"La Iglesia para Francisco no es una institución fija e intocable" Reforma de la Curia: impresiones de primera hora. Destellos a vuelo de pájaro
Sorpresivamente para muchos, pero no para Francisco: es muy propio de él, sin ruidos ni estertores, ejercer –hacer más que decir- su ministerio desde la confianza plena en Dios y sus intercesores
Para Francisco la Iglesia no debe ser un molde fijo e intocable en el cual deben entrar obedientemente todos bajo la vigilancia obtusa y manipuladora de algunos pastores
La Iglesia es de abajo hacia arriba y no al revés. La Iglesia se ejerce, no se explica. La Iglesia de Francisco es una Iglesia viva y concreta. Por lo tanto la Curia Romana debe responder a esta premisa
La Iglesia no se ocupa sólo puertas adentro. También es tarea y misión anunciar a quienes no están bautizados, evitando el peligro antievángélico de hacer comunidades más parecidas a un quiste donde sólo entran los que coinciden con el pastor en lugar de ser anunciadores de esperanza para todos
La Iglesia es de abajo hacia arriba y no al revés. La Iglesia se ejerce, no se explica. La Iglesia de Francisco es una Iglesia viva y concreta. Por lo tanto la Curia Romana debe responder a esta premisa
La Iglesia no se ocupa sólo puertas adentro. También es tarea y misión anunciar a quienes no están bautizados, evitando el peligro antievángélico de hacer comunidades más parecidas a un quiste donde sólo entran los que coinciden con el pastor en lugar de ser anunciadores de esperanza para todos
| Alberto Roselli. Diácono y periodista
Desde septiembre de 2013 cuando se anunció la creación del consejo de Cardenales como equipo que junto al Papa Francisco trabajarían en una nueva Constitución que regule la críptica y poderosa Curia Romana, se espera el documento que, a medida que pasaba el tiempo sólo pudo saberse que se llamaría “Praedicate evangelium”.
Y sorpresivamente en el mediodía romano en la solemnidad de San José, vió la luz.
Sorpresivamente, porque nada indicaba que ya estaba lista, sino en proceso de revisión y correcciones.
Sorpresivamente para muchos, pero no para Francisco: es muy propio de él, sin ruidos ni estertores, ejercer –hacer más que decir- su ministerio desde la confianza plena en Dios y sus intercesores.
San José, clave
Por eso, ahora que se piensa, no es nada sorpresivo que el Papa Francisco haya publicado este esperado documento en el día de uno de los santos más potentes y venerados por la Iglesia desde siempre. Y uno de los que Francisco mismo se confesó muy devoto.
Por eso estas líneas son apenas impresiones primarias y básicas de quien escribe, pero que han causado una verdadera conmoción interior que pretende compartirse.
Ya vendrán multitudes de análisis concienzudos y detallados del documento.
Lo primero a decir es que además del transparente perfil profético de Francisco, anunciar, hacer, caminar, recibir afrentas, seguir caminando, sonreír, acoger, integrar, ocuparse, anunciando al Único que salva y llena los corazones de paz y de vida aún en medio del dolor, el Papa deja bien claro lo que tiene seguro que el Espíritu Santo quiere en estos tiempos: una nueva mirada de Iglesia.
Es, sin dudas, uno de los ejes principales del pontificado de Francisco lo que la teología propone como Eclesiología.
Para Francisco la Iglesia no debe ser un molde fijo e intocable en el cual deben entrar obedientemente todos bajo la vigilancia obtusa y manipuladora de algunos pastores.
"La Iglesia es la gente concreta"
La Iglesia es la gente concreta, los rostros concretos, las vidas reales de los bautizados, en el día a día que constituyen un concreto modo de afrontar esa realidad, la que debe ser iluminada por Cristo.
La Iglesia para Francisco no es una institución fija e intocable. Es lo que nos dejó el Señor para salir al encuentro de todos, bautizados y no bautizados a través del servicio y del respeto como semejantes. Misteriosamente sinodal, caminando juntos, cada uno su camino.
La Iglesia es de abajo hacia arriba y no al revés. La Iglesia se ejerce, no se explica.
La Iglesia de Francisco es una Iglesia viva y concreta. Por lo tanto la Curia Romana debe responder a esta premisa.
El tiempo, la historia, deberá agradecer a Francisco este novedoso y a la vez originario –desde Cristo- redescubrir el latido del mismísimo corazón de la Iglesia, que es el de Cristo.
No significa que lo que la Iglesia viene enseñando todos estos siglos sobre ella misma haya muerto. De ninguna manera.
Significa que quizás debamos atrevernos a dejar entrar la vida de cada día, dejarnos sorprender por esa estructura que no fue creada ni fija, ni estática, ni exclusivista. Y ponerle rostros, nombres, situaciones bien concretas de nuestro hoy.
Dimensión misionera
Ya en el punto 2 del Preámbulo habla de que la Curia debe responder a la dimensión misionera (constitutiva) del ser de la Iglesia, además de fundamentar con los cuatro documentos que preceden a éste, el primero del siglo XVI.
En el punto 5 Francisco deja clarito lo que sabemos pero tememos decirlo: el Papa no es Dios, sino que junto a los obispos forman unidos entre ellos un único cuerpo.
En el 6 lo fundamenta nada menos que con un texto del Vaticano II.
En el 11 retoma la figura del Buen Samaritano, como en Fratelli Tutti, para ilustrar el sentido propio del servicio en la Iglesia, sobre todo en una instancia como la Curia Romana.
En el punto 12 descentra la misión de discípulos misioneros de los ministros ordenados y comienza a referirse a la tarea de los laicos, siendo coherente con su incansable denuncia del cáncer del clericalismo en la Iglesia.
Por supuesto, Francisco aclara la obvio: toda reforma hacia afuera supone la reforma personal e interior (13).
En el capítulo II, “Principios y Criterios para el servicio de la curia romana”, el Papa plantea 11 puntos prácticos,
Me resonó fuertemente el número 5, donde habla de la potestad vicaria de la Curia. Cuando aún resuena que los nombramientos serán por cinco años –para que ya que serán funcionarios sepan que no es esa el alma del cristiano sino el servicio- aclara que cualquier fiel puede presidir un Dicasterio u Organismo siempre y cuando sea competente.
Ya entre las Normas Generales, compuesta por 250 artículos, en el mismo comienzo resalta una vez más la índole pastoral de la actividad curial (art. 2).
Luego siguen indicaciones y determinaciones concretas de funcionamiento, aunque en el artículo 36 retoma la importancia de no olvidar que la Curia está al servicio de las Iglesias particulares, asuntos que debe atender con diligencia (parágrafo 3).
Al comenzar con el detalle de cada Dicasterio se refiere inicialmente al de Evangelización.
Quisiera compartir mi impresión de cuando se refiere a que ese organismo tendrá dos secciones: la Evangelización en el mundo y la de la primera evangelización (art. 53).
Más claro imposible: la Iglesia no se ocupa sólo puertas adentro. También es tarea y misión anunciar a quienes no están bautizados, evitando el peligro antievángélico de hacer comunidades más parecidas a un quiste donde sólo entran los que coinciden con el pastor en lugar de ser anunciadores de esperanza para todos.
Dicasterio de la caridad
En el artículo 79 anuncia el cambio de nombre de la Limosnería Apostólica por el de Dicasterio de la Caridad. Todo un signo, sobre todo viendo cómo desde ese espacio curial se sale al encuentro concreto de las realidades dolorosas concretas en todo el mundo.
Otro punto concreto y significativo es la definición de la tarea del Dicasterio de los Laicos, la Familia y la Vida.
En el artículo 128 deja claro el objeto concreto:
“Valorizar el apostolado de los fieles laicos, la cura pastoral de los jóvenes, de la familia y de su misión según el diseño de Dios, de los ancianos y para la promoción de la tutela de la vida”.
El parágrafo 2 asume que el alcance será mundial y concreto.
Imperdible recorrerla instancia por instancia. Respira y transpira misericordia y sentido común, como muestra de un profundo amor a la Iglesia de Cristo, la que sale, toca, consuela y redime en su Nombre.
El último artículo, el 250, son normas transitorias donde se destaca la fecha de entrada en vigencia del documento: 5 de junio de 2022, día de Pentecostés.
Quizás para que recordemos que no somos nosotros quienes debemos cuidarla a la Iglesia, justificando así nuestra inacción evangélica, sino que para eso, para cuidarla, animarla y garantizar su presencia, el Señor dejó al Espíritu Santo.
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