"Los autoengaños de la virtud religiosa" Vertebrar la fe desde Jesús de Nazaret, o adiós a todo
"Una frase feliz y hermosa sobre la religiosidad popular me sugiere esta reflexión. Es del arzobispo de Sevilla, D. José Ángel Saiz Meneses, y dice así: 'La piedad popular es el 'dialecto materno' desde donde se vertebra la fe'"
Me refiero no a tanto la religiosidad popular, en sí misma, cuanto a su acogida como oportunidad evangelizadora
"Por desgracia, ninguna fe puede ser masiva, es decir, significativa socialmente para muchos, sin convertirse ante todo en religión de los misterios hechos culto y celebración de la trascendencia en la vida cotidiana"
"Si no se cuida con mimo, es probable que logremos algún crecimiento de la religión; los tiempos vienen así; pero el precio será un cristianismo sin encarnación constitutiva"
"Por desgracia, ninguna fe puede ser masiva, es decir, significativa socialmente para muchos, sin convertirse ante todo en religión de los misterios hechos culto y celebración de la trascendencia en la vida cotidiana"
"Si no se cuida con mimo, es probable que logremos algún crecimiento de la religión; los tiempos vienen así; pero el precio será un cristianismo sin encarnación constitutiva"
Una frase feliz y hermosa sobre la religiosidad popular me sugiere esta reflexión complementaria sobre algo que me atrapa sobremanera. La frase feliz es del arzobispo de Sevilla, D. José Ángel Saiz Meneses, y dice así: "La piedad popular es el 'dialecto materno' desde donde se vertebra la fe". A ella la sigue otra también muy interesante, de Peña: "Hemos pasado de una fe del carbonero, donde nos decían que las hermandades eran subsidiarias, a considerar la piedad popular como una verdadera mística popular". (Ambas, en RD, 8.05.2024).
Voy directo al comentario sobre algo que he dicho que me atrapa como cuestión. Me refiero no a tanto la religiosidad popular, en sí misma, cuanto a su acogida como oportunidad evangelizadora. La perspectiva es muy interesante y opera, a la vez, entre nuevas tentaciones que, al verlas, nos permitirán discernirnos mejor.
La primera, que hay que aprovechar todo lo que se mueve en religión para recomponernos socialmente; vale prácticamente todo; no están los tiempos para ponernos exquisitos en la fe; no me refiero a lo que pido sino a lo que hacemos con desmedido contento.
La segunda, que detrás de la piedad popular vienen los teólogos y el magisterio para contar, en qué creemos, con conceptos y significados más precisos, pero es igual, son cosas de la predicación, las cartas y los textos entre selectos. Es otro nivel del relato creyente, que sirve para asegurar la continuidad conceptual del cristianismo pero a la religiosidad popular ni le va ni le viene; ella tiene su síntesis sentimental y ese discurso elaborado es propio de los que viven del oficio.
Y tercer elemento preciso y preocupante para unos y otros; el evangelio de los sinópticos y el Jesús-Cristo de esos relatos prácticamente no existe hasta el calvario y la resurrección. Es como si Jesús hubiera nacido el Domingo de Ramos.
Y así crece la forma más religiosa de la fe cristiana en este momento, una religión articulada en ministerios, reglas, creencias y prácticas piadosas a la medida de cada grupo. Todos se oyen, nos oímos, pero apenas se escuchan, nos escuchamos. Todos son necesarios para sí mismos, pero no tanto para el conjunto; y todos pasando de puntillas por el Jesús del Evangelio antes de la pasión, muerte y resurrección. Al final, y por desgracia, la sociología de la religión, la más extendida como saber secular y social, tiene razón: ninguna fe puede ser masiva, es decir, significativa socialmente para muchos, sin convertirse ante todo en religión de los misterios hechos culto y celebración de la trascendencia en la vida cotidiana. Las religiones de fuerte significado liberador -concluye esa rama social- lo tienen casi imposible en el mundo moderno, y por ende, ellas y sus rectores tienden a sobrevivir como religiones sacerdotales del culto. Es duro decir esto en el cristianismo. Da vértigo.
"Por desgracia, ninguna fe puede ser masiva, es decir, significativa socialmente para muchos, sin convertirse ante todo en religión de los misterios hechos culto y celebración de la trascendencia en la vida cotidiana"
¿Vértigo? Sí, el lector lo sabe. El Jesús, anterior a la pasión, y el modo preciso en que es Cristo del Padre, en todo ese recorrido histórico preciso y desconcertante para la religión, ¿qué es de él, cómo se asume, cómo se acepta, cómo se encarna en la fe, dentro y fuera del templo? ¿Qué queda cotidianamente del significado salvífico de su mesianismo histórico tan “ajeno” al templo? Porque entre capas pluviales, y hasta en la repetición instintiva de misas, no veo por lo general una conexión trasparente de los signos de los tiempos del Reino para encarnarlo.
Así que entender, entiendo casi todo en el proceso religioso del cristianismo, y veo bien darle su justa valía; pero dejar de lado tan claramente el Jesús de los Sinópticos y quebrar el debido significado de la encarnación sobre el kerigma –anuncio y celebración de la pasión, muerte y resurrección del Señor- es una trampa religiosa que nos hacemos al solitario. De esto hablamos en las diferencias del discernimiento católico de la fe: ese todo único de la vida y persona del Señor es lo que está en juego desde siempre; y eso es lo que reclama ser cuidado para salvar la fe de una traducción religiosa gnóstica. Dialecto materno de la fe popular -preciosa expresión que motiva estas líneas- que vertebra, a mi juicio, más que la fe, la piedad de todos y la conciencia tranquila de la mayoría. Pero, a mi juicio, estos son los autoengaños de la virtud religiosa, hecha piedad íntima y muy poco consciente del camino de la encarnación.
"Entender, entiendo casi todo en el proceso religioso del cristianismo, y veo bien darle su justa valía; pero dejar de lado tan claramente el Jesús de los Sinópticos y quebrar el debido significado de la encarnación sobre el kerigma –anuncio y celebración de la pasión, muerte y resurrección del Señor- es una trampa religiosa que nos hacemos al solitario"
No pretendo dar lecciones, sino interpelar a otros y a mí mismo de lo que siempre está en juego en la vida cristiana eclesial y personal. Siempre, siempre, siempre, “porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me distéis de beber, estuve enfermo y en la cárcel…, fui forastero… estuve desnudo…”. Esta vivencia tan concreta de la fe en las obras samaritanas y kenóticas de la salvación es inapelable. Esta es la referencia histórica más realista de la condición crística de la fe pensada, celebrada y vivida. La sacramentalidad de la Iglesia y la Fe siempre cobra en esa encarnación su visibilidad y realidad histórica y esta visibilidad al hacer, celebrar y contar es lo que está más alcance de nuestra naturaleza humana. Y es que no se puede llegar a Dios sin pasar por la tierra y lo humano. Así somos. No la elijo por gusto, la elijo por humano y la elige Cristo en su vida de fe y donación. La toma del Padre, “digo y obro así, porque Dios es así”.
"Si no se cuida con mimo, es probable que logremos algún crecimiento de la religión; los tiempos vienen así; pero el precio será un cristianismo sin encarnación constitutiva"
Qué puedo decir, concluyo por mi parte, si lo veo tan claro como referencia no única, pero sí imprescindible y tan primera como la que más, de la verdad, la bondad y la belleza; o de otro modo, de la fe anunciada, celebrada y practicada. Si no se cuida con mimo, es probable que logremos algún crecimiento de la religión; los tiempos vienen así; pero el precio será un cristianismo sin encarnación constitutiva: y no cualquiera, sino la samaritana y kenótica de Jesús de Nazaret; qué le vamos a hacer, así se dio la misión crística y su olvido arruina todo lo demás. Paz y bien.
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