El Nuncio necesita nombres. Y los necesita ya Se buscan obispos
"El mapa eclesiástico de España está desoladoramente desertizado en relación con la carencia de obispos y en vísperas de la jubilación del rosario que la esperan y la anhelan"
"Y el Nuncio necesita nombres de entre el clero y los religiosos para promocionarlos como obispos. Y lo necesita ya. La carta así lo solicita"
"Es precisamente el Nuncio, este Nuncio, y con el sistema del envío de las cartas a los obispos el camino veraz a seguir en la 'episcopalización' de las diócesis?"
"¿Es justo tachar de 'locura' y de 'desvarío' la petición de que vuelva a intervenir el pueblo -clérigos, laicos y laicas-, en la elección de sus respectivos obispos?"
"Es precisamente el Nuncio, este Nuncio, y con el sistema del envío de las cartas a los obispos el camino veraz a seguir en la 'episcopalización' de las diócesis?"
"¿Es justo tachar de 'locura' y de 'desvarío' la petición de que vuelva a intervenir el pueblo -clérigos, laicos y laicas-, en la elección de sus respectivos obispos?"
Por mucha y bienintencionada intención que se tenga para justificar la carta-documento enviado por el Nuncio de SS. en España a obispos diocesanos, pordioseándoles el envío lo más pronto posible de una terna de nombres de sacerdotes–religiosos episcopables, adelanto la grave dificultad que se encuentra para tal selección.
El mapa eclesiástico de España está desoladoramente desertizado en relación con la carencia de obispos y en vísperas de la jubilación del rosario que la esperan y la anhelan.
La solución a problema de tanta gravedad está, no obstante, demasiadamente cercana. Tan cercana que a algunos, a muchos, les impide hasta su contemplación y tomar conciencia de ella y de sus exigencias más elementales. Las citan lo avalan con firmas tan consistentes, fieles al evangelio y al proceder de la santa Iglesia primitiva, como las que, por ejemplo, san Cipriano y los papas San León Magno y Calixto I, nos proporcionan.
De entre sus escritos y adoctrinamientos pastorales, destaco, por este orden, las frases siguientes:
“El pueblo tiene el poder, por derecho divino, para elegir a sus obispos”. “El que es puesto a la cabeza de todos, debe ser elegido por todos”. “No se imponga ningún obispo a quienes no lo acepten: se debe requerir el consentimiento del clero y del pueblo…”
¿Hace falta más lógica, sentido de la realidad y de la convivencia, evangelio, historia, buenos frutos de religión y piedad, adoración a Dios y capacidad de servicio al prójimo, proyección sinodal de Iglesia desclericalizada, integral e integradora en el mundo actual y en el por venir?
Y ahora, y con la carta del Nuncio sobre la mesa, no estarán de más estas anotaciones:
La carta-documento está signada con el inseparable y rotundo rótulo y sello del “Secreto Pontificio” que, por sagrada ley del anatematizador silencio-sigilo, despoja a la Iglesia de todo atisbo de transparencia, que por encima de cualquier contingencia e interpretación, debiera ser siempre y en todo “su santo y seña. Pecar por exceso de transparencia no es pecar. Lo será por defecto. La Iglesia -jerarquía y laicos- actuarán a `plena luz del sol y no a la sombra de tenebrosos, raros y misteriosos razonamientos , que lo que directamente pretenden es acrecentar el poder de quienes, de alguna manera, son sus administradores.
Si algo precisa la Iglesia de modo especial en el nombramiento y cuanto se relaciona con los obispos, es la transparencia y la honestidad. Como de su fuente es democráticamente el pueblo, prescindir del mismo en su elección, equivale a traicionar importantes valores substantivamente eclesiales.
El Nuncio necesita nombres de entre el clero y los religiosos para promocionarlos como obispos. Y lo necesita ya. Con urgencia. “Búsqueda desesperada”, es como intitulan los medios de comunicación esta exigencia.
Faltan obispos. Rebasaron muchos la edad de los 75 años de la jubilación canónica y otro puñado de ellos están ya a punto de hacerlo, sin poder subsanar las graves deficiencias pastorales que tal situación les supone a las diócesis y al proceso de la educación de la fe…
¿Y es precisamente el Nuncio, este Nuncio, y con el sistema del envío de las cartas a los obispos, urgiendo su contestación, y con tan cortas referencias al Espíritu Santo, y nulas al pueblo, el camino veraz a seguir en la “episcopalización” de las diócesis?¿Acaso no lo haría igual, o mejor, una agencia o empresa del ramo, especializada en la selección del personal, a la que se le entregara el correspondiente listado de las características personales hoy exigidas, entre las que, por supuestísimo, las relacionadas con el evangelio primaran sobre otras posibles?
Sacerdotes aspirantes a obispos, tal y como hoy se sigue viviendo este ministerio, con mitras, “tomas de posesión”, “entronizaciones”, báculos, turiferarios y mansiones palaciegas, gracias sean dadas a Dios no sobreabundan. Los hay “cielinos” y asimilados, con resabios notorios contra el Vaticano II y poco o nada partidarios del sabor “franciscano”, que son exactamente los que no habrán de ser de la apetencia del Nuncio, nombrado para tal menester eclesiástico y ayudarle al papa en la renovación- reforma del episcopologio hispano.
Los “viveros” episcopales de los últimos tiempos debieron haber pasado ya a la historia eclesiástica, como triste capítulo de la misma. “Por los frutos lo conoceréis”, es su diagnóstico, con estremecedora mención para el aluvión de noticias que saltan a los medios de comunicación social, nada favorables, sino todo lo contrario, para Nuestra Santa Madre la Iglesia.
Y ahora, unas preguntas, síntesis de la más elemental catequesis de la adolescencia – “adultecencia”, cristiana:
¿Es justo tachar de 'locura' y de 'desvarío' la petición de que vuelva a intervenir el pueblo -clérigos, laicos y laicas-, en la elección de sus respectivos obispos? ¿No podría aplicárseles este diagnóstico “religioso” a quienes lo están impidiendo?
¿Qué adjetivos superlativos les reservan estos “diagnosticadores” a quienes no se les ha caído ya la mitra de vergüenza, consintiendo, y algo más, y tan escandalosamente, el número de pederastas, trenzando espesos velos morados de ocultamiento “moral “ en la dramática y triste tarea de que no se supiera, ni se sepa lo que aconteció y está aconteciendo, como consecuencia de nefandos comportamientos “éticos”, en centros de “formación religiosa”?
¿Cuándo llegará el día en el que al señor Nuncio le despierten las campanas de las iglesias de cualquiera de las diócesis- ¡son tantas¡- huérfanas de obispos, por haber decidido el pueblo elegir a uno de sus sacerdotes, con criterios evangélicos y no tanto, políticos o curiales, que es lo mismo o casi lo mismo?