"Ignorar o condenar la ira de las víctimas es un insulto hacia ellas" Sodalicio: matar al mensajero
"Quienes reclamamos medidas de justicia no estamos actuando por vengativos, por resentidos o por izquierdistas"
"Sería importante diferenciar ira de venganza. Sentimos ira, pues hemos tenido que esperar más de 12 años para que un perpetrador como Luis Fernando Figari sea expulsado. Sentimos ira, pues a otros sodálites que abusaron, o aquellos que encubrieron, o que se corrompieron buscando ganancias económicas para las arcas del Sodalicio, aprovechándose de la institución eclesial, no les haya pasado nada. Así las cosas, ¿pretenden continuar como si nada hubiese pasado?"
"La vindicación no es un final feliz para nadie. No hay vencedores ni vencidos. El Sodalicio y el mal cometido ha sido una tragedia para la Iglesia en el Perú. Sin embargo, cerrando la institución y comenzando de nuevo con aquellos que quieren seguir al Jesús del Evangelio resultaría en un bien para todos los implicados"
"La vindicación no es un final feliz para nadie. No hay vencedores ni vencidos. El Sodalicio y el mal cometido ha sido una tragedia para la Iglesia en el Perú. Sin embargo, cerrando la institución y comenzando de nuevo con aquellos que quieren seguir al Jesús del Evangelio resultaría en un bien para todos los implicados"
| Rocío Figueroa, Teóloga y exfraterna
Desde que el Vaticano decretó la expulsión de Luis Fernando Figari, los amigos del Sodalicio no han parado de cantar ciertos lemas: “justicia sí, venganza no”, “perdón sí, resentimiento no”, y con esas letanías imploran para que no se tomen medidas más radicales contra el Sodalicio y sus miembros.
Según el periodista Francis Maier, de First Things, el pedido de justicia por parte de las víctimas y de los periodistas que los investigan, estaría movido por un “deseo de venganza”. Y todos aquellos en la Iglesia, que apoyan medidas más drásticas contra el Sodalicio, serían parte de “la izquierda” de la Iglesia, que actuarían alentados por motivaciones políticas.
Considero una grave ofensa que, aquellos que nos consideramos sobrevivientes y solo pedimos justicia, se nos estigmatice y se nos revictimice como “vengativos” o “resentidos”, o como “izquierdistas”. Se trata, una vez más, de la tradicional táctica de un sistema poderoso -o de una secta- que pretende etiquetar y demonizar a quienes le critican. El objetivo: descalificar al mensajero.
Debe quedar bien claro que, quienes reclamamos medidas de justicia no estamos actuando por vengativos, por resentidos o por izquierdistas.
Ante todo, sería importante diferenciar ira de venganza. Sentimos ira, pues hemos tenido que esperar más de 12 años para que un perpetrador como Luis Fernando Figari sea expulsado. Sentimos ira, pues a otros sodálites que abusaron, o aquellos que encubrieron, o que se corrompieron buscando ganancias económicas para las arcas del Sodalicio, aprovechándose de la institución eclesial, no les haya pasado nada. Así las cosas, ¿pretenden continuar como si nada hubiese pasado?
Ignorar o condenar la ira de las víctimas es un insulto hacia ellas. Es una falta de comprensión del daño producido, y es moralmente deleznable. Santo Tomás de Aquino es muy claro cuando afirma que, si alguien nos hace daño y nos amamos a nosotros mismos, es raro que no sintamos ira (S.T. 1-2, q.48, a.1). Y sí, los sobrevivientes sentimos ira. La ira que sentimos es por el daño cometido a tantísimas personas y a sus familias, así como sentimos ira por la impunidad que ha prevalecido.
Y cuando una víctima siente ira lo que busca es vindicación, no venganza. La vindicación, según Santo Tomás, es reclamar para uno mismo (o los demás) algo a lo que siente que tiene derecho e incluye el deseo de restaurar el orden y hacer justicia al ofensor (S.T. 1-2, q.46, a.2). La persona ofendida busca legítimamente que el ofensor reciba un adecuado castigo.
Todos los sobrevivientes del Sodalicio, que somos centenares, merecemos el respeto de ser vindicados, por lo que acusarnos de vengativos es una nueva ofensa
Por lo tanto, la ira en este caso es necesaria y saludable. Todos los sobrevivientes del Sodalicio, que somos centenares, merecemos el respeto de ser vindicados, por lo que acusarnos de vengativos es una nueva ofensa.
Al mismo tiempo la teología del perdón puede ser muy peligrosa y convertirse en otra forma de abuso espiritual. Desgraciadamente, por décadas, el perdón ha sido un arma utilizada por sacerdotes, obispos y gente de Iglesia para silenciar a las víctimas. Ésta ha sido la estrategia, poniendo todo el peso de la responsabilidad en las víctimas, demandando de ellas perdón en lugar de buscar justicia para los ofensores y agresores y abusadores.
En casos de violencia y abuso sexual, este invocar al perdón no aborda el derecho de la víctima a la vindicación o reparación. Cualquier comprensión del perdón que solo se centre en liberar al infractor de la retribución es, por lo tanto, insuficiente cuando se trata de daño sexual. Y en el caso específico del Sodalicio, hablamos de un sinfín de daños.
La insuficiencia de esta comprensión del perdón es aún más evidente si la víctima es presionada para ofrecer el perdón. Los que han cometido el daño no pueden demandar perdón. Esta presión solo disminuye el sentido de urgencia y autoestima de las víctimas, ambas ya seriamente socavados por el perpetrador.
A nombre personal busco vindicación por todos los sobrevivientes del Sodalicio y de la familia sodálite. Esta vindicación sería no sólo la expulsión de Figari, sino un castigo adecuado a otros perpetradores y a los encubridores
A nombre personal busco vindicación por todos los sobrevivientes del Sodalicio y de la familia sodálite. Esta vindicación sería no sólo la expulsión de Figari, sino un castigo adecuado a otros perpetradores y a los encubridores.
He perdonado a todos los que me hicieron daño, consciente o inconscientemente. Sin embargo, creo en conciencia y justicia que para el bien de la Iglesia se debería cerrar el Sodalicio. Si por vindicación se entiende restaurar el orden, nunca debió existir una institución que, en nombre de Dios, abusara de las conciencias y la fe de cientos de jóvenes.
La vindicación no es un final feliz para nadie. No hay vencedores ni vencidos. El Sodalicio y el mal cometido ha sido una tragedia para la Iglesia en el Perú. Sin embargo, cerrando la institución y comenzando de nuevo con aquellos que quieren seguir al Jesús del Evangelio resultaría en un bien para todos los implicados.
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