"A menudo noto en ti una cierta pérdida de visión y una creciente pérdida de audición" "Querida Madre Iglesia: ¿Eres mujer porque eso es lo que Dios quiso, para compensar tanto patriarcado en la historia de la humanidad?"
"En la actualidad, la oscuridad parece ser más fuerte, como si te hubieras despedido de tus sentidos: el abuso de menores, la doble vida de algunos ministros del Evangelio, algunos ministros que condenan a ciertas minorías de manera arrolladora...."
"Tú también te has vuelto pálida y descolorida. Tu corazón parece no querer cooperar. A menudo noto en ti una cierta pérdida de visión y una creciente pérdida de audición"
"Durante la cura de rejuvenecimiento del Concilio Vaticano II, ¡surgiste fresca y vital! Esto también puede ocurrir hoy. Porque en toda crisis hay una oportunidad"
"Los rasgos masculinos moldean demasiado tu imagen. Pero tú eres femenina -te llamamos "la Iglesia"- y todo lo femenino que hay en ti quiere salir a la luz, para el enriquecimiento de todos"
"Durante la cura de rejuvenecimiento del Concilio Vaticano II, ¡surgiste fresca y vital! Esto también puede ocurrir hoy. Porque en toda crisis hay una oportunidad"
"Los rasgos masculinos moldean demasiado tu imagen. Pero tú eres femenina -te llamamos "la Iglesia"- y todo lo femenino que hay en ti quiere salir a la luz, para el enriquecimiento de todos"
| José Luis Gómez de Segura, corresponsal en Alemania
Querida Madre Iglesia
¡Encantadora iglesia!
Me alegro de que existas, Madre Iglesia, aunque en los últimos tiempos se hayan cernido nubes oscuras sobre tu luminoso cielo.
En la actualidad, la oscuridad parece ser más fuerte, como si te hubieras despedido de tus sentidos: el abuso de menores, la doble vida de algunos ministros del Evangelio, algunos ministros que condenan a ciertas minorías de manera arrolladora....
Recordamos tu bautismo de fuego en Pentecostés y el entusiasmo de la primera hora.
Nunca has perdido de vista la tarea que se te encomendó al nacer a la vida: anunciar el Evangelio a la gente, darles apoyo y consuelo, mantener viva su alegría y su esperanza. Por ello, te estamos sinceramente agradecidos.
¡Encantadora iglesia!
Pero no quiero ocultar la pena que se apodera de mí en este tiempo de la historia.
A decir verdad, estoy preocupado por ti. Veo manchas oscuras en ti. Tú también te has vuelto pálida y descolorida. Tu corazón parece no querer cooperar.
A menudo noto en ti una cierta pérdida de visión y una creciente pérdida de audición.
Me pregunto si todavía te das cuenta de la cantidad de gente que decepcionada te da la espalda. Sus críticas podrían ayudarte mucho. ¿O ya no escuchas la voz de los que te ofrecen consejo y ayuda?
Por lo tanto, querida Madre Iglesia, mi ruego: ¡una cura intensiva te hará bien!
Me gusta tu lema: "Ecclesia semper reformanda" - ¡Iglesia siempre en actitud de renovación!
Durante la cura de rejuvenecimiento del Concilio Vaticano II, ¡surgiste fresca y vital! Esto también puede ocurrir hoy. Porque en toda crisis hay una oportunidad.
En tu interior siempre has permanecido joven, porque el Espíritu Santo está en ti, y siempre te revive y renueva.
¡Iglesia, digna de ser querida!
Los rasgos masculinos moldean demasiado tu imagen. Pero tú eres femenina -te llamamos "la Iglesia"- y todo lo femenino que hay en ti quiere salir a la luz, para el enriquecimiento de todos.
Algunos lo impiden, consciente o inconscientemente. ¿Miedo a perder poder?
Volverás a tener -de esto estoy convencido- los oídos abiertos a las preocupaciones de tus hijas e hijos y a los gritos de auxilio del pueblo. Porque es importante que sepas lo que la gente necesita hoy.
Tu vista volverá a mejorar. Te darás cuenta de lo importante que es no sólo mirar hacia atrás y deleitarse con el esplendor de los tiempos pasados, sino mirar hacia adelante y descubrir nuevos horizontes.
Volverás a tener un corazón abierto, en el que, como al principio, tengan cabida las personas más diferentes y todos los cristianos con las diferentes características de las denominaciones cristianas vivan y celebren juntos en ti: la única iglesia.
Soportarás las opiniones contrarias con amor, y la libertad de la que hablas podrás experimentarla en ti misma.
Y así el color volverá a tu cara. Irradiará alegría y esperanza, reflejará algo de la humana bondad de Dios.
Y nosotros, los cristianos, superaremos la resignación e iremos irradiando vitalidad desde el poder del Espíritu.
¡Iglesia, digna de ser obsequiada!
Te traigo, junto con muchos otros, mi voluntad de ayudar en tu recuperación y renovación, y mi promesa de inspirar a otros a hacer lo mismo. Porque te necesitamos y seguimos esperando mucho de ti. Gracias por estar aquí.
Una y otra vez me he preguntado por qué tú, querida Iglesia, eres femenina.
¿Eres femenina porque encarnas lo maternal, el cuidado, al generar vida y seguir nutriendo esa vida para que florezca?
¿Eres femenina porque muchas mujeres están trabajando en ti, dando contenido y forma a la vida de la iglesia?
¿Eres femenina porque Jesús nació de una mujer judía, María?
¿Eres femenina porque una mujer, María Magdalena, fue la primera en proclamar la resurrección y por eso se la llama Apóstol de los Apóstoles? (O Apostola)
¿O eres madre porque muchas madres transmiten la fe a sus hijos?
¿O eres mujer porque eso es lo que Dios quiso, para compensar tanto patriarcado en la historia de la humanidad?
Tal vez tú seas mujer por todas estas razones y muchas otras.
En cualquier caso, querida Iglesia, serías muy pobre sin lo femenino, sin las mujeres en ti.
Como hombre en la Iglesia, me alegro y estoy agradecido porque tantas mujeres, con sus dones y talentos, con su ternura y su amor, enriquecen al género humano.
Por lo femenino que hay en ti, querida Iglesia, doy gracias a Dios y a todas las mujeres que pertenecen a la comunidad de la Iglesia.
Tengo un deseo: los hombres que marcan el tono en ti, querida Iglesia, deberían permitir que se escuche más la feminidad en los diversos ministerios y oficios, en el liderazgo y en la liturgia, para que la melodía de amor que Dios quiere que resuene a través de los hombres pueda ser más alegre y enriquecedora para todos.
Y espero que Dios me escuche un poco y acoja mis deseos para ti, querida Iglesia.
“Señor, despierta a tu iglesia y empieza por mí.
Señor, construye tu iglesia y empieza por mí”.
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