¿Puede renovarse una comunidad nacida de fundadores responsables de violencia y de generar una cultura dañina? Las Siervas del Plan de Dios piden perdón por acciones abusivas
Fueron fundadas en 1998 por Luis Fernando Figari, quien en 1971 diera origen al Soladicio de Vida Cristiana (SVC) que tuvo una rápida difusión en Perú, sobre todo en sectores medios altos, y en varios países de la región. La impronta del fundador quedó plasmada en el estilo de vida, en las prácticas, en el “carisma” y en la forma de gobierno
La primera sierva, Andrea García, elegida directamente por Figari para esta nueva fundación, se convirtió por muchos años en la figura más relevante entre las “monjas”
El estrés, la falta de autonomía, las relaciones tóxicas, la cultura institucional abusiva, enferma, deprime. También aquí cabe la pregunta, ¿el deterioro psicofísico es una característica solo de las Siervas?
El estrés, la falta de autonomía, las relaciones tóxicas, la cultura institucional abusiva, enferma, deprime. También aquí cabe la pregunta, ¿el deterioro psicofísico es una característica solo de las Siervas?
| Ana Lourdes Suárez
En una carta abierta difundida el 24 de junio pasado, la comunidad de las Siervas del Plan de Dios piden perdón a las víctimas “por el dolor causado, por las acciones abusivas sufridas al interior de la comunidad… perdón por no haberlo manifestado antes y perdón por no haber sabido acoger en el momento indicado y de la forma adecuada su sufrimiento”. Anuncian asimismo que están en un proceso de renovación.
Esta carta se suma asi a otras que los responsables de diversas comunidades, congregaciones y diócesis han hecho públicas en los últimos años, todas ellas centradas en el pedido de perdón a víctimas de abuso. Se está en un período y en un clima eclesial en que las estrategias de ignorar las denuncias, ocultar pruebas, dilatar procesos y silenciar a víctimas son ya insostenibles. Es un período de pedido de perdón, de anuncio de procesos de renovación y armado de protocolos.
Los abusos de Figari et allii
¿Cuál es el contexto en que las Siervas del Plan de Dios escriben la carta? Para comprenderlo repasemos primero la historia de esta comunidad. Fueron fundadas en 1998 por Luis Fernando Figari, quien en 1971 diera origen al Soladicio de Vida Cristiana (SVC) que tuvo una rápida difusión en Perú, sobre todo en sectores medios altos, y en varios países de la región. La impronta del fundador quedó plasmada en el estilo de vida, en las prácticas, en el “carisma” y en la forma de gobierno. Su injerencia en la rama femenina de consagradas dentro del SVC fue muy directa hasta el 2010 en que se hicieron públicas las prácticas abusivas del fundador. La propia institución, luego de haberlas negado sistemáticamente, aceptó las acusaciones de abuso sexual, maltrato psicológico y manipulación de conciencia de Figari, y las de abusos sexuales cometidos en el SVC por parte de German Doig, segundo en la línea de mando de Figari.
La primera sierva, Andrea García, elegida directamente por Figari para esta nueva fundación, se convirtió por muchos años en la figura más relevante entre las “monjas”. Ante la inevitable retirada de Figari desde el 2010, García ganó creciente relieve. Las Siervas fueron legitimando desde entonces un discurso fundacional en torno a su figura que tuvo que ser revisado nuevamente cuando en el 2019 García abandonó la institución. Para ese entonces se habían alzado ya algunas voces testimoniando el modo verticalista y abusivo en que García ejercía su autoridad en la institución.
Andrea García y sus secretos
¿Puede renovarse una institución con un sello de origen tan controvertido (un fundador con denuncias de abuso a menores -reconocidas por la institución-)? ¿Cuánto puede cambiar? ¿Es suficiente con borrar el nombre del fundador (Figari) y de la cofundadora (Andrea García) para decretar que se han renovado? ¿Se puede borrar, o más bien, reescribir la historia?
Hay comunidades que lo han intentado y pareciera que tuvieron un proceso resiliente. Tal el caso de las Hermanas de Cristo Resucitado, cuyo origen se remonta a la Comunidad de Jerusalem fundada en 1982 por Adolfo Antelo, a quien la justicia uruguaya sentenció post mortem (ya que Antelo falleció durante el juicio penal) por graves abusos de poder y ejercicio de la violencia contra miembros de su organización.
La pregunta que la situación actual de las Sierva del Plan de Dios plantea es: ¿Cuán factible es revertir una cultura comunitaria en la que desde su fundación se fueron legitimando prácticas y discursos abusivos?
Esta pregunta cobra peculiar relevancia cuando se trata de comunidades cuyos fundadores han sido acusados de abusos sexuales a menores, abuso de autoridad, malversación de fondos y de prácticas corruptas. A los ya nombrados podríamos agregar el caso de los Legionarios de Cristo bajo el liderazgo de Marcial Maciel o de los Discípulos de Jesús y de San Juan Bautista, fundados en Argentina por Agustín Rosa Torino. En la misma situación posiblemente entren otros grupos cuyos fundadores están actualmente denunciados y bajo estudio penal.
Una cultura institucional dañina
Sin embargo, una cultura institucional dañina (o tóxica como suele adjetivarse en la literatura académica), que marca a la organización desde las instancias fundacionales caracteriza a varias organizaciones religiosas. Tal el caso de algunos de los nuevos movimientos eclesiales fundados en el siglo XX. Estas comunidades se originaron en torno a un/una fundador/a carismático, que selló con su impronta toda la dinámica institucional. Libros testimoniales recogen una variedad de narrativas de exmiembros desnudando procesos abusivos (de conciencia y de poder) orquestados en torno al culto al fundador, a la obediencia ciega a su palabra, a la idea de ser el grupo de elegidos que renovarían a la Iglesia, al triunfalismo derivado de esta creencia, etc.
Entre los libros testimoniales recientemente publicados se encuentraSiervas. El historial de abusos de las monjas soladicias, de Camila Bustamante. Se trata de una lúcida ventana a dinámicas abusivas dentro de esa comunidad religiosa. Los variados testimonios de exmonjas recogidos a lo largo de cinco años, y el propio relato de la autora como exmiembro del SVC ilustran qué significa y qué implicancias tiene vivir en una comunidad con rasgos abusivos.
Control, sumisión, pérdida de autonomía, arbitrariedad, son algunos de los aspectos que emergen en cada una de las narrativas. Relatos de órdenes absurdas acatadas bajo el mantra “el que obedece nunca se equivoca”. Abusos de poder y de conciencia que generan sumisión emocional y afectiva. Pérdidas de autonomía que llevan a la infantilizalización. El libro de Bustamante desnuda con agudeza la dependencia emocional que se generan al interior de estructuras rígidas.
¿Por qué las personas no se revelaban, por qué prestarse al abuso de poder? Argumentos en la línea con el abuso de conciencia favorecieron (esta es la voluntad de Dios para vos), seguramente potenciados a su vez por vínculos afectivos, dependencias emocionales que se van tejiendo al interior de cada comunidad. El libro abre, entre otros aspectos, una ventana a un tema un poco explorado: al abuso al interior de comunidades femeninas; el abuso entre religiosas; el patriarcado al interior de grupo de mujeres. Los abusos eclesiales emergieron con fuerza vinculados al abuso clerical. Los abusos entre religiosas muestran facetas que deben ahondarse para ir completando el complejo cuadro de abusos en la Iglesia. Posiblemente el caso de las Siervas del Plan de Dios configure un extremo. En pocas comunidades se dan situaciones, como las que surgen en los testimonios de exsiervas, de mujeres que su misión sea estar al servicio entero de alguna responsable, al juego de sus excentricidades. Sin embargo, con matices según las comunidades, discursos abusivos que derivan en prácticas de sumisión, están presentes en varias comunidades.
Enfermedades entre las 'siervas'
Uno de los capítulos del libro Bustamante se adentra en un tema clave, indicativo del clima institucional: las enfermedades y su tratamiento entre las siervas. Enfermedades de base a las que las “superioras” restan importancia y que por la falta de adecuado tratamiento se agudizan; y sobre todo enfermedades nuevas, psicofísicas que aparecen fruto del estres: depresiones, pérdida de memoria, de apetito, etc. Las narrativas de exmonjas estremecen; calan profundo, conmueven; evidencian a víctimas silenciosas que solo alejadas de la institución pueden comenzar a entender la causa de sus malestares. Celebro que Bustamante haya tocado el aspecto del deterioro psicofísico. El estrés, la falta de autonomía, las relaciones tóxicas, la cultura institucional abusiva, enferma, deprime. También aquí cabe la pregunta, ¿el deterioro psicofísico es una característica solo de las Siervas?
¿Cómo entender la situación actual de las Siervas del Plan de Dios? ¿Se trata solo de un caso extremo? Posiblemente sí debido a la impronta de un fundador perverso; sello que dificulta el proceso de sanación institucional. Sin embargo, varios aspectos de la dinámica institucional se repiten, por un lado, en los nuevos movimientos carismáticos en los que la creencia en la impronta renovadora del fundador lleva a ciertos discursos integristas / triunfalistas, y a legitimar prácticas que ponen al carisma y a la organización por encima de sus miembros. Por otro lado, se repiten también en comunidades religiosas, en institutos de vida consagrada, en los que ciertas interpretaciones de los votos de pobreza, castidad y sobre todo de obediencia están en línea con el abuso de conciencia y de poder.
En resumen, analizar los casos más extremos ayuda si se los considera en el marco del continuo tanto de las nuevas comunidades surgidas en torno al Concilio Vaticano II, como de las dinámicas en institutos de vida religiosa. No son casos aislados. La renovación de las Siervas del Plan de Dios seguramente sea particularmente engorrosa por la dificultad de resignificar su marca de origen. Sin embargo, no son las únicas que deben renovarse; muchas comunidades DEBEN asimismo rever sus prácticas y sus discursos. Deben hacerlo desde la conciencia que pedir perdón es solo un paso en un proceso de resignificación profunda de sus discursos, sus vínculos intracomunitarios, sus estilos de gobierno y su identidad como comunidad.
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