“Amar es encontrar en la felicidad de otro ser tu propia felicidad” (Leibniz) ¿Somos ecológicos los hombres de Iglesia?

¿Somos ecológicos los hombres de iglesia?
¿Somos ecológicos los hombres de iglesia?

El estado de nuestro planeta es preocupante, incluso, con efectos irremediables según algunos. Fe cristiana y sensibilidad ecológica deberían ser ingrediente necesarios para replantearse nuestro destino en el cosmos

Desde el espíritu de la carta “Laudato si” de Papa Francisco se hacen indispensables cambios prácticos para dar nuevas oportunidades y futuro de la creación que Dios ha dejado en nuestras manos y bajo la responsabilidad de todos

Mucho se habla hoy del amor universal, relacionado con un ámbito global que alcanza desde el universo sideral al ser humano, pasando por el estado inorgánico, el reino vegetal y el reino animal

Habría que volver a releer, tal vez, al teólogo jesuita francés Teilhard de Chardin cuando hablaba de "Cristo, el punto omega de la evolución del universo". Daría claves de interpretación sobre un tema, hoy tan viral, como el ecológico

Sensibilidad ecológica

El estado de nuestro planeta es preocupante, incluso, con efectos irremediables según algunos. Fe cristiana y sensibilidad ecológica deberían ser ingrediente necesarios para replantearse nuestro destino en el cosmos. Desde el espíritu de la carta “Laudato si” de Papa Francisco se hacen indispensables cambios prácticos para dar nuevas oportunidades y futuro de la creación que Dios ha dejado en nuestras manos y bajo la responsabilidad de todos.

El viaje de tus sueños, con RD

Mucho se habla hoy del amor universal, relacionado con un ámbito global que alcanza desde el universo sideral al ser humano, pasando por el estado inorgánico, el reino vegetal y el reino animal. Habría que volver a releer, tal vez, al teólogo jesuita francés Teilhard de Chardin cuando hablaba de “Cristo, el punto omega de la evolución del universo”. Daría claves de interpretación sobre un tema, hoy tan viral, como el ecológico.

Metta Bhavana o meditación del Amor Universal -

Constaté un día con estupor la sonora patada de un eclesiástico a un gato que le pedía, con maullidos enternecedores, algo de la comida que portaba para otros congéneres de la granja. La agresiva respuesta del humano vino acompañada de una expresión muy popular y ofensiva que, lógicamente, la mente del felino no pudo procesar: ¡Vete de ahí, gilipollas! El agresor inmisericorde parecía gloriarse, incluso, de la fechoría.

Por otro lado, recuerdo, durante mis años de residencia en Roma, la historia de otro felino al que acorralaron tres religiosos y lo mataron a palos. El animal, cuando fue abandonado en el lugar, supuestamente muerto, logró arrastrarse hasta el sótano de la iglesia, donde consiguió revivir, tal vez, por aquello de las siete vidas que dicen poseer esta especie. Acabé, poco a poco, ayudando y sustituyendo al único amigo humano del entorno que le aportaba algo de comida, el único de quien se fiaba el pobre animalito, que, por demás, no dejaba nunca de mirar de reojo, por si aparecía, por algún lado del patio, alguno de sus masacrantes enemigos.

Si el icono de la relación humano-cristiana es el amor universal, o va toda la creación en el mismo paquete, o puede acabar en farsa hablada. Es decir, cuando falla esa relación amistosa por el lado humano -sobre todo, tratándose de hombres de iglesia-, fallaría la reiterada evocación del amor universal en sí mismo, y del amor entre personas, e igualmente, de estas con la natura.

Puede que la rumorosa y cordial tendencia ecologista actual, secularmente olvidada por la iglesia, pero reavivada por la palabra y los escritos de Papa Francisco, encuentre líneas de actuación en diálogo fraterno con la creación que Dios puso en nuestras manos. 

El Can Lolo y la amistad

Era un día caluroso y húmedo en la ciudad de Oviedo aquel viernes de Enero del 2020. Se hablaba de una terrible epidemia llamada “Covid 19”. Era un día soleado y algo perjudicial para mis ojos delicados, por lo que trataba de ajustar a mi cara las protectoras gafas bifocales-progresivas. Lo hacía sirviéndome de mi mano izquierda, mientras con la derecha sostenía la bolsa de la compra. Regresaba a casa por la renombrada Ave. Arzobispo Guisasola, sudoroso y anhelando una ducha regeneradora antes de sentarme a comer. Quién diría que repentinamente mi atención cambió de diana y se centró en un hermoso can, tipo pastor alemán, pero un poco más peludo, que, tranquilamente sentado en la acera y pegado al dintel de la puerta del Bar, esperaba paciente la salida de su amo. Me recordaba un poco al famoso “Rufus”, la bella escultura canina que luce en el Parque de la ciudad, y que todos los días se puede ver acariciada por los niños, mientras le hablan como si fuera un colega de juego.

Perro Mestizo Imágenes y Fotos - 123RF

A un ser solitario, le viene bien una conversación, por pequeña que sea. Me considero muy social, por eso intenté hacerlo, esta vez con el can. Me han dicho que ellos no hablan pero entienden y saben expresar, de alguna manera comprensible, lo que sienten; aunque el problema sea interpretar sus gestos y ladridos. 

-Qué hermoso eres, qué obediente, qué tranquilo, ¿cómo te llamas? -le dije acariciando su tersa cabeza. En ese momento salió el amo y ayudó con sus amigables y educadas respuestas a mis osadas preguntas. 

- Se llama “Lolo”, a secas. Y no me gusta la frasecita de “entiende por Lolo”.

- ¡Carajo, como yo! Bueno, yo respondo también por Manolo, Manolito, Manuel -a veces, hasta con el don delante-, pero veo que somos tocayos, ¿me entiendes, Lolo? Él decía que sí, a su manera, como hacemos todos, a nuestra manera. Por eso, tampoco ellos nos entienden muchas veces a los humanos.

- Eh, tocayo, ¿te vienes conmigo, guapín? -como dicen en Asturias. 

- Aunque ya es viejo, no lo vendo por nada -concretó el dueño del can. Tiene ya 11 años, que multiplicado por siete equivaldría a los 77 del humano. Y siempre a mi lado.

- ¡Caramba!, pues volvemos a coincidir. Lolo; ya van quedando atrás mis 78, técnicamente empatados. Calculo que, a mí, me quedarán una decena más de años de vida; a ti, año y medio, según la regla de los 7. Y tú, no has hecho la mili, ¿verdad? Podrías opositar para perro-policía. Yo tampoco la hice; bueno, solo aquel mes obligatorio para recibir el título de Maestro en tiempos de Franco.

- Oye, Lolo, ¿de dónde procedes? 

- Mis primeros amos eran gallegos –traduce el dueño los cortos y suaves gemidos del amigable animal. 

- ¡Cag… en tal!, pues hasta en eso coincidimos. Yo perdí el acento cuando me llevaron a Castilla de pequeño; veo que tú también; tienes un cierto deje asturianu, porque ladras un poco con la “u”. Sabes que los galaicos somos bastantes rebeldes –yo más, pues no soporto los amos-, ¿y tú? Oye, veo, además, que guardas la línea, ¿qué dieta sigues?, porque yo, no mucho, ya voy notando redondeces abultadas en mi estómago. Las preguntas ciertamente las hago yo; las respuestas del perro siempre me las traduce el amo ¡Qué pena que los canes no se expresen con vocablos como nosotros!

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- Oye, tocayo, según el cálculo hecho más arriba, ¿cómo tienes pensado morir dentro de poquitos años? Seguro que con una inyección que pagará por ti tu señor, con otros gastos incluidos. Yo todavía no lo he decidido, pero no tengo del todo claro eso de la Eutanasia. Que hagan lo quieran conmigo. De todos modos, después de muerto, todo lo que te hagan es cosa de los vivos; porque ya estás borrado de la lista de invitados a la vida. Para qué gastarán tanto con las funerarias; me conformaría con los 80 Euros que cobrarán por lo tuyo. Bueno, de momento, a vivir, que son dos días, puede que unos pocos más de propina para los dos. Y después, ¡que nos quiten lo bailao! Esta vez, pienso que entendí claramente la respuesta del can. Fue un sonido agudo el que salió de su chato y limpio hocico, y yo lo interpreté como un SÍ rotundo de acuerdo conmigo.

- Oye, Lolo, para terminar, que tanto tu amo como yo queremos marchar, ¿por qué te gusta tanto lamer, por qué eso de correr siempre detrás de un palo o de una pelota, por qué lo de obedecer siempre a lo de “sit”, “up” y cosas así?  Algún día reclamaréis vuestros derechos perrunos, pero os quedan aún muchos huesos que roer. Los humanos hemos avanzado bastante en ese campo, aunque todavía nos queda labor. 

- Perdona, tocayo, es que me quedaba aún otra pregunta, esta sí, la última –el amo se impacienta un poco, pero es amable y tolerante. ¿Por qué tienen tan mala fama los lobos? Son parientes vuestros, ¿no? Os llaman “Canis lupus”. No estoy de acuerdo con el filósofo inglés Hobbes cuando dice que “el hombre es un lobo para el hombre”. Si tuviera en frente a ese “pérfido Albión”, le espetaría a la cara otra frase alternativa “el hombre debe ser un amistoso can para el hombre”. Tú, ¿cómo lo ves, Lolo?

Mañana, sábado, intentaré pasar por el mismo sitio, a ver si mi tocayo está, de nuevo, a la puerta del Bar, y podemos seguir hablando, con la ayuda del amo, claro.

Adiós, Lolo, el “amigo del hombre”. Ha sido un placer. Nos vemos, tocayo. Ciao.

¡Ah! Y cuídate del virus que parece que anda por ahí rondando, el cabroncete. 

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