús, aunque su actuación en favor del reinado de Dios lo concretó en Israel empezando por Galilea, su proyecto era global. Así recomendaba a su gente: “que el mundo vea como os amáis, para que alaben a vuestro Padre”, es decir, construyan sociedades basadas, no la explotación del hombre contra el hombre, sino en unas relaciones de convivencia fraternas. El Reinado de Dios comenzaría en un Israel justo, que como levadura haría fermentar toda la masa; es decir, la solidaridad entre personas y colectivo en Israel se iría extendiendo a los pueblos de la Tierra. La voluntad de Dios es de que nos amemos en la Tierra como se aman los resucitados en el Cielo.

Comunidad de bienes. Los creyentes del primer siglo así lo entendieron, por eso sus ideales era poner sus bienes en común bajo la autoridad de los apóstoles; dando según sus capacidades y recibiendo según sus necesidades. De esta manera no había entre ellos necesitados (Hch 2,44-47; 4,32-37). Al dejarlo todo por el Reino, recibían el ciento por uno, además de la vida eterna cuando les fuera llamando el Padre (Mc 10,28-30).

La propuesta de Jesús para construir la sociedad fraternal y solidaria en Israel, no sería mediante la conquista violenta del poder derrotando al César romano y a los diversos dirigentes extranjeros y judíos de Israel, sino que había que tratar de crear una comunidad de bienes en la que las familias marginadas se ayudaran unos a otros. Ello iría cundiendo entre los empobrecidos hasta abarcar a todo el pueblo. Sólo pedía confianza en Dios y generosidad a la hora de vivir en comunidad.

Todosdeberían aportar a la comunidadsegún sus cualidades personales y bienes económicos propios; así se muestra en la parábola de los talentos (Mt 20,1-15). Por eso dijo a los fariseos: “dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Es decir, allá el César y su corte con sus ambiciones de poder y de riquezas; los que me sigan, han de construir una nueva manera de convivir en solidaridad y generosidad. Era como formar comunidades de hermanos en el marco de una sociedad de clases e imperialista, como la unidad de ovejas entre lobos.

Jesús no vino a disputar el poder político ni al César ni a Pilato ni a Herodes Antipas; tampoco se interesó por el poder religioso del Sumo Pontífice que detentaba Anás y luego constituir otro imperio similar, pero en vez de romano judío; su Reino no era de este mundo de injusticias, violencias y clases sociales; pues su pretensión era animar a su pueblo a vivir en comunidades de bienes para evitar que hubiera necesitados. Para ello, había que ilusionarse con la idea del Reino, convertirse a los valores generosos, seguir a Jesús; solidarizándose con los hambrientos, sedientos, desnudos, enfermos y encarcelados (Mt 25,31-45); y así serían bendecidos y acogidos por el mismo Dios. El sistema clasista imperial y judío irían desapareciendo en la medida que aumentase la gente convertida a la causa del Reino de Dios.

La economía individualista de los idólatras del dinero divide a los seres humanos en ricos y pobres, aunque entre medias se levante una clase social media de satisfechos. Mientras que, con la economía comunitaria de los seguidores de Jesús, todos tendrán lo necesario para vivir dignamente y no habrá empobrecidos entre ellos.

Opción fundamental

Decía Jesús: “no podéis servir a Dios y al dinero” (Mt 6,24; Lc 16,13). Y Pablo afirmaba: “el amor al dinero es la raíz de todos los males (1Tim 6,10).

Para lograr la liberación de los empobrecidos y construir una sociedad fraternal sin clases, muchos utópicos lo han intentado a partir de la protesta social. Algunos consideran que es desde la expansión de la educación y la cultura popular como se logrará mejorar las relaciones y los derechos humanos de todos. Pero otros muchos se dedican a la acción política, pues una vez conquistado el poder se logrará la sociedad del bienestar.

Sin minusvalorar esas vías, e incluso asumiéndolas, Jesús consideró que la mejor opción era que el pueblo tomara conciencia de que la fidelidad a Dios-Padre consistía en rechazar la idolatría del dinero y entregarse a Dios-Amor difundiendo su Reino entre los empobrecidos, con ayudas humanistas, reformas de estructuras injustas y superación de los Estados opresores. Frente a la religión dominada por los ambiciosos de poder que aliena a la persona, Jesús opta por el Reino de Dios que hace a los seres humanos libres, hermanos y justos. Se trata de que aceptemos el Reino de vida y de gracia, de verdad y de justicia que nos regala nuestro Padre.

Las clases sociales en el Evangelio

Las enseñanzas de Jesús son muy claras en este aspecto, aunque la oficialidad de la Iglesia y los sacerdotes apenas digan nada. Veamos algunas citas: En el Magníficat de María se afirma que Dios rechaza a poderosos y ricos y acoge a humildes y pobres (Lc 1,46-55). Asimismo, en una de las parábolas Jesús muestra que Dios está a favor de los empobrecidos pues el rico Epulón no es aceptado en el Reino, mientras que al mendigo Lázaro se le liberan de sus padecimientos al ser acogido en la casa de Dios Padre (Lc 16,19-31).

En la carta de Santiago, se anuncia las desgracias que van a sobrevenir sobre los ricos por haber explotado a los trabajadores (Sant 5,1-6). También, en el Sermón del llano (Lucas), Jesús dice que en el Reino serán bienaventurados los pobres y se lamenta por los ricos (Lc 6,20s).

En la sociedad del capital se paga a los obreros por lo que trabajan y contribuyen para beneficiar a los propietarios, mientras que, en la sociedad del Reino se retribuye a los trabajadores para que puedan llevar una vida digna con sus familias, sea cual sea su aportación. Así se ve en la parábola del terrateniente que contrata a obreros en su finca a varias horas: 6, 9, 12, 15 y 18; pues al final todos reciben por igual el salario que necesitan para vivir dignamente como seres humanos.

Los enriquecidos. Al dejarse atrapar por el ídolo dinero, se incapacitan para adorar a Dios y no podrán ser discípulos de Jesús, aunque sean jerarcas, pastores o sacerdotes de la Iglesia o en cualquiera otra religión. Por eso, los mundanos que dan preferencias a sus negocios antes que al Reino de Dios (Lc 9,57-59) y los potentados como el joven religioso apegado a sus riquezas (Mc9,17-22), son incapaces de librarse de las ataduras de sus propiedades, están inhabilitados para construir la nueva sociedad del Reino donde los bienes económicos se repartan equitativamente entre todos. Solo piensan en aprovecharse de los trabajadores y darse la gran vida de lujo y placeres.

Jesús denuncia

Asimismo, Jesús denuncia a determinados hombres de la religión que, con pretexto de su sacralidad y honorabilidad, ambicionan poder, riquezas y privilegios. Así lo muestra en la crítica a escribas y fariseos hipócritas por afanarse en la búsqueda de los primeros puestos al mismo tiempo que devoran los bienes de las viudas (Mc 12,38-40).

Los empobrecidos. Al sentirse abandonados por los falsos pastores, ya sean gobernantes y políticos, empresarios y terratenientes o líderes religiosos de la Iglesia u otras religiones, siempre serán acogidos por Dios bondadoso. Por ellos, en cierta ocasión Jesús exclamo emocionado: “Yo te bendigo Padre, porque has dado a conocer estas cosas a los pequeños del mundo y las has escondido a los sabios y prudentes”

Un día que Jesús estaba anunciando el Reino, cuando vinieron a él discípulos de Juan que le preguntaron si era el que había de venir (es decir si era el Mesías), Jesús les contesto: “Id y decirle a Juan: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y se anuncia la Buena Noticia de la liberación a los pobres”.

En bastantes ocasiones Jesús mostró su solidaridad con los enfermos sanándolos de sus dolencias; también anunciaba el Reino fraterno de Dios con comidas de hermandad entre los empobrecidos que se sentían atraídos por las palabras acogedoras que salían de su boca. El Evangelio da a conocer dos banquetes o multiplicación de los panes, uno de ellos se muestra en la cita de Mc 6, 35-44, en donde los pobres se sienten los hijos predilectos del Señor. Sin embargo, los afanosos por las riquezas rechazan esos banquetes como lo muestra Jesús en la parábola del Rey que invita a las bodas de su hijo; los magnates se disculpan y los empobrecidos y mendigos aceptan (Lc 14,12-14).

Los constructores del Reino

Jesús no fundó ninguna Iglesia ni religión. Sus enseñanzas valen para todos los seres humanos, aunque pertenezcan a otras religiones, culturas, naciones o razas diferentes a la de los judíos. Pero para levantar la sociedad fraterna del Reino en el marco de la sociedad de clases, fundo el Movimiento de Reino de Dios con discípulos y discípulas; de entre los cuales eligió a doce que se les llamó apóstoles, como símbolo del nuevo Israel o hermandad social.

La misión que les encomendó fue la misma que el realizaba: ir por las aldeas y pueblos de Israel anunciando el Reino y curando enfermedades, como se muestra en el envío de los doce y en el otro envío de setenta y dos; eso sí, sin llevar talego, ni muda, ni dinero (Mc 6,7-11); solamente la confianza en el Padre y así recibirán el ciento por uno. Jesús vivía en desprendimiento total, pues hasta los “pájaros tienen nido y los zorros madriguera, mientras que el Hijo del hombre no tenía en donde reclinar la cabeza”.

Las exigencias para los seguidores de Jesús eran claras: vivir con su familia en la gran familia comunitaria del Reino, dedicar todos sus bienes para promover una vida digna a los pobres sin dejar de atender las necesidades de sus propias familias particulares (Lc 14,28-33). Incluso algunos, podían vivir radicalmente los valores del Reino asumiendo el celibato sin desclasarse. Los evangelios muestran a apóstoles casados y algún que otro soltero. En otra ocasión decía: “Vended vuestros bienes y dárselo a los pobres”. Acumulad tesoros en el cielo y no en la tierra (Lc 12,33); invitad a comer a los pobres y no a los ricos que luego os corresponderán (Lc 24,12-14).

Debilidades de los discípulos. Prácticamente los discípulos no se convencieron plenamente de que era mejor humanamente vivir en libertad frente al dinero asumiendo la pobreza evangélica hasta que Jesús resucitó. De ahí que de vez en cuando discutían quienes serían los primeros cuando Jesús como Mesías tomase posesión del Reino. Así lo muestran el Evangelio en el pasaje donde Santiago y Juan piden sendas vicepresidencias con disgusto de los demás (Mc 10, 41-45).

En el mundo de los negocios y las finanzas, endeudar a los trabajadores y campesinos humildes les trae cuenta a los ricos, pues en muchas ocasiones no podían pagar y así se quedaban con las tierras y las casas de los empobrecidos. Algo que sigue ocurriendo en la actualidad. Pero en la sociedad fraterna del Reino de Dios, el perdón de las deudas era requisito fundamental; ello se muestra en la oración del Padre Nuestro que le pedimos perdón, como nosotros perdonamos a nuestros deudores (Mt 6,9-13 y Lc 11,2-4). En otra ocasión cuenta como un rey se indigna cuando después de perdonar 10.000 talentos a un empleado, se entera de que éste no fue capaz de perdonar a un compañero unos pocos denarios (Mt 18,23-34).

Perdonar las deudas

El Nuevo Templo de Dios

Por lo que llevamos reflexionado, espero quede claro que no es en la religión, ni, en los edificios sagrados dedicados a liturgias y sacrificios donde se adora a Dios en espíritu y en verdad, sino creando fraternidad entre los seres humanos y los pueblos y liberando a los oprimidos; pues estos hechos humanistas muestran la voluntad de Dios revelada en Jesucristo.

En varios momentos Jesús así nos lo da a conocer. Por ello, denuncia a los sumos sacerdotes y al Sanedrín que la casa de Dios la han convertido en cueva de ladrones (Lc 11,15-18); denuncia también en la parábola de los viñadores asesinos, a los jerarcas de la religión judía que se habían apropiado del templo convirtiéndolo en negocio reprimiendo y matando a los profetas que reclaman su fidelidad a Dios, incluso se atrevieron a asesinar al mismo Hijo del hombre (Mc 12,9-12). Escándalo mayúsculo fue que Judas llegara a entregar a Jesús por dinero (Mc 14,10s).

Luego las catedrales y templos de la Iglesia y de las religiones, con toda su belleza y riqueza artística, sirven para poco, si las piedras vivas (nosotros los creyentes) del templo de Dios (Jesús de Nazaret), no practicamos la solidaridad con los oprimidos. En los hechos se nos conocerán que somos discípulos de Jesús.

Es más, el movimiento del Reino, es representado en esa buena mujer (los discípulos solidarios de Jesús) que aparece en el Apocalipsis huyendo del dragón (las fuerzas opresoras del mal), que se encarna en la Primera bestia (el imperio avasallador de pueblos) (Ap 13,1-4), en la Segunda bestia (la falsa religión al servicio del Imperio) (Ap 13,11-17) y la prostituta (la burguesía de Roma) (Ap 17,4). Los marcados por la Bestia Imperial, son las personas y dirigentes materialistas sumisos a Roma para poder vivir burguesamente; también pueden ser los ciudadanos sumisos a Roma debido a que la falsa religión les ha ‘lavado el cerebro’ con su propaganda alienante al servicio del Imperio y el sistema de clases.

No obstante, el último libro del Nuevo Testamento, nos infundejubilosa esperanza, pues frente al orden viejo de clases sociales, Dios revela a los discípulos de Jesús que ya está viniendo un nuevo Cielo y una nueva Tierra (Ap 21,1-3). Para ello habrá que hacer la voluntad del Señor en la Tierra como la hacen los bienaventurados en el Cielo hasta dar la vida por el Reino de Dios si preciso fuese, como la dio Jesús; pues nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos; sabiendo que el grano de trigo al morir, da mucho fruto. Al fin y al cabo, Jesús es la resurrección y la vida. Hagamos el Reino como si dependiese de nosotros y confiemos que esa maravilla del amor, solo depende de Dios.

Esperanza

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