Ha recibido un premio “por su labor social y pastoral con las gentes del circo” José Aumente, un cura entre los circenses
Al sacerdote José Aumente le han dado un premio: “Por su labor social y pastoral con las gentes del circo”.
Hace una gran labor humana, social y en defensa de sus situaciones laborales o de la precariedad de sus puestos.
Ha llegado a bautizar, dar la primera comunión, confirmar y casar en una misma ceremonia (con todos los permisos previos necesarios) en una pista circense convertida en la mejor catedral
En la entrega del premio aprovechaba para denunciar la situación de los destinarios de su acción y exigir el reconocimiento social, laboral, cultural y religioso que merecen
Ha llegado a bautizar, dar la primera comunión, confirmar y casar en una misma ceremonia (con todos los permisos previos necesarios) en una pista circense convertida en la mejor catedral
En la entrega del premio aprovechaba para denunciar la situación de los destinarios de su acción y exigir el reconocimiento social, laboral, cultural y religioso que merecen
| José Luis Pinilla Martin S.J.
Tengo un compañero sacerdote, se sienta a mi lado en los despachos de la Conferencia Episcopal española. Es bueno en el sentido machadiano del término. Le han dado un premio. Como a muchos. Hasta aquí todo normal. Pero en este caso, estamos ante un caso especial por el objeto del premio: “Por su labor social y pastoral con las GENTES DEL CIRCO”. Se llama José Aumente.
Las evocaciones que me vinieron al estar presente en la entrega de su premio (en la Universidad Francisco de Vitoria), no fueron, extrañamente, hacia el mundo de mi infancia sino hacia el recuerdo agradecido de mucha gente que se dedica a descubrir, de manera muy sencilla, los valores de la gente de la farándula acompañándola incluso haciendo frente a los primarios comentarios entre sarcásticos y displicentes (siempre dominados por la arrogancia) que reciben por dedicarse a semejante tarea. Son Capellanes o voluntarios en las ferias y circos de nuestra geografía nacional. Cada vez menos. Casi nadie ya.
He tenido la suerte de conocer a algunos de ellos. Recuerdo la anécdota con José Manuel el primero que conocí hace ya más de 10 años. Después le perdí la pista. Me estaban presentando a compañeros dedicados a los variados campos de la movilidad humana. Agustín Romero cura gallego, de familia marinera que era el encargado del Apostolado del Mar, Antonio Heredia, gitano y también cura y director del Apostolado Gitano.
Cuando me presentaron a José Manuel encargado en aquellos años de ferias y circos, le dije, más que nada por hacerme el simpático que “si los anteriores han demostrado su entronque con las personas de su trabajo, tú … seguro que trabajarás en un circo”. “¡Claro!” respondió mientras sacaba una redonda nariz roja de plástico colocándosela en la nariz mientras se hinchaban su rojos mofletes riéndose a mandíbula batiente. “La carpa también es mi templo, mi parroquia”me dijo ya muy serio. “Y actúo de forma benéfica para niños hospitalizados o acudo a colegios cuando me requieren para ello porque llevo mis dos facetas, la de payaso y la de cura, en las venas”. Avergonzado le pedí perdón. Le creí.
Y le hablé de mi amigo Florencio de La Rioja que utiliza para la misa una pista de autos de choque instalada en el recinto ferial logroñés como templo para la celebración religiosa y que siempre les recordaba como su identidad peregrina era paradigma de la identidad cristiana. “Vais de un sitio para otro y sin una patria fija.” O del histórico Miguel Mendizabal o la monja Maria Eugenia Alegre, primeros impulsadores organizados de este trabajo social y pastoral. De cómo se atiende pastoral y socialmente a los hijos de los circenses mientras sus padres trabajan (hay voluntarios como los del Centro Loyola de Valladolid que cubren este servicio). Hablábamos de su encaje en la movilidad humana porque los feriantes apenas se enraízan. Casi siempre van con las “raíces al aire“ que diría Galeano. Y todo sabemos que las raíces al “aire”, duelen.
José Aumente, es especial. D. José le llaman. A cualquier hora y desde cualquier circo de España. Es el actual Director Nacional del Departamento de Ferias y Circos. Me hablaba alguna vez del miedo que pasó cuando, con rugidos de leones de fondo, bautizó a una niña llamada Keisha mientras de manera catequética les iba explicando la ceremonia que abrevió al oír el rugido de las fieras.
Además hace una gran labor humana, social y en defensa de sus situaciones laborales o de la precariedad de sus puestos. Ha llegado abautizar, dar la primera comunión, confirmar y casar en una misma ceremonia (con todos los permisos previos necesarios) en una pista circense convertida en la mejor catedral para la mucha gente de este mundo a quien se dedica y que tienen muy difícil su anclaje en estructuras pastorales estables.
Por eso en la entrega del premio aprovechaba (“Nunca he tenido tanta gente de Iglesia escuchando mi labor con los circense” decía al recibir el premio delante de las autoridades de la Universidad y del Cardenal Osoro) para denunciar la situación de los destinarios de su acción y exigir el reconocimiento social, laboral, cultural y religioso que merecen
Recuerdo una vez que sonriendo y gesticulando a tope, D. José, con esa risa franca que solo tienen los hombres bondadosos me contaba las pegas que le puso una alta jerarquía cuando le explicaba cómo el Vaticano también es la plaza mayor para los cristianos circenses y de ferias, encontró y ofreció como icono de su trabajo un dibujo preciosamente simpático con una carpa de circo sustituyendo el obelisco de la plaza de S. Pedro. A aquella alta jerarquía aquel dibujo no le parecía “digno” que se decía en estos casos antes de que llegara el papa Francisco quien -como sus antecesores- le ha recibido varias veces.
Recuerdo la película “El circo de las Mariposas”. Tampoco les parecía digno a muchos espectadores de la feria de los horrores humanos su personaje principal Will, (incluso a sí mismo tampoco se vería muy digno en su vida pasada) antes de incorporase a la experiencia liberadora comunitaria del Circo de la Mariposa. Wil está representado por Nick Vujicic que nació en 1982, en Australia, con el síndrome de tretramelia, el cual se caracteriza por la carencia de extremidades.
Es decir, Nick nació sin brazos ni piernas. De niño pensó en suicidarse, pero con los años hizo de la voluntad su única arma. Hoy da charlas motivacionales y en este corto documental se disfraza de actor para contar su historia ejemplar que en la historia de la película gira 150 grados cuando el Sr Mendez director del circo de las mariposas recibe un escupitajo al dirigirle un elogio sincero a Wil mirándole a los ojos : “Eres magnifico”. En aquel momento comprendió que el victimismo y la autocompasión no le conducían a nada.
Una emotiva historia de superación personal y de búsqueda del propio lugar en el mundo. Como mucha gente buena de los circos que tras el disfraz que a veces tapa sus lágrimas esconden unas vidas duras, itinerantes. Movilidad humana en pleno ejercicio como los migrantes. Detrás del escenario, el payaso, el acróbata, el domador y todos aquellos que siguen la caravana de circo y que viven de él, tiene su hogar. Viven en remolques. Donde haya tierra firme estacionan —literalmente— su vida. Para ellos, también Justicia y Solidaridad, aunque sea en el hueco modesto de estas páginas
“Creo que la Iglesia tiene que mimar a la gente del circo –dijo al recibir el premio–. Son como el pueblo errante del Antiguo Testamento. Y son como Jesús itinerante que recorría los caminos de su tierra. Como El van anunciando una alegría sana para todo los públicos: “En un espectáculo circense no sobra nadie y además son gente religiosa, muy religiosa”.
Como dice el proverbio chino, “el simple aleteo de una mariposa puede cambiar el mundo”. Con pequeños o grandes gestos – una leve sonrisa, una ligera y difícil acrobacia- se puede cambiar el mundo. Un aleteo de mariposas en el Sur puede ser un tsunami en el Norte. Estando cerca de esta gente, que permanece solidariamente al lado de feriantes y circenses, me lo creo. O como dice Eduardo Galeano: «Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo»
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