"La arena pública lo permite todo" El bazar de la política
Según varios análisis, el número de democracias de calidad ha retrocedido a lo largo de los últimos tiempos en el mundo
¿Se están convirtiendo algunas en un bazar?
| Alfonso Calderón
(Cristianisme i Justícia).- Según varios análisis, el número de democracias de calidad ha retrocedido a lo largo de los últimos tiempos en el mundo. ¿Se están convirtiendo algunas en un bazar?
Da la impresión que no pocos políticos se preocupan más del mercadeo de votos que del buen gobierno. Tampoco les importa que se den bandazos y se esfuerzan en ser diferentes de los predecesores en el poder. Interesante reflexión en este año de elecciones. Subrayan con ardor lo que separa para que los indecisos aborrezcan del adversario y caigan emocionalmente en su propio regazo. Si es necesario, exageran (quizás mienten) o dejan en ridículo al oponente (o lo peor, insultan) sin pudor. Los medios se frotan las manos con gran fruición cuanto mayor sea el rifi-rafe y el escándalo. Eso sí, todo aderezado con una sonrisa de dentífrico blanqueador ante el gran público, como aconsejan los asesores de imagen. Y nunca reconocen los propios defectos o limitaciones: no sea que los rivales se les echen encima.
Es curioso, laarena pública, azuzada por unos medios de comunicación que como los dirigentes en campaña también quieren vender más, lo permite casi todo. Pero en caso de error, no perdona casi nada.
El afán consumidor nos hace devorar los telediarios y portales de noticias en donde se mezclan los últimos sucesos, con opiniones viscerales y cotilleos, intercalados con publicidad, como comida rápida, por no llamarla basura.
Una tendencia hacia un extremo lleva inexorablemente a enfatizar el extremo contrario, por oposición. Por eso las sociedades se están polarizando, con la consiguiente crispación y peligro de ruptura. Qué irresponsabilidad determinados planteamientos maximalistas: prescinden u ocultan los daños colaterales. Qué poco se pregonan (y menos se aplican o se perciben) las virtudes de la prudencia, el raciocinio, la proporcionalidad en el liderazgo de la cosa pública. Por cierto, un término del que se ha abusado en detrimento de la buena gestión. Todos quieren ser líderes y lideresas o acaso aparentarlo. Pero a riesgo de olvidar que el resultado óptimo en cualquier empeño es fruto de la perseverancia y la colaboración de un sinfín de personas, a menudo silenciosa, construyendo consensos lo más amplios posibles con base duradera.
"Qué poco se pregonan (y menos se aplican o se perciben) las virtudes de la prudencia, el raciocinio, la proporcionalidad en el liderazgo de la cosa pública"
¿Dónde están la humildad, el conocimiento, la capacidad, la experiencia, la ecuanimidad, la preparación, la entrega, la verdad? Un antiguo presidente del consejo de ministros de Francia después de la Segunda Guerra Mundial afirmaba con cierta ironía que el mandamiento no mentirás también incluía a los políticos. ¿Por qué la honestidad parece escasear?
"¿Dónde están la humildad, el conocimiento, la capacidad, la experiencia, la ecuanimidad, la preparación, la entrega, la verdad?"
El político es el primero que debe someterse a la ley y predicar con el ejemplo. Pero no para mostrarse de cara a la galería: hay exceso de postureo.
Mientras no alcancemos mayores índices de responsabilidad en la cosa pública y de civismo en los debates parlamentarios, nos deberemos conformar con la situación actual. La clase política no es más que un reflejo de la sociedad misma. ¿O acaso son ejemplares los debates en las escuelas, las comunidades de vecinos, los reality show en televisión o el comportamiento de determinados padres y madres que acuden a ver los partidos de fútbol de sus hijos?
Al menos sabemos que si colectivamente no nos convencen los mandatarios, la democracia que tenemos nos permite la oportunidad de cambiarlos al cabo de cuatro años. Una opción que, de hecho, en bastantes lugares del planeta desgraciadamente no existe y en otros va languideciendo de forma sutil. Hay muchos y honrosos casos de dirigentes abnegados, pero hacen demasiado ruido los otros.
Deberíamos introducir más valores cívicos en la ciudadanía y en la política que propiciaran la concertación por encima de la confrontación. Más pensar en qué puedo hacer por el bien común, que cómo puedo yo (o mi partido) imponer una ideología. No vaya a ser que entre todos vayamos minando el sistema, a riesgo de estropearlo. Y de paso, tendríamos que ir devolviendo a la política lo que debería tener de noble y que muchos sienten que ha ido abandonando por el camino. Así no parecería un bazar… Ojalá que nunca lo fuera.
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