Urge una "conferencia internacional" para reconstruir la confianza Ucrania. Tres años de guerra: Que Europa sea un actor de paz
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Tres años después de la invasión rusa, Ucrania tiene millones de desplazados y ciudades en escombros. Europa está llamada a redescubrir su papel de promotora de la paz
Han sido tres años durísimos en los que la muerte, el horror y el sufrimiento han marcado los corazones de millones de personas. No hay cifras oficiales de las víctimas militares y civiles
Nno se trata sólo de detener las bombas y los tanques, sino de reconocer los errores cometidos, de tener el valor de dar un paso atrás, de ver el rostro del otro, de construir y apoyar un sistema que garantice los derechos, la seguridad y el bienestar de todas las partes. Significa, por difícil que sea, volver a empezar juntos
Nno se trata sólo de detener las bombas y los tanques, sino de reconocer los errores cometidos, de tener el valor de dar un paso atrás, de ver el rostro del otro, de construir y apoyar un sistema que garantice los derechos, la seguridad y el bienestar de todas las partes. Significa, por difícil que sea, volver a empezar juntos
| Massimiliano Menichetti
(Editorial Vatican News).- Hace tres años, el 24 de febrero de 2022, Rusia invadió Ucrania y la guerra volvió una vez más al corazón de Europa. Han sido tres años durísimos en los que la muerte, el horror y el sufrimiento han marcado los corazones de millones de personas. No hay cifras oficiales de las víctimas militares y civiles. Los periódicos de todo el mundo relatan el éxodo de casi siete millones de personas, según datos de las agencias de Naciones Unidas, que se vieron obligadas a dejarlo todo para huir a países vecinos que ofrecían hospitalidad o una ruta de tránsito hacia otros destinos de salvación.
Dentro del país, en estos meses aplastados por las garras de un invierno que alcanza incluso los veinte grados bajo cero, hay casi cuatro millones de desplazados que buscan refugio de las violencias. Hombres, mujeres, niños y ancianos que a menudo, en las zonas fronterizas atacadas, viven en túneles para refugiarse de las bombas o del asalto de los drones. Muchas ciudades han quedado reducidas a montones de escombros, a menudo falta la electricidad, al igual que no hay posibilidad de calentarse, comer o recibir atención médica.
Muchas ciudades han quedado reducidas a montones de escombros, a menudo falta la electricidad, al igual que no hay posibilidad de calentarse, comer o recibir atención médica
El Papa, en el mensaje difundido ayer para el rezo del Ángelus, calificó este aniversario de «doloroso y vergonzoso para toda la humanidad» y, en cualquier circunstancia, sigue repitiendo con fuerza que «la guerra es siempre una derrota», para invocar incansablemente una «paz justa y duradera» y la necesidad del diálogo. El énfasis se pone especialmente en este adjetivo, porque la paz justa se basa en el principio de equidad, respeto mutuo y sostenibilidad en el tiempo.
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Al mismo tiempo, la vía de la negociación debe ser un compromiso para todos. Por tanto, no se trata sólo de detener las bombas y los tanques, sino de reconocer los errores cometidos, de tener el valor de dar un paso atrás, de ver el rostro del otro, de construir y apoyar un sistema que garantice los derechos, la seguridad y el bienestar de todas las partes. Significa, por difícil que sea, volver a empezar juntos.
Hasta ahora, el camino a seguir ha estado marcado por el armamento, las proclamas e incluso las hipótesis de escenarios nucleares apocalípticos para todo el mundo. Los llamamientos y los intentos de poner fin al conflicto han sido infructuosos, pero la esperanza no se pierde, como tampoco cesa la solidaridad de muchas organizaciones, instituciones y personas de buena voluntad. Son muchos los testimonios que hemos recogido y difundido en estos años oscuros: historias de sacrificio, solidaridad, amor y pasión por la propia tierra, por lo humano incluso frente a la tortura, la mutilación o los afectos lacerados, que muestran la voluntad de mantener los corazones alejados del odio a pesar de la agresión sufrida y la consiguiente defensa, a pesar de que tanta gente sople contra la enemistad entre rusos y ucranianos.
Urge acallar toda violencia, reconstruir la confianza, relanzar una «Conferencia internacional» como planteó hace unos meses el Secretario de Estado vaticano, el cardenal Pietro Parolin, en la que se reavive lo que se ha dado en llamar «el espíritu de Helsinki»
Urge acallar toda violencia, reconstruir la confianza, relanzar una «Conferencia internacional» como planteó hace unos meses el Secretario de Estado vaticano, el cardenal Pietro Parolin, en la que se reavive lo que se ha dado en llamar «el espíritu de Helsinki». Porque en 1975 fue precisamente la voluntad de sentarse juntos en torno a una mesa lo que permitió promover la cooperación entre las naciones europeas y atenuar las tensiones durante la Guerra Fría. Por tanto, el llamamiento es también a Europa para que se redescubra a sí misma, para que vuelva a las raíces de los padres fundadores: Robert Schuman, Konrad Adenauer, Alcide De Gasperi, y para que sepa ser un actor verdaderamente fuerte y creíble de paz, de acogida y de ejemplo de fraternidad universal.
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