¿Se jubilaron ya el cardenal Rouco Varela y el papa “emérito” Benedicto XVI? Los curas –y obispos- no se jubilan
Es un cuento “laboral” todo eso de que también a unos y a otros les llega la hora feliz de la “retirada definitiva de un trabajo por edad o incapacidad
¿Cuándo se dejará de verdad y con todas sus consecuencias de ser “llamado por Dios”, y, por tanto, de abandonar las obligaciones asumidas durante la vida anterior?
¿Se jubilaron ya el cardenal Rouco Varela y el papa “emérito” Benedicto XVI?
¿Se jubilaron ya el cardenal Rouco Varela y el papa “emérito” Benedicto XVI?
Si nos atenemos a “lo que mandan los cánones”, refrendada su terminología con la autoridad de la RAE, los curas y los obispos tienen prohibido jubilarse. Es un cuento “laboral” todo eso de que también a unos y a otros les llega la hora feliz de la “retirada definitiva de un trabajo, generalmente por haber cumplido la edad determinada por la ley, o por sufrir una incapacidad física”, tal y como refieren los diccionarios.
Es un cuento de verdad, si tomamos al pie de la letra la definición y exigencias del contenido del término “vocación” o “inspiración con que Dios llama a una persona para que tome un estado especialmente religioso”.
Elucubrar sobre el tema resultará de provecho para jubilados, “jubiladores” y “jubilables”, que somos –o seremos- todos, en el orden o estamento clerical.
Así las cosas, y por lo la “vocación”, ¿Cuándo se dejará de verdad y con todas sus consecuencias de ser “llamado por Dios”, y, por tanto, de abandonar las obligaciones asumidas durante la vida anterior? ¿Cuándo tendrá que dejar de confesar, de bautizar, de predicar, de presidir la celebración de la Eucaristía, de aconsejar y ejercer de padre y pastor, de ser referencia oficial de paz y pacificador, de amor, de testimonio de solidaridad y comportamiento verazmente religioso al servicio de los más pobres y necesitados?
¿Cómo y cuando les será posible a los obispos asumir una vida totalmente nueva y distinta a la “episcopal”, con sus atributos, signos y símbolos, títulos, palacios, servidores, mitras y báculos, reverencias y privilegios sociales, NOS y “Por la gracia de Dios” y otras frases y gestos imperiales, litúrgicas o para-litúrgicas, así como multitud de cánones siempre a su disposición y uso legal, sin contar para nada con los laicos y las laicas, y casi nada con sus “hermanos en el sacerdocio”?
La ausencia de preparación, y el ulterior convencimiento de que hay que jubilarse a los 75 años de edad, con todas sus consecuencias, es una utopía, cuando no una barbaridad y un atentado contra las leyes impuestas por la naturaleza. Estas demandan y demandarán al menos el más elemental respeto para que el radical cambio de vida exigido resulte no solo cristiano, sino humano…
Y, mientras tanto, ¿qué? Pues que los sacerdotes, aún “jubilados” administrativamente, no se jubilan. Siguen confesando –oigan o no-, presidiendo celebraciones eucarísticas con sus emolumentos –estipendios- respectivos “-por caridad, por amor de Dios o para completar la reducida pensión que les queda”- , y en general supliendo en lo que pueden, y más, al personal todavía en activo, pero cuya falta de vocaciones les priva de misas y de atención espiritual a parroquias, actividades apostólicas, cofradías y movimientos piadosos…
El invento del término “emérito” salva ocasionalmente sobre todo a los obispos y ello les permite y dignifica, dictar conferencias y hacer declaraciones sobre temas religiosos o, simplemente, hacerse presentes con algunos de sus capisayos y títulos honorables, para así destacar la importancia y el relieve del acto al que habían sido invitados…
El Casas Sacerdotales, en las dependencias de los “Asilos de las benditas religiosas de las Hermanitas de la Caridad y de los Ancianos Desamparados” hoy con nombres y residencias dignas de consideración y sin faltar detalle alguna de comodidad, curas y obispos jubilados pasan el tiempo como pueden, sin demasiado trato con la “gente de afuera”, ahítos de televisión –que no de la “Trece”- , sin posibilidad de recurrir a hablar sobre los nietos, como hacen otros “asilados” no célibes y contando y recontando las “pastillas” recetadas por el médico de turno…
Algunos “eméritos”, por no serles fácil abandonar costumbres pretéritas, dedican parte de su tan preciado tiempo a añorar batallas y batallitas de las que alardean de haber sido sus protagonistas, una buena parte de ellas pre o anti-conciliares. Así es la historia y con ella hay que contar, con humildad, ponderación, paciencia y discernimiento…
La jubilación y la nueva –novísima- vida que ella lleva consigo, es tarea de singular relevancia para sacerdotes y obispos. Cualquier ayuda que se les preste es –será- bienvenida. Obispos y sacerdotes están muy necesitados. Buscar y encontrar la “nueva identidad” que les supone su jubilación, es obra de justicia y de misericordia, y más en los tiempos que ya se presienten de mayor duración de la vida…
Por cierto, ¿se jubilaron ya el cardenal Rouco Varela y el papa “emérito” Benedicto XVI?. Dedicarse a “incordiar” y acceder a la condecoración de abanderado de causas anti- conciliares, parece que no debiera ser tentación que asaltara a los “sacerdotes según el orden de Melquisedch”, aunque tal vez más “a los Sumos Sacerdotes de Aarón”.